Marcos Goto, el arquitecto en la sombra del primer oro de la gimnasia latinoamericana

Acaba de terminar la ronda de clasificación y Marcos Goto está destrozado. Él no se ha colgado de las anillas, pero ha seguido al milímetro cada movimiento de Arthur Zanetti como desde hace 18 años. Juntos consiguieron en Londres el primer oro para la gimnasia latinoamericana y hoy quieren otro.

Este entrenador de carácter bravo nació negro y bajito -mide 1,54m- en un país donde el éxito le huye a la diversidad, pero se prometió que a él no le pararía nadie. La capoeira le llevó a la gimnasia y el trabajo obsesivo a ser el arquitecto de los mejores resultados para el continente.

Con 21 años llegó tarde pero a tiempo a este deporte donde las dos décadas son una eternidad, después de que un amigo le llevara a probar los aparatos. Nunca más se separó de ellos.

El gimnasio se convirtió en su vida y su vida en un estudio obsesivo de una disciplina centenaria que sólo se descifra con la ciencia.

"Yo soy bajito, soy negro y si quiero destacar en algo tiene que ser con el trabajo. No puedes quedarte esperando que el mundo te ayude. Tuve que estudiar mucho y probar constantemente que era capaz", recuerda agotado sobre una de las butacas de la Arena Olímpica de Rio.

Su vida cambió por segunda vez cuando un día de 1999 conoció a un niño menudo de ocho años, tronco fuerte y agilidad desbocada que se llamaba Arthur Zanetti.

Han pasado casi dos décadas, un oro olímpico y un título mundial y ambos siguen en aquel gimnasio de Sao Caetano do Sul (en la periferia de Sao Paulo); el taller donde Goto construyó al campeón y Zanetti se embarcó en un viaje hacia la élite donde no se admitían muchas preguntas.

"El atleta está ahí para ser mandado, para escuchar a su entrenador, si se le pide una cosa no tiene que responder lo que él cree. Tú estás trabajando para él, yo trabajo siempre a favor de mis atletas, independientemente de quién sea", asegura con el gesto serio.

Nunca fue fácil la convivencia en la oscuridad del gimnasio, donde las repeticiones infinitas, el dolor y el cansancio hacen que las relaciones humanas sean más complicadas de mantener que el equilibrio sobre las anillas.

De su centro ya se fueron varios.

Pero a este discreto escudero frente a las cámaras y líder obcecado tras los focos, ya comienzan a cansarle las sombras.

"Es muy difícil estar en el segundo plano porque, como profesional, estudias, inviertes toda tu vida, dejas la familia de lado muchas veces y, todo está hecho para el atleta", lamenta.

Un sacrificio que para la mayoría no lleva a la gloria que tantas veces se sueña durante entrenamientos infinitos, quedándose relegado a las clases de gimnasia donde comenzó Goto hasta encontrar a un campeón que asegura que no buscaba.

"Arthur es un atleta diferente. Todo lo que conquista lo comparte conmigo, no es egoísta. En cada entrevista siempre dice que el entrenador forma parte de sus resultados. Él me mueve a seguir trabajando todavía con la gimnasia", afirma.

Pero a la puerta de su taller de Sao Caetano llamó hace poco más de un mes un viejo conocido. Era Diego Hypolito, campeón del mundo de suelo en 2005 y 2007, que tras una carrera que pudo ser brillante llegaba con 30 años a cumplir el sueño olímpico que ya se la había truncado dos veces.

La situación, además, era muy delicada, ya que su entrenador acababa de ser apartado de la selección en el último momento por denuncias de abuso sexual.

Veteranos de los tapices, ambos sentaron las bases de su acuerdo: disciplina y pocas palabras.

"Diego está entrenando conmigo ahora y se concienció de eso, creyó en el trabajo y en que tenía que ser así: yo hablo y él hace. Si le dijera que tenía que tirarse de cabeza lo haría".

Y lo hizo. Hypolito saltó al tapiz de Rio como nunca y conquistó la plata en la final de suelo. Su imagen en el banco llorando junto a Goto los sacrificios de toda una vida se vieron en el mundo.

Aunque con los focos sobre el héroe, el técnico se retiró de nuevo a las sombras. A controlar cada detalle para la final de Zanetti este lunes.

Porque, pase lo que pase, cuando el campeón se cuelgue de las anillas, ahí estará Marcos, haciendo tanta fuerza como él.

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