Media tarde de un sábado de abril en la capital. El Palacio de los Deportes registra una buena entrada y Estudiantes vuelve a perder, esta vez ante Power Electronics Valencia. Pero la noticia, a esta hora, está en otro de los templos del deporte madrileño. El Real Madrid ha caído dos a tres ante el Zaragoza y Mourinho pierde dos partidos en casa en un mes.
El Sporting de Gijón había acabado con la extraordinaria fortaleza de los equipos del entrenador portugués en casa, nueve años sin derrotas. Aquel sábado soleado, la historia se repitió. Casillas y Sergio Ramos ofrecían la recién conquistada Copa del Rey–la réplica no accidentada- a su afición; al cabo de dos horas, la celebración era una fiesta exclusiva de una veintena de personas sobre el campo y una pequeña porción en lo alto del castillo madridista, todas con un escudo distinto.
Lafita, Gabi, Uche, Ponzio o Lanzaro conseguían una victoria trascendental para la salvación del Zaragoza. Casi un año después, ya sin Javier Aguirre en el banquillo, la situación es crítica en todos los estratos del club y la economía solo permite cesiones de subsistencia como la del malaguista Apoño para intentar remontar la última posición en la tabla.
Acuciado por la mala imagen del primer tiempo y la sorprendente "mala pata" de un Casillas mediocre, el Real Madrid se lanzó a última hora en pos de una remontada estéril. Se perdían tres puntos y al Barcelona se le abría una autopista sin límite de velocidad con la que acelerar hacia la Liga.
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