El 'Jordan' que murió gritando su inocencia

  • Ralph Beard era el mejor base de finales de los 40 y comienzos de los 50, un genio lleno de fiereza competitiva. Crecido en el seno de una familia terriblemente pobre, cogió un puñado de billetes de un apostante cuando jugaba en la Universidad de Kentucky. Le condenaron a perpetuidad sin darle una segunda oportunidad. Tal día como hoy hace cuatro años murió, marcado para siempre. Defendió su inocencia hasta el último día.
Quique Peinado

A Ralph Beard, el base de la Universidad de Kentucky, un tipo del que no sabía demasiado le metió unos billetes en el bolsillo de la chaqueta un día de finales de los 40. El chico, pobre desde pequeño, los aceptó pensando en su madre, que lo había criado sola limpiando seis casas a la vez. Aquel tipo era un apostante que estaba captando jugadores que amañasen partidos.

Beard era el mejor base del país. La NBA lo esperaba: ese mismo 1949, tras dos títulos de la NCAA y la medalla de oro en los Juegos Olímpicos del 48, se convertía en el base titular de los Indianapolis Olympians. En su segunda temporada era elegido para el All Star y en el Quinteto Ideal de la competición. Sin embargo, ese año se acabó su carrera.

Maurice Podoloff, comisionado de la NBA, sancionaba a Beard y dos ex compañeros suyos de la Universidad de Kentucky sin poder jugar nunca más al baloncesto profesional por haber amañado partidos en su etapa universitaria. La liga de béisbol, deporte en el que también había destacado Beard, también le prohibía jugar para siempre.

Beard se declaró culpable de haber cogido el dinero: "Nunca tuve dos dólares. Crecí sin saber si tendríamos para comer al día siguiente", declaraba. 700 pavos eran demasiados para resistirse, aun sabiendo que era ilegal. "Pero nunca amañé un partido. Jamás. Tengo demasiado orgullo para eso", añadía siempre.

A comienzos de los 50, para los Estados Unidos era muy difícil resistirse a condenar sin perdonar. El macarthismo perseguía comunistas y las sospechas eran suficiente. Estados Unidos era la Tierra de las Oportunidades, pero no concedía una segunda oportunidad a nadie.

Beard no fue condenado por la justicia por aceptar un soborno, pero el baloncesto decidió que nunca jamás le iba a dejar volver. Su carrera estaba muerta. Pensó en el suicidio.

Con la vergüenza a cuestas, Beard rehizo su vida marcado para siempre con la etiqueta de tramposo. Su esposa se divorció de él, pero encontró a Betty, la mujer con la que compartió su vida hasta el final. "Me quitaron el baloncesto. No es como si me hubieran quitado a mi mujer o a un hijo, pero esto se irá conmigo a la tumba", decía Beard.

Bobby Knight, polémico entrenador universitario pero un hombre de convicciones rectas, metió a Beard un día en el vestuario de su equipo, los 'Hoosiers' de Indiana, y se lo puso a sus jugadores como ejemplo moral: "Este hombre era el Michael Jordan de su época", les dijo.

Su esposa Betty, como toda la gente que lo conocía, siempre creyó en su inocencia, pero lo protegió de batallar contra su leyenda negra. Se negó a que escribiera su biografía: "Eso es pasado. No tiene por qué revolverlo", dijo. Knight maniobró para que entrara el Hall of Fame del baloncesto, pero su candidatura siempre caía antes de llegar al tribunal definitivo.

Murió, un día como hoy hace cuatro años, con la conciencia de que el baloncesto nunca creyó en su inocencia. Es imposible saber si mentía o no, aunque nunca hubo pruebas contra él. Pero está claro que el tiempo ha demostrado que un hombre de su bondad merecía una segunda oportunidad.

Mostrar comentarios