Fútbol contra las pistolas en el convulso sur de Filipinas

  • Medio millar de niños desfavorecidos han encontrado en el fútbol una alternativa a las pistolas y la violencia en la convulsa isla filipina de Sulú, un territorio sin ley donde operan la guerrilla musulmana y los terroristas islamistas de Abu Sayyaf.

Eric San Juan

Manila, 18 ago.- Medio millar de niños desfavorecidos han encontrado en el fútbol una alternativa a las pistolas y la violencia en la convulsa isla filipina de Sulú, un territorio sin ley donde operan la guerrilla musulmana y los terroristas islamistas de Abu Sayyaf.

Desde hace más de un año, miembros del cuerpo de marines filipinos desplegados en la isla para combatir a los insurgentes, dedican parte de su tiempo a los niños de las comunidades más desfavorecidas, a los que, con la ayuda de un balón, transmiten valores como la disciplina, la deportividad y el compañerismo.

"En Sulú, impera la cultura de las armas, todos tienen pistolas o sueñan con tenerlas, incluso es frecuente ver a niños que pertenecen a las guerrillas del Frente Moro para la Liberación Islámica (FMLI). Con el fútbol, les ofrecemos una nueva perspectiva, les enseñamos que en la vida hay otras opciones", explica a Efe el comandante Stephen Cabanlet, principal impulsor de la iniciativa.

Según el comandante, el programa, hoy integrado como una de las actividades oficiales de los marines, comenzó como un juego entre los soldados y los niños.

"Durante años, acostumbrábamos a llevar un balón a los lugares donde nos desplegaban y jugar al fútbol para descargar tensiones. Los niños se nos acercaban y terminábamos jugando juntos, pero no era nada formal", relata.

Fue el año pasado cuando Cabanlet decidió convertirlo en un programa oficial de la Marina que ha permitido a un grupo de niños de entre 9 y 11 años viajar a Manila, a más de 1.000 kilómetros de distancia, para disputar un torneo.

El objetivo final es ampliar los horizontes de los pequeños y ayudarles a conseguir becas para estudiar gracias al fútbol, como ya ha ocurrido con dos de ellos.

"No es el trabajo principal que nos han asignado, nos envían allí para luchar, pero esto también ayuda a conseguir la paz. Eran los propios niños los que venían a nuestro campamento y nos pedían que jugáramos con ellos o que les prestáramos el balón. No podíamos negarnos", dice el militar.

Aunque al principio fue difícil porque muchos pequeños no habían visto nunca una pelota de fútbol y desconocían las reglas del juego, con paciencia el programa fue dando sus frutos y cada vez más niños y niñas fueron uniéndose.

"Algunos son hijos de guerrilleros y les piden a sus padres que no nos disparen porque somos sus amigos del fútbol. Otros niños están muy cercanos a Abu Sayyaf o están en su punto de mira para ser reclutados, así que el fútbol es una buena alternativa", subraya Cabanlet.

Además de ofrecer una perspectiva diferente a los pequeños, el comandante sostiene que el balompié también está contribuyendo a tender puentes entre clanes familiares enfrentados y acostumbrados a resolver sus disputas a tiros.

"Muchas de las familias de Sulú participan en guerras de clanes, conflictos territoriales entre distintos pueblos, y hay tiroteos a menudo. El fútbol es una manera de frenarlo. Cuando organizamos un torneo, niños de clanes enfrentados juegan juntos y se hacen amigos. Son inocentes, simplemente disfrutan del juego y eso ayuda a que sus padres acerquen posturas", asegura el marine.

La respuesta positiva de los progenitores es una de las mayores satisfacciones de Cabanlet, ya que temía que mostraran recelos al ver a los niños pasar tanto tiempo con los marines, todavía vistos por muchos musulmanes como el enemigo.

"Me sorprendió lo agradecidos que están. Han visto que sus hijos han mejorado su comportamiento gracias al fútbol y son más disciplinados en la escuela. Saben que están en buenas manos con nosotros", comenta.

El principal problema con el que se encuentran es la falta de fondos, por lo que han lanzado una campaña a través de la web filipina Rappler para conseguir antes de que termine agosto la donación de 2.000 balones.

"Nos quedan aún 994", apunta el militar.

Los marines también han impulsado la formación de entrenadores de fútbol autóctonos para que el programa continúe si se alcanza la paz con el FMLI y el grueso de los marines abandona la isla.

"No quiero que el fútbol muera si nosotros nos vamos, quiero que permanezca. Quién sabe, a lo mejor en unos años un niño de Sulú puede jugar en uno de los grandes clubes de España", afirma el militar.

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