Brenda Castillo, la sensación del voleibol femenino en los Panamericanos

  • Deleitó con su entrega, su carisma y su fe. No hubo pelota que diera por perdida ni partido en el que no mostrara una sonrisa metalizada, la expresión más sincera de alguien que ama lo que hace. Se llama Brenda Castillo, es dominicana y es la sensación del voleibol en Guadalajara.

Antonio Martín Guirado

Guadalajara (México), 21 oct.- Deleitó con su entrega, su carisma y su fe. No hubo pelota que diera por perdida ni partido en el que no mostrara una sonrisa metalizada, la expresión más sincera de alguien que ama lo que hace. Se llama Brenda Castillo, es dominicana y es la sensación del voleibol en Guadalajara.

Con sus 19 años y su 1,67 metros de estatura, la jugadora de Santo Domingo se hizo este jueves con los premios a la mejor defensora, mejor receptora y mejor líbero del torneo. Pero hay quien dice que ese último título se queda corto.

"Es la mejor líbero del mundo", dijo a Efe Yeivic Jiménez, estadístico del equipo dominicano. "Nació con unas cualidades únicas. Nació para jugar al voleibol. Hemos hecho estudios exhaustivos y el conocimiento de la cancha que tiene ella no lo posee nadie".

La megafonía del pabellón la presentaba cada día como la persona "que se ha ganado los corazones de la afición".

"¡Castillo!, ¡Castillo!", ha sido el grito de guerra de los espectadores del Complejo Panamericano de voleibol durante todos los duelos que tuvieron a República Dominicana como protagonista, equipo que acabó el torneo en la cuarta posición tras caer frente a Estados Unidos, que revalidó el bronce de Río 2007.

En los partidos de Guadalajara, los espectadores admiraron el impresionante despliegue de facultades de Castillo, infatigable, incapaz de dar por muerto un solo balón mientras que esté en el aire, aunque sea a ras de suelo.

"Es un don muy especial que Dios me ha dado", declaró la jugadora a Efe, mostrando sin reparo el aparato de ortodoncia que porta para corregir su dentadura. "Me siento muy bien porque sé que 'él' me ayuda a dar lo máximo en cada partido", añadió.

El amor de Castillo por el voleibol nació hace ocho años, cuando los Panamericanos se celebraron en su ciudad natal y República Dominicana conquistó el oro tras derrotar a Cuba en la final (3-2). Ella tan sólo tenía 11 años pero se enamoró del deporte y, en concreto, del juego de la que ahora es su compañera, Milagros Cabral.

"Estuve allí en el torneo y una de mis jugadoras favoritas era Milagros. Pude desarrollarme como atleta y aquí estoy con la selección ahora", explicó con sencillez la joven, procedente de una familia humilde con cuatro hermanas.

"Mi papá trabaja y mi madre es ama de casa; de las cinco hermanas, soy la que tiene más posibilidades de ayudar a la familia y por eso estoy aquí dando lo mejor de mí para aportar con mis ingresos", apuntó Castillo, que abandonó a tiempo los excesos fuera de la pista para concentrarse exclusivamente en el deporte.

"Si Dios me lo permite seguiré trabajando para llegar lejos", declaró este prodigio atlético, admirada por rivales y compañeras, que no cejará en su empeño de llevar a su combinado a disputar unos Juegos Olímpicos.

Ese es su sueño. "Es lo más grande que hay en el voleibol y me sentiría muy agraciada si se me diera esa oportunidad", manifestó.

Juega al voleibol aunque bien podría pasar por una atleta de gimnasia rítmica. Así de ágil y elástica es. Pasa bien, recorre la pista sin afectarle el cansancio, es solidaria con sus compañeras y parece tener el don de la ubicuidad. Pero esa garra y ese instinto no se pueden entrenar.

"Eso es algo que llevo dentro. Tengo confianza en mí misma y mis compañeras me ayudan a desarrollarme de una manera increíble. Pero para hacer esas cosas hay que amar este deporte. Hay que disfrutarlo como yo lo hago", sentenció.

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