"Lamentablemente hoy me toca irme, pero quiero dejar claro que ese nunca fue mi deseo. Como cualquier persona que trabaja, siempre he querido progresar. Después de ganar la Décima me fui al Mundial con la esperanza de recibir un gesto de la Directiva, algo que nunca llegó", con esta palabras se despidió Di María del Real Madrid después de ser un hombre clave en la consecución de la Décima.
Él pensó que su trascendencia en el año del doblete, donde fue uno de los mejores jugadores del Real Madrid, tendría una recompensa económica pero Florentino no cedió a las exigencias de un jugador al que Ancelotti comprendió desde el primer día y le echó un capote cuando se acomodó los genitales en un partido de Liga ante el Celta en el Bernabéu. Tras la llegada de Bale, Di María se sintió suplente, jugó con desencanto y el estadio madridista se lo recriminó tras ser sustituido. Tras la bronca, el técnico italiano le buscó una nueva ubicación en el once titular y comenzó a brillar.
Pero el máximo mandatario blanco no perdonó. Movido por las ofertas multimillonarias más seductoras, el argentino puso rumbo a Manchester después de que el conjunto inglés pusiera encima de la mesa 75 millones de euros (más cinco en variables). El traspaso del argentino se convertiría en el más caro de la historia de un club que no acostumbra a vender a niveles tan exacerbados.
Tras un año gris en el United, ha recalado en un PSG que se enfrentará al Real Madrid en la fase de grupos de la Champions League. Ahí, Di María podrá despedirse de una afición que le respetó y le criticó a partes iguales. ¿Cómo será recibido?
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