Una generación de amputados por minas antipersonas busca un futuro en Camboya

  • Las minas antipersonas han dejado en Camboya toda una generación de amputados que luchan por buscarse un futuro en el país marcados por el estigma y la falta de asistencia médica especializada y gratuita.

Laura Villadiego

Phnom Penh, 28 nov.- Las minas antipersonas han dejado en Camboya toda una generación de amputados que luchan por buscarse un futuro en el país marcados por el estigma y la falta de asistencia médica especializada y gratuita.

Camboya es uno de los países con mayor concentración de minas antipersonales, con al menos cuatro millones de dispositivos, que fueron colocados durante casi tres décadas de guerra entre el Jemer Rojo y los diferentes gobiernos.

Más de 60.000 personas han sido víctimas de estos explosivos desde 1979, según datos del Centro Camboyano de Acción contra las Minas (CMAC), lo que ha provocado que una de cada 290 personas en el país sufra una amputación.

La mayoría de estos mutilados, muchos de ellos antiguos soldados, han vuelto a sus provincias de origen, donde hacen pequeños trabajos o son mantenidos por sus familias, aunque muchos se han reformado en músicos callejeros o pequeños comerciantes.

En las principales ciudades, como la capital, Phnom Penh, o la turística Siem Reap, muchos sobreviven gracias a la mendicidad o a la venta de todo tipo de artículos a los visitantes extranjeros.

Lonch Chhoeun anda torpemente con una prótesis casera hecha con un trozo de aluminio que esconde debajo de su pantalón para que nadie la vea.

En 1973, con poco más de 20 años, pisó una mina mientras luchaba con el Jemer Rojo en la guerra civil que entonces libraban contra el Gobierno del general Lon Nol.

"Oí la explosión y pensé que había sido un compañero. Luego vi mi pierna ensangrentada y me desmayé", asegura el robusto hombre mientras toca los contornos deformados de su prótesis.

Tras una breve estancia en el hospital, volvió a su casa con sus padres, en la provincia de Kandal, en el centro del país, y tuvo que adaptarse a su discapacidad para poder buscar un trabajo.

"Me hice una primera prótesis con madera, pero me costaba mucho andar con ella. Era muy torpe", afirma el hombre que ahora se gana la vida pescando para su familia.

Chhoeun, como muchas otras víctimas de las minas, acude al centro de rehabilitación Kien Khleang de Phnom Penh, financiado por la ONG Veterans International Cambodia, uno de los pocos que ofrece asistencia especializada y prótesis sin ningún coste.

Una ortopedia de media pierna, la más utilizada por las víctimas de minas, cuesta unos 200 dólares, lo que supone hasta tres meses de salario en Camboya.

Además, las prótesis deben cambiarse cada año y medio aproximadamente, debido a roturas o a cambios en la morfología del paciente, lo que sitúa el coste fuera del alcance de la mayoría de los camboyanos.

Las víctimas se enfrentan además al rechazo social por su discapacidad, especialmente en las comunidades rurales, donde vive la mayor parte de los amputados.

"Poco a poco hay una mayor comprensión de lo que son las discapacidades y por qué se producen, pero todavía hay que hacer una labor mayor de concienciación", asegura Rithy Keo, director del centro Kien Khleang.

A sus 29 años, Kom Somrath conoció el legado de la guerra que había vivido su país cuando pisó una mina mientras estaba buscando madera en el bosque en su provincia natal, Ratanakiri, al noreste del país.

La explosión le destrozó la pierna izquierda por debajo de la rodilla y tuvo que pasar varias semanas en el hospital.

"Yo solo pienso en que aún sigo vivo. Tengo esa suerte", asegura el joven que sufrió el accidente hace cuatro años.

Somrath también acude al centro en Phnom Penh, a pesar de que su casa se encuentra a más de 600 kilómetros, porque no tiene dinero para pagar la prótesis y en su provincia no hay atención especializada.

"Ahora el trabajo es mucho más difícil. No me puedo adentrar tanto en el bosque, así que he tenido que buscar otras actividades", cuenta.

Camboya acoge a partir de hoy y hasta el próximo 2 de diciembre, la reunión de los países firmantes u observadores de la Convención sobre la prohibición de minas antipersonales, también conocido como el Tratado de Ottawa.

Un total de 4.191 personas murieron o fueron mutiladas en 2010 a causa de las minas antipersonales en todo el mundo, un 5 por ciento más que el año anterior, según un informe de la Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas divulgado la semana pasada.

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