Ya el gran humanista del Renacimiento Leonardo da Vinci imaginó durante el siglo XVI un nuevo modelo de ciudad ideal, en la que el orden y la limpieza eran supuestos irrenunciables. Su idea de instalar canales subterráneos, con la finalidad de canalizar las aguas residuales, puede considerarse absolutamente innovador.
No obstante, no fue hasta la llegada del siglo XIX cuando los sistemas de saneamiento modernos fueron introducidos, a partir del alcantarillado, lo que sin duda contribuyó enormemente a reducir tanto la transmisión de enfermedades como la expansión de los núcleos poblacionales.
En la actualidad, la crisis climática está incidiendo muy negativamente en la disponibilidad real de un recurso tan escaso e importante a la vez como es el agua. Que las poblaciones puedan contar con un sistema de saneamiento adecuado resulta hoy algo vital.
Sin embargo, el cambio climático, a través de episodios meteorológicos extremos (como pueden ser las sequías, las inundaciones o el aumento del nivel del mar que provoca el calentamiento global) está afectando a elementos claves de los sistemas de saneamiento como las tuberías, los tanques y las plantas de tratamiento.
La falta de gestión de forma segura de estos sistemas, o incluso su mala utilización, supone en la actualidad un grave riesgo. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha tomado conciencia de ello, introduciendo entre sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) la necesidad de conseguir, con vistas al año 2030, «agua y saneamiento para todos» (objetivo sexto).
Alrededor de 3.600 millones de personas, lo que supone más de la mitad de la población mundial, carecen de servicios de saneamiento seguros. También a instancias de la ONU, y con el deseo de poder concienciar a toda la población del planeta sobre la necesidad de conseguir unos sistemas de saneamiento adecuados, cada 19 de noviembre se celebra el Día Mundial del Saneamiento (también conocido popularmente como el Día Mundial del Retrete). Es en este complicado contexto en el que cabe destacar los esfuerzos que el grupo Agbar está llevando a cabo en aras de impulsar un saneamiento responsable y sostenible.
Dicho grupo cuenta en España con un total de 793 plantas depuradoras, que están trabajando en la regeneración del agua con la finalidad de que pueda volver a ser utilizada para diversos usos como los de producción agrícola, industrial o para el riego de calles y de zonas verdes. Agbar impulsa la evolución de las depuradoras tradicionales convirtiéndolas en ‘biofactorías’, instalaciones que regeneran el agua mediante sistemas de tratamiento muy avanzado.
A lo largo del pasado 2020 la compañía regeneró alrededor de 1.062,9 hectómetros cúbicos de aguas residuales, equivalentes a unas 350.000 piscinas olímpicas.
Este modelo, premiado por la ONU por su inicial puesta en marcha en Aguas Andinas, empresa del grupo en Chile, se está aplicando también en España en otros lugares, destacando la biofactoría Sur de Granada, gestionada por EMASAGRA; o la biofactoría de Baix Llobregat, sita en Cataluña y gestionada por Aigües de Barcelona. Se trata de una de las más modernas y mayores plantas de saneamiento de aguas residuales de Europa, con una capacidad de producción de agua regenerada que alcanza los 100.000 millones de litros al año.
La reutilización sostenible de las aguas depuradas permite aliviar la presión que los distintos usos ejercen sobre los ecosistemas hídricos y sobre el estado ecológico de ríos, acuíferos y ecosistemas costeros.
Responsabilidad de todos
No obstante, los problemas derivados de la crisis climática deben ser afrontados por todos nosotros, pues nuestro es el compromiso con el planeta. Es por ello que no resultan suficientes los esfuerzos, tanto de los poderes públicos, que deben invertir más en infraestructuras de saneamiento adecuadas, como de grupos como Agbar, que trabajan en la regeneración del agua, si posteriormente son los propios usuarios de dichos servicios los que llevan a cabo actuaciones inadecuadas.
Por ejemplo, va en contra del uso sostenible del agua tirar en el inodoro residuos muy contaminantes como aceites, colillas de cigarrillos, medicamentos o productos para el aseo personal (tampones, toallitas, pañales, discos desmaquillantes, bastoncillos de algodón…).
Tales residuos provocan graves atascos en las tuberías comunales, a la par que obstruyen tanto la red de alcantarillado como las mismas plantas depuradoras, generando unos daños estimados cada año en España de alrededor de 230 millones de euros. Independientemente, y esto es lo más grave, de los enormes problemas que estas prácticas irresponsables generan sobre el medio ambiente. Es por ello que los sistemas de saneamiento son hoy un instrumento imprescindible para el desarrollo de los núcleos urbanos y rurales modernos.
Hoy la Unión Europea subraya a todos los estados miembros la necesidad de invertir y apostar con decisión por el tratamiento avanzado en los sistemas de depuración del agua. Un modelo de colaboración a caballo entre lo público y lo privado parece la opción más conveniente. El llamado ‘estrés hídrico’ afecta de una forma especial a España, y es trabajo de todos colaborar en la consecución de sistemas más resilientes ante el impacto del cambio climático, en pos de lograr núcleos poblacionales lo más sanos y limpios posibles. Tal y como imaginó Leonardo.
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