Al-Attiyah espera su momento

  • Agresivo al volante por naturaleza, el catarí Nasser Al-Attiyah está en este Dakar más manso que de costumbre, a la espera del momento oportuno para lanzar el zarpazo final.

Gerard Soler

San Miguel de Tucumán (Argentina), 12 ene.- Agresivo al volante por naturaleza, el catarí Nasser Al-Attiyah está en este Dakar más manso que de costumbre, a la espera del momento oportuno para lanzar el zarpazo final.

"No tomo ningún riesgo. Trato de mantener el coche de una pieza y acabar sin problemas, aunque pierda algo de tiempo", explica, relajado y sonriente, en el campamento del rally.

Hasta ahora la estrategia le ha funcionado. Marcha segundo en la clasificación a tres minutos y catorce segundos del francés Stéphane Peterhansel, y parece el único capaz de disputarle el trono a 'Monsieur Dakar'.

Pero no todo será paz y tranquilidad en este rally. El catarí planea atacar en la pista cuando se sienta más cómodo, posiblemente en la zona de las dunas blancas de Fiambalá o en Copiapó, en pleno desierto de Atacama.

"Estoy esperando mi momento. Un día, fuera de pista, atacaremos y podemos ponernos en cabeza", señala a Efe.

Este Dakar tiene algo distinto para Al-Attiyah. Por primera vez se siente realmente involucrado en el proyecto del equipo. Es su proyecto.

El príncipe catarí se embarcó en una aventura arriesgada pero apasionante. Obtuvo por un lado el patrocinio de Qatar y Red Bull y un buggy fabricado en California, Estados Unidos.

El propósito estaba claro: formar un equipo profesional para correr el Dakar y el mundial de 'cross country'.

"Es mi proyecto, quiero tener un equipo propio", indica. "Es bonito tener tu propio equipo, no un coche alquilado".

Con el coche alquilado, como él dice, tampoco le ha ido nada mal. Tras correr dos rallys con BMW, en 2010 fichó por el poderoso equipo de Volkswagen, en el que entonces estaba Carlos Sainz.

Ese año estuvo a punto de ganar, pero el madrileño fue más rápido. En 2011 llegó su momento y consiguió su primera corona del Dakar.

El abandono de Volkswagen del Dakar lo obligó a buscar nuevos horizontes. Acabó con un Hummer del equipo del estadounidense Robby Gordon, aunque fue un fiasco.

El coche fallaba más que una escopeta de feria y la falta de profesionalismo desesperó a Al-Attiyah, que abandonó por problemas mecánicos.

Este chasco convenció definitivamente al catarí de que si quería competir de verdad la mejor alternativa era impulsar su propio equipo.

Y para desarrollar el coche eligió a un compañero con un palmarés envidiable, como el español Carlos Sainz.

Aunque es un proyecto a largo plazo, el buen trabajo realizado está dando ya sus frutos. El buggy se mueve como un tuareg en la arena y Al-Attiyah ha conseguido tres triunfos de etapa. Sainz, antes de abandonar en la sexta jornada por una rotura de motor, había ganado dos más.

"Todo el mundo está trabajando duro en este proyecto. Creo que somos el equipo estrella del campamento, porque todo el mundo mira lo qué hacemos en el nuevo coche", asegura con orgullo.

El tiempo dirá si la aventura de Al-Attiyah ha valido o no la pena. Por ahora, espera el momento para atacar.

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