El Marsella, Europa como bálsamo

  • El Olympique de Marsella, que se medirá al Bayern de Múnich en cuartos de final de la Liga de Campeones, juega la máxima competición continental como un bálsamo de una temporada tormentosa en la que se arriesga incluso a quedar fuera de Europa la próxima temporada.

Luis Miguel Pascual

París, 16 mar.- El Olympique de Marsella, que se medirá al Bayern de Múnich en cuartos de final de la Liga de Campeones, juega la máxima competición continental como un bálsamo de una temporada tormentosa en la que se arriesga incluso a quedar fuera de Europa la próxima temporada.

Contra pronóstico, los hombres de Didier Deschamps han avanzado hasta los cuartos de final que no jugaban desde que en 1993 se hicieron con el trofeo, un dato que muestra que la gloria del club francés es cosa de otra época.

En esta temporada han vivido un momento dulce en la máxima competición continental, pero no exento de los altibajos que muestra el club.

Lograron el pase a octavos en el último instante de la fase de grupos gracias a una victoria trabajada en el campo del Borussia Dortmund con dos tantos conseguidos en los últimos cinco minutos del último partido.

El pase a octavos lo consiguieron con dos tantos marcados en el descuento, el primero en su estadio obra de Ayew y el segundo y decisivo en el Giuseppe Meazza del brasileño Brandao.

El club se metió entre los ocho mejores del continente pese a que en su liga tiene problemas para estar en ese reducido grupo, símbolo de la irregularidad que presenta un equipo construido para más altas ambiciones.

Por eso Europa aparece como bálsamo en una temporada en la que el equipo se ha abonado a las copas. Además de la Liga de Campeones, el club, desastroso en liga, está clasificado para la final de la Copa de la Liga y para cuartos de la Copa de Francia.

Síntoma de un equipo convulso que sobrevive a golpes de genio tan puntuales que le otorgan una imagen de debilidad.

El equipo mantiene las bases de la formación que hace dos años cimentó Deschamps y que ganó el título liguero, pero apenas se ha reforzado desde entonces.

La muerte del propietario del club Robert Louis-Dreyffus en 2009 supuso un severo freno a la inversión en el club, que de la mano de su viuda y heredera ha visto reducido su presupuesto, que esta temporada se situó en los 140 millones de euros.

Pocos fichajes, el equipo incluso se vio obligado a vender en el mercado invernal al argentino Lucho González, su mayor salario y poco utilizado por el entrenador.

Así, el Marsella sobrevive gracias a la solidez de su meta Mandanda, al aporte del lateral derecho español César Azpilicueta, a menudo el mejor de su equipo, al desparpajo de los centrocampistas Amalfitano y Valbuena y a los golpes del brasileño Brandao o del ghanés Ayew.

Unos medios que no le han impedido encadenar cinco derrotas que han marcado el divorcio con una afición que se agarra como un clavo ardiendo a Europa.

Los marselleses sueñan con una gesta de su equipo en la máxima competición. Son el único equipo francés que la tiene en sus vitrinas, aunque data de los años en los que de la mano del multimillonario Bernard Tapie se codeaban con los mejores del continente.

Era una época en la que el club tenía a Deschamps en el campo, acompañado de nombres prestigiosos como Basile Boli, autor del tanto de la victoria, Fabien Barthez, Joselyn Angloma, Marcel, Desailly, Boksic o Rudy Völler.

Dos años antes, el club había perdido la final contra el Estrella Roja de Belgrado de Robert Prosineski.

Una época que acabó de forma convulsa, con la condena del equipo por comprar partidos en su campeonato, el oprobio del fútbol Mundial y con Tapie entre rejas y arruinado.

Relegado a segunda división, el club no se ha repuesto de aquel encontronazo. La victoria en la liga en 2010 pareció devolver el esplendor al club, pero ahora sólo le queda el sueño de Europa para lamerse las heridas.

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