El legado olímpico de Pekín se desvanece cinco años después

  • Tal día como hoy de hace cinco años, la ciudad de Pekín inauguró sus Olimpiadas, un magno acontecimiento que internacionalizó la ciudad y la dotó de ambiciosas infraestructuras, pero cuyo legado se va desvaneciendo con el tiempo, mientras aumentan la polución y los problemas sociales.

Antonio Broto

Pekín, 8 ago.- Tal día como hoy de hace cinco años, la ciudad de Pekín inauguró sus Olimpiadas, un magno acontecimiento que internacionalizó la ciudad y la dotó de ambiciosas infraestructuras, pero cuyo legado se va desvaneciendo con el tiempo, mientras aumentan la polución y los problemas sociales.

La Pekín actual es una ciudad con mejores infraestructuras de transportes, más rascacielos y millonarios estadios que la de antes de aquel recordado 8 del mes 8 de 2008, pero sigue siendo menos popular en el exterior que su "rival" Shanghái (que tuvo una Expo Universal en 2010) y no ha logrado acabar con problemas que ya tenía antes de aquella cita, como la polución o los atascos.

Este año la ciudad dio la cara ante sus problemas medioambientales y decidió medir por primera vez las partículas de menos de 2,5 micras (las más nocivas según los expertos) en su atmósfera, pero ello no ha traído mejorías, sino mayor preocupación de los ciudadanos.

Muchos días, especialmente en invierno, la concentración de partículas contaminantes tiñe de marrón el cielo y las cifras son tan alarmantes que las autoridades recomiendan a los ciudadanos no salir de casa salvo lo estrictamente necesario.

Los autos, al parecer el principal causante de esa polución (muchas fábricas altamente contaminantes se trasladaron a la vecina provincia de Hebei, que ahora tiene las cinco urbes con peor aire del país) siguen siendo el gran problema, pese a las medidas que Pekín inició en los JJOO para reducir su uso.

Los pequineses tienen prohibido conducir sus coches privados un día a la semana (no siempre el mismo, depende del número de su matrícula) y el ayuntamiento ha limitado mucho la emisión de nuevas placas, hasta el punto de que éstas se sortean y conseguirlas es muy complicado (esta semana se cazó a una celebridad pequinesa que las había llegado a falsificar, dada esa dificultad).

Al mismo tiempo, la ciudad ha multiplicado su antaño insuficiente red de metro (tenía dos líneas cuando fue elegida para acoger los Juegos en 2001, y ahora tiene 17, siendo la segunda mayor red del mundo) y ha fomentado el uso de la bicicleta eléctrica, pero los atascos y el humo de los tubos de escape continúan.

Por otro lado, la cita olímpica, y la atracción que produjo en muchos otros campos, llenó la capital de grandes obras de arte contemporáneo como la terminal 3 del aeropuerto (obra de Norman Foster, la mayor del mundo), la sede de la televisión estatal (un diseño casi imposible de Rem Kolhaas) o el Teatro Nacional, con forma ovoidal, de Paul Andreu.

Pero el uso de algunos de esos edificios ha sido complicado de adaptar a los años "de resaca" posteriores a los Juegos: ha pasado sobre todo con las más espectaculares instalaciones deportivas del Parque Olímpico, que en el lustro transcurrido se han usado cada una, como mucho, una veintena de veces.

El Estadio Olímpico, ese impresionante nido de Herzog & De Meuron, no suele acoger más de uno o dos partidos de fútbol por año (el próximo sábado, para conmemorar el aniversario, jugarán en él leyendas brasileñas como Romario, Bebeto o Zico), aunque se espera que recupere sus galas en 2015, con el Mundial de Atletismo.

El equipo de fútbol local, Beijing Guoan, sigue prefiriendo disputar sus partidos en el céntrico Estadio de los Trabajadores, más cerca de sus aficionados, y hasta la selección china, que no jugaba en Pekín desde hace una década, escogió esta sede más modesta para su retorno a la capital el pasado junio, ante Holanda.

Al lado del Estadio Olímpico, el Cubo de Agua, que vio a Michael Phelps ganar ocho oros, sigue siendo un imán de turistas, pero en su interior apenas hay competiciones deportivas.

Es más popular el parque acuático que ahora tiene, con toboganes para los más pequeños, y el hecho de que sus trampolines este año acogieron una versión china de los concursos en los que famosos se lanzan al agua.

En todo caso, todavía quedan en Pekín vagos recuerdos de que hace cinco años fue la capital deportiva del mundo durante tres semanas (por ejemplo, la bandera olímpica todavía es visible en algunas calzadas, las que tenían un "carril olímpico" reservado a atletas y periodistas).

Su aeropuerto es hoy ya el que más tráfico aéreo recibe del mundo, su estilo es más cosmopolita que entonces y sus rascacielos, mezclados con palacios imperiales y el aire rural de sus calles tradicionales, la mantienen como una ciudad muy digna de ver, eso sí, los días en que el "smog" lo permite.

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