En la temporada 2003-2004, en su primera época en el Atlético de Madrid, Gregorio Manzano fue capaz de terminar el año en el banquillo rojiblanco, pero no cumplió objetivos. Le habían pedido que fuera capaz de devolver al club a competiciones europeas, pero no paso de un triste séptimo puesto que le condujo a la Intertoto... y fuera del Calderón.
Entonces fue el Málaga quien le reclutó para su proyecto. Si Manzano no cumple en los próximos tres partidos (clasificar al Atlético como primero de grupo para la siguiente fase de la Europa League, ganar al Betis en Liga y eliminar al Albacete en Copa) estará fuera del equipo. Aún haciéndolo... es posible que también.
No quieren repetir esa mala experiencia en el Atlético de Madrid. Los rojiblancos han jugado esta temporada más de una veintena de partidos oficiales. En Liga no pasan de la mitad de la tabla y tienen más cerca los puestos de descenso (a cuatro puntos) que la Europa League (a cinco) y mucho menos la Champions (a diez).
De los quince partidos disputados en la competición nacional, sólo han podido ganar la tercera parte y ante rivales menores: los tres últimos, Racing, Sporting y Zaragoza, además del Rayo Vallecano y del Levante. Otros cinco han disputado en Europa League, con tres victorias, un empate en Francia y una sonrojante derrota en Italia ante el Udinese. En la Copa del Rey, el balance no puede ser peor. Tendrán que remontar al Albacete la próxima semana después de perder ante el equipo de Segunda B por 2-1 en la ida hace siete días.
Sus problemas personales con Reyes tampoco están ayudando a mejorar su imagen en el palco del Calderón. Desde que una cámara descubriera al utrerano insultándole después de un cambio, Manzano ha dejado de contar con él y se ha convertido en un problema en vez de en uno de los puntales del equipo.
Es una semana a vida o muerte la que se presenta para Manzano. Cualquier tropiezo en cualquiera de las tres competiciones provocará su destitución inminente, aunque él pide que le dejen terminar el trabajo que ha comenzado. Es lo que se llama, vivir con la soga al cuello.
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