Jugar contra un equipo ruso en el mes de febrero nunca es fácil. Además de las adversas condiciones meteorológicas que esperan al equipo visitante, propias de estas alturas de año, siempre está la incógnita del rendimiento de los locales. El Athletic lo sufrió en sus carnes.
Los clubes rusos, como el Lokomotiv ahora, están en pretemporada con la vista puesta en el comienzo de su liga. Lo habitual es que con el paso de los minutos bajen su rendimiento y se imponga el mayor ritmo de competición de los contrarios, equipos que a estas alturas han sobrepasado el ecuador de su temporada. En el estadio Luzhniki se asistió a algo novedoso: los rusos se impusieron gracias a su físico a un Athletic desfondado.
Los de Bielsa son siempre fieles a su estilo, jueguen donde jueguen y ante el rival que sea, sin distinciones. Con su alineación habitual, un once que ya recitan de memoria los aficionados, los bilbaínos dominaron la primera mitad con su fútbol intenso, combinativo y veloz. El premio lo obtuvieron tras una maravillosa jugada de Susaeta, que recorrió más de cuarenta metros con el balón pegado al pie y regateó a dos rivales antes de ceder a Muniain la resposibilidad de abrir el marcador.
La segunda mitad pintaba de manera inmejorable para el Athletic: 0-1, contra un rival que está en pretemporada, y la nieve había dejado de caer. Todo se torció al cuarto hora, cuando Caicedo provocó un ingenuo penalti de Aurtenetxe. Glushakov lo transformó, y con ese gol, con el empate, el partido cambió por completo. Los jugadores del Lokomotiv tenían las piernas frescas, mientras que los vizcaínos acusaron el cansancio acumulado de una temporada en la que los minutos apenas se han repartido.
Los hombres de Bielsa sintieron el tanto ruso como un golpe en el estómago, y no fueron capaces de reaccionar. El propio Caicedo aprovechó un error de Amorebieta en un despeje para adelantar al Lokomotiv, un segundo puñetazo que hizo mucho daño a la moral de los rojiblancos, que dieron evidentes muestras de desconcierto hasta el final del partido
Falta del encuentro de vuelta en San Mamés, donde la historia será diferente. Allí, con la afición apoyando, los hombres de Bielsa se olvidarán de los kilómetros que acumulan esta campaña, pero el agotamiento no desaparece si no es con descanso. Y el Athletic está cansado.
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