Cavendish, en alta velocidad hacia la leyenda

  • Mark Cavendish sumó hoy su decimoséptima victoria en el Tour de Francia y se convirtió en el octavo ciclista que más triunfos ha logrado en la centenaria historia de la ronda gala, un camino que a alta velocidad le conduce derecho a la leyenda del ciclismo.

Luis Miguel Pascual

Châteauroux (Francia), 8 jul.- Mark Cavendish sumó hoy su decimoséptima victoria en el Tour de Francia y se convirtió en el octavo ciclista que más triunfos ha logrado en la centenaria historia de la ronda gala, un camino que a alta velocidad le conduce derecho a la leyenda del ciclismo.

El ciclista de la Isla de Man logró hoy en Châteauroux su segundo triunfo en esta edición, en la misma cuidad en la que en 2008 abrió su palmarés.

Lo hizo un año después de lograr la primera victoria del año pasado, un triunfo que se le resistió y que, una vez logrado, le hizo derrumbarse en lágrimas ante las cámaras de televisión, mostrando un rostro tierno de un ciclista siempre percibido como el "bad boy" del pelotón.

La luna de miel de Cavendish con el Tour de Francia comenzó en Châteauroux. Tenía entonces 23 años y era un desconocido y descarado jovenzuelo procedente de la pista que logró colarse entre los mejores. Por si quedaba alguna duda de que había venido para quedarse, ese año ganó tres etapas más, al año siguiente seis y en 2010 otras cuatro.

Dominador de los esprint en los últimos años, el ciclista ha compaginado su carrera en la ruta con incursiones esporádicas en la pista, para disputar mundiales y Juegos Olímpicos. Así ganó el Mundial de americana en 2008, algo que había conseguido en 2005.

El camino a la leyenda lo ha forjado con una potencia extraordinaria, la de un llegador al viejo uso que apenas se molesta en tratar de superar las montañas.

Ese poso de grandeza lo acompaña Cavendish de una personalidad explosiva y descarada que le ha llevado a multiplicar los enemigos en el pelotón. Su carácter difícil, en contraste con la espléndida sonrisa que suele lucir en el pelotón, le han creado la imagen de un ciclista polémico y amante de la bronca.

Un carácter arisco forjado en la dureza climática y de relieve de la Isla de Man, un pequeño enclave de menos de 600 metros cuadrados propiedad de la corona británica anclado entre Irlanda, Inglaterra y Escocia que mantiene su secular independencia gracias al dinero que fluye por sus ventajosas condiciones fiscales.

En ese peñasco de 80.000 habitantes, el niño Mark se decantó por una práctica, la de la bicicleta, que nada invitaba a practicar.

"Hay dos condiciones para practicar el ciclismo en la Isla de Man: amar el sufrimiento y ser un apasionado", escribe Cavendish en sus memorias, en las que señala que en su país hay "demasiado viento, demasiado frío, demasiadas colinas y demasiadas excusas para hacer otra cosa" antes que montar en bici.

Pero el joven Cavendish optó por ese deporte, que le llevó a abandonar para siempre el empleo en un banco que había ejercido tras abandonar el colegio.

"Ahora que he trabajado en un banco sé que prefiero hacerme 300 kilómetros bajo la lluvia que volver a sentarme detrás de un despacho", asegura el ciclista.

Siempre polémico, provocativo, con una hoja de servicios plagada de insultos, descaros, roces en la pista y enfrentamientos verbales, Cavendish se ha abierto, a base de codazos, un camino hacia la gloria.

En el Tour ya mira de cerca el culotte del luxemburgués François Faber, que amasó 19 triunfos entre 1908 y 1914. Por encima quedan leyendas como Eddy Merckx, Bernard Hinault; André Leducq, André Darrigade, Lance Armstrong y Nicolas Frantz (LUX).

"No me interesan los récords, yo trato de ganar cada día, es mi único objetivo. No me preocupa igualar el récord de Merckx", asegura el británico en referencia a las 34 victorias del belga.

Al final de la etapa, Cavendish aguarda a todos sus compañeros y los felicita uno a uno. Sabe que son el mecanismo necesario de sus triunfos y ganar es lo que más le gusta en la vida.

"Desde niño siempre ha querido ser el mejor en todo, en el fútbol, la danza, la trompeta o el trombón. Es un ganador, un competidor nato", avisa su madre, Adele, como queriendo poner en alerta a los guardianes de los récords inamovibles.

Mostrar comentarios