¿Está el conservador Catar preparado para acoger la juerga de la Copa del Mundo?

  • El alcohol, la homosexualidad o las demostraciones de amor en la calle no están bien vistas en Catar, el país elegido para albergar la Copa del Mundo de Fútbol de 2022. Las costumbres religiosas de éste país árabe son un enorme desafío. A los catarís les quedan unos años para cambiar su mentalidad... ¿podrán albergar a miles de eufóricos turistas?
Ken Shulman, Doha (Catar) | GlobalPost

El pasado mes de diciembre Catar logró hacerse con la organización del Mundial de Fútbol de 2022, el mayor espectáculo deportivo del mundo, triunfando en la votación final sobre el otro finalista favorito, EEUU.

Pero a este pequeño país árabe de costumbres religiosas conservadoras todavía le queda por delante un desafío importante, ya que se tiene que preparar para acoger una competición que dura un mes y que atrae a miles de seguidores del fútbol de todo el mundo, muchos de ellos acostumbrados a beber generosamente y mostrar su afecto en público.

Este es el nuevo reto al que se enfrenta un reino que, coincidiendo con la expansión de su influencia internacional, ha tenido que hacer en los últimos años unos complejos malabarismos para combinar tradición y reformas. Pero quizás esta sea una de las coyunturas más problemáticas.

“Sentimos que esto es maravilloso”, asegura Adil Albuainain, director general de Dolphin Energy, un suministrador de gas natural con sede en Catar. “Hemos trabajado duro para convencer al mundo de que tenemos derecho a acoger este torneo. Ahora tendremos que hacer un gran cambio en nuestra mentalidad, no sólo en Catar, pero en toda la región”.

Con 1,6 millones de habitantes en un territorio en forma de lágrima del tamaño de Bélgica, Catar intenta hacerse un hueco en la escena internacional desde que su emir, el jeque Hamad bin Jalifa Al Thani, fundó la cadena de noticias Al Jazeera en 2006.

Cinco años más tarde, el nombre de la capital catarí se escuchó en todo el mundo al acoger la Ronda de Doha de las negociaciones de la Organización Mundial del Comercio. Más recientemente, Doha ha sido la ciudad elegida para formalizar acuerdos de paz entre las facciones enfrentadas en Chad, Sudán y el Líbano. Catar mantiene buenas relaciones con Irán, su vecino justo en la otra orilla del Golfo Pérsico, y también tuvo buenas relaciones comerciales con Israel hasta la ofensiva de Gaza en 2008.

“Catar se considera un árbitro de la política regional”, asegura Matthew Lorimer, un organizador de eventos británico que ayudó a Catar a planificar la ceremonia de apertura de los Juegos Asiáticos de 2006. “Ya ha acogido importantes conversaciones de paz, cumbres económicas y demás. El Mundial de Fútbol de 2022 encaja en lo que es esencialmente su planteamiento global”.

El torneo del 2022 supondrá un nuevo capítulo en la incursión global catarí. Los logros diplomáticos del país hasta ahora han sido actos de alto nivel, pero exclusivos, con  acceso limitado de prensa y público. Pero el Mundial es un espectáculo ingente, que atrae una enorme cantidad de medios y visitantes, algo para lo que el antiguo protectorado británico no está muy bien preparado.

“Hay muchas personas que creen que los del mundial vendrán a cambiar nuestra cultura, nuestra forma de vida”, reconoce Muhammad Blushi, del Ministerio de Cultura. “Mucha gente, especialmente la gente mayor, tiene miedo”.

La forma en que Catar ha sorteado la Primavera Árabe es una muestra de su cautelosa aproximación al cambio. Fue el primer país árabe en colaborar con la OTAN para establecer una zona de exclusión aérea en Libia, y tiene una base permanente del Ejército de EEUU en su territorio. Pero también envió tropas para respaldar a la monarquía en peligro del vecino Bahréin.

El país es igualmente ambivalente en sus asuntos domésticos, ofreciendo a sus ciudadanos generosos beneficios sociales y mayores libertades que la mayoría de sus vecinos del golfo, pero controlando férreamente la libertad de expresión. Monarquía hereditaria, no permite los partidos políticos.

El alcohol, la homosexualidad y la mayor parte de las demostraciones públicas de afecto están prohibidos. Incluso la cadena Al Jazeera, reconocida por informar de manera crítica en otros lugares de Oriente Medio, mantiene un perfil bajo cuando trata asuntos de su propio país.

“Cuando llegas a vivir aquí, tienes que recordarte que estás en su territorio, y que tienes que hacer las cosas a su manera y respetar su manera de conceder licencias, sus exigencias para los visados o incluso el modo de apretar las manos”, advierte Lorimer, que recuerda cómo tuvo que pagar la fianza de varios compañeros de trabajo extranjeros porque detectaron alcohol en su aliento en 2006. “Si intentas que las cosas se hagan a tu manera, no durarás ni cinco minutos”, asegura.

Con un coste estimado de unos 45.500 millones de euros, los planes para Catar 2022 incluyen nueve estadios de fútbol totalmente nuevos, así como un aeropuerto y un puerto marítimo, un puente a Bahréin y una ciudad totalmente nueva para albergar la final del mundial. Una de las propuestas que presentaron plantea estadios modulares que pueden ser desmantelados y enviados a países en desarrollo después de la competición. Otra hipótesis de trabajo incluye una especie de nubes mecánicas que darán sombra a los campos de juego durante los partidos, que se celebrarán en verano a más de 38 grados.

Pero costará algo más que imaginación e infraestructuras públicas preparar a esta sociedad tradicional para el choque cultural que probablemente llegará con el Mundial de Fútbol. Aún así, el mismo fantasma de la invasión extranjera que asusta a los cataríes de más edad despierta esperanzas de cambio político y reformas sociales entre los jóvenes. Muchos de estos últimos participan en foros online, escriben blogs, visten ropas de estilo occidental y acuden a universidades en Gran Bretaña, Canadá y EEUU.

“Si abres el país a gente e ideas de otras culturas, va a haber más libertad”, asegura Khaled al Jabar, un ex periodista que ahora realiza un doctorado en Ciencias Políticas en Leicester (Inglaterra). “Ya está ocurriendo con internet, con la televisión por satélite y con la economía global. Ahora, con este Mundial de Fútbol, no podrán seguir jugando al viejo juego; tienen que abrirse a la democracia y al respeto de los derechos humanos”.

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