GP Hungría: la carrera en que Michael Schumacher y Ross Brawn demostraron que se puede ganar sin adelantar

    • En 1998, un cambio de estrategia ideado por Ross Brawn y el gran pilotaje de Michael Schumacher permitieron al alemán lograr una victoria que el sábado parecía imposible.
    • El heptacampeón del mundo salió tercero en parrilla de salida y, ante la imposibilidad de adelantar a los dos McLaren de Coulthard y Hakkinen, apostó por confiar en su ingeniero.
Michael Schumacher por delante de David Coulthard en el GP de Hungría de 1998
Michael Schumacher por delante de David Coulthard en el GP de Hungría de 1998

Dieciseis de agosto de 1998. El circo de la Fórmula hace escala en Hungría, decimocuarta prueba de un Mundial que cuenta con dieciocho citas. Por aquel entonces el piloto finés Mika Hakkinen, de la escudería McLaren, era líder destacado del campeonato con 76 puntos, por los 60 de un Michael Schumacher que en las dos carreras anteriores había visto cómo su intento de remontada se quedaba en agua de borrajas.

La victoria para el alemán era imprescindible si quería mantener sus opciones de ser campeón, pero las cosas no pintaban nada bien tras los entrenamientos libres y oficiales de viernes y sábado. Los dos McLaren habían acabado primero y segundo. Mika Hakkinen saldría primero, acompañado de su fiel escudero, el escocés David Coulthard que, sin duda, intentaría taponar a todos los rivales para que el finés pudiera escaparse hacia la victoria.

Schumacher salía tercero. Pese a que su puesto en la parrilla estaba en la zona limpia, la salida de las dos 'balas plateadas' fue perfecta. El alemán se tuvo que conformar con su tercer puesto. Insuficiente de cara al Mundial. Hasta la primera parada en boxes se tuvo que conformar con seguir la estela de Coulthard.

El repostaje y el cambio de neumáticos fue similar y ambos pilotos perdieron un tiempo similar, lo que dejaba las cosas tal y como estaban: con Hakkinen abriendo hueco por delante y Schumacher asistiendo impotente a la defunción de sus posibilidades de ser campeón del mundo por culpa de Coulthard. Intentó adelantarle un par de veces, pero la estrechez del circuito de Hungaroring jugaba en su contra.

Fue entonces cuando apareció Ross Brawn para demostrar que no existe circuito en el que no se pueda adelantar. Informó a 'Schumi' de que cambiaban la estrategia a tres paradas, sabedor de que su Ferrari era el coche más rápido. El alemán se pegó al alerón trasero de Coulthard hasta que le ordenaron entrar a boxes.

Tras una parada rápida salió a pista sin tráfico. Brawn, entonces, le dio un mensaje que acabaría pasando a la historia: "tienes 19 vueltas para recortar 25 segundos". Schumacher activó el modo crucero y se puso a la tarea. Cada vuelta era mejor que la anterior. Con el depósito casi vacío, el alemán volaba sobre el trazado húngaro, comiéndole más de un segundo por vuelta a los dos pilotos de McLaren.

Cuando Hakkinen entró por segunda y última vez a boxes, Schumacher era líder de la carrera. Pese a ello, el alemán debía seguir apretando para seguir aumentando la distancia de modo que cuando él hiciera su tercer respotaje pudiera volver a pista como líder. 'Schumi' siguió apretando y, ni siquiera una salida de pista que le hizo perder varios segundos, le impidió mantener la primera posición.

Además, la suerte corrió a su favor ya que el coche de Hakkinen empezó a tener problemas, obligando al piloto a reducir el ritmo. Al finés le acabaron pasando cuatro pilotos, incluido un Coulthard que en las últimas vueltas no veía siquiera la estela roja del Ferrari de Schumacher.

El alemán y su ingeniero Ross Brawn habían sido capaces de darle la vuelta a una carrera que tenían perdida. Su análisis del trazado y de la prueba fue perfecta, dando un ejemplo de cómo se puede ganar sin ser el mejor coche y de cómo adelantar cuando no se puede hacer en pista.

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