El fútbol sale al rescate para aparcar el plebiscito

  • El fútbol silenció a los tambores de guerra que, desde hace una semana, retumban en el convulso entorno azulgrana y el Camp Nou, contagiado por el buen juego desplegado por los suyos, no se pronunció sobre la turbulenta situación institucional y deportiva por la que pasa el club.

Víctor Martí

Barcelona, 11 ene.- El fútbol silenció a los tambores de guerra que, desde hace una semana, retumban en el convulso entorno azulgrana y el Camp Nou, contagiado por el buen juego desplegado por los suyos, no se pronunció sobre la turbulenta situación institucional y deportiva por la que pasa el club.

Se esperaba un plebiscito y, finalmente, el aficionado azulgrana lo aplazó para disfrutar de la fiesta ante el Atlético de Madrid (3-1), en la que el plantel entrenado por Luis Enrique Martínez puso la música del que, sin ninguna duda, fue el partido más completo de la temporada.

El balón entró y los pañuelos solo salieron de los bolsillos de las 81.658 almas presentes en el estadio para protestar airadamente por las decisiones del arbitro Undiano Mallenco, actor secundario en un encuentro que se enmarañó, sobre todo en el segundo tiempo, por la intensidad, a veces un tanto desmesurada, de los de Simeone.

Y es que el socio azulgrana fue un espejo de su equipo: intenso, conectado, apoyando a los suyos sin concesiones, evitando las disputas internas y, sorprendente, aislado de todo lo acontecido en una semana para olvidar.

La concentración de la zaga maquilló la destitución de Andoni Zubizarreta como director deportivo. El sacrificio de los volantes -hoy menos protagonistas que nunca- aparcaron el anuncio de convocatoria de elecciones. Los goles de Neymar y Luis Suárez hicieron olvidar el naufragio de Anoeta. Y la magia de Messi cosió las herida abierta que existe entre él y el técnico Luis Enrique Martínez.

En el día que recibió el trofeo que le acredita como máxima goleador histórico de la Liga, el astro argentino participó en todos los goles del partido. Inició el primer tanto de Neymar, creó con un eslalon veloz el segundo de Luis Suárez e, incluso, cometió el penalti a Gámez transformado por Mandzukic, todo ello sin olvidarse de su particular cita con el gol que sentenció el partido.

En definitiva, el buen fútbol, esa herramienta indispensable que ha acompañado al Barcelona de los últimos años, reapareció en el Camp Nou para reanimar a una institución tocada y casi hundida por lo acontecido en la última semana.

Y eso que Luis Enrique aparcó el fútbol control para dar protagonismo a las transiciones rápidas, todo ello para explotar el poderío ofensivo de los tres tenores -Messi, Neymar y Suárez-, autores de los tantos de su equipo.

En su versión más vertical, los azulgrana consiguieron vencer al vigente campeón de Liga, algo que no había sucedido en los seis partidos disputados la temporada pasada.

Sacrificó Luis Enrique el toque de los volantes y, no por ello, el Camp Nou dejó de disfrutar de la propuesta futbolística de los suyos.

En un primer tiempo sobresaliente, se demostró que el Barcelona camina discretamente hacia un cambio de estilo, adaptado a una plantilla pensada para ser letal en las áreas. Un fútbol no apto para amantes del toque. Un fútbol, alejado del virtuosismo de antaño, aunque suficiente para competir ante rivales de nivel.

Y es que a excepción del naufragio sufrido en el Bernabéu, el equipo de Luis Enrique, débil ante las segundas espadas, ha superado esta temporada los duelos ante equipos de entidad (PSG, Sevilla, Valencia y Atlético de Madrid).

También supieron sufrir los azulgrana que, tras un primer tiempo inmaculado, suplieron el cansancio a base de concentración defensiva para evitar las acometidas de los 'colchoneros' tras el tanto de Mandzukic.

El balón volvió a entrar y las aguas del Camp Nou se calmaron (de momento). Luis Enrique, la plantilla y la directiva ganaron tiempo gracias al fútbol, que resucitó de la nada para reflotar una nave a la deriva.

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