España recibe el cariño de Curitiba con más de mil aficionados en Cajú

  • La selección española abrió las puertas de su segundo entrenamiento en la ciudad deportiva 'Cajú', donde la grada del campo principal se quedó pequeña para acoger a más de mil aficionados, que aguardaron el momento durante cerca de cuatro horas escoltados por amplias medidas de seguridad.

Curitiba (Brasil), 10 jun.- La selección española abrió las puertas de su segundo entrenamiento en la ciudad deportiva 'Cajú', donde la grada del campo principal se quedó pequeña para acoger a más de mil aficionados, que aguardaron el momento durante cerca de cuatro horas escoltados por amplias medidas de seguridad.

Hasta el 'cuartel general' de la Roja en Curitiba se desplazaron 300 miembros de la policía militar. La ciudad deportiva Alfredo Gottardi era rodeada por una fila humana ante la que se posicionaba en paralelo otra de policías perfectamente equipados con chalecos antibalas y pistolas preparadas, en una imagen impactante antes de un entrenamiento.

Los aficionados fueron llegando para esperar durante horas la apertura de puertas. La lluvia les respetó, no el frío al que bien están acostumbrados en esas tierras al sur de Brasil donde el invierno es más crudo y apenas da respiro. Era un día especial para los más de mil aficionados, aún más para un puñado de españoles que tras abandonar su país veían como su selección acudía a pocos metros de su casa.

El entrenamiento abierto era gratuito pero hacía falta una invitación. Sólo se repartieron 300 y la avalancha de gente hacía prever problemas si alguien no tomaba una decisión con rapidez. La Real Federación Española de Fútbol lo hizo. Trasladó el entrenamiento al único campo con una pequeña grada con capacidad para 1.500 espectadores y pudieron abrir las puertas a la ordenada entrada de los seguidores.

Todos pasaron un control policial, fueron cacheados antes de acceder a ver un entrenamiento con colorido de una hora de duración. Comenzó con un acto publicitario de Cruzcampo sobre el césped, con un corazón de la afición representado en una gran pancarta de escudos enviados por aficionados que movieron los jugadores y cuyo último escudo puso el capitán Iker Casillas, al que cortaron el de su camiseta entre las risas de Pepe Reina, Sergio Ramos y David Villa por la cara del portero cuando vio las dimensiones de la tijera.

La imagen la dejó un niño intrépido que desafió a todo el control policial y de seguridad que va con la selección. Saltó de la grada y corrió sin mirar atrás hasta llegar a su ídolo Gerard Piqué. Se abrazó a él y recibió un premio que guardará como un tesoro, la sudadera con la que había entrenado el central.

Fue la tarde en la que la selección española lejos de la animadversión que se esperaba por el tema Diego Costa y su decisión de jugar con la Roja, encontró el cariño del pueblo brasileño. En los partidos espera algo diferente. En todos los de la Copa Confederaciones hace un año los tuvo en contra. Era el respeto al campeón del mundo, la seña de que son temidos.

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