La lucha libre, un ejemplo de rivalidad que une a los sursudaneses

  • A pesar del conflicto que desde diciembre pasado los ha dividido en Sudán del Sur, sus ciudadanos siguen viendo en la lucha libre una fórmula popular de mantener sus tradiciones y socializarse.

Atem Mabior

Yuba, 28 sep.- A pesar del conflicto que desde diciembre pasado los ha dividido en Sudán del Sur, sus ciudadanos siguen viendo en la lucha libre una fórmula popular de mantener sus tradiciones y socializarse.

Se trata de una práctica cultural muy antigua en la que los grupos étnicos expresan sus habilidades y su patrimonio musical.

Prevalece de forma significativa entre los grupos de pastores de las dos orillas del río Nilo, en particular entre los de la tribu dinka, la principal de Sudán del Sur, y de otras como las mundari y lokuta, en el sur del país.

El luchador Ajang Kout, procedente de la región oriental de Jonglei, empezó a cogerle gusto a la lucha libre desde pequeño cuando aprendió a practicarla con sus amigos en un establo de su pueblo.

"Es muy fácil y te convierte en una persona importante sobre la que se cantan consignas, te rodea mucha gente y gozas de prestigio porque has defendido el honor de tu familia y tu tribu", manifiesta a Efe Kout, que logró numerosas victorias hasta ser representante de su clan.

Para estos grupos, este deporte busca la socialización de sus miembros y fortalecer su autosuficiencia, desarrollando su fuerza y coraje ante las dificultades de la vida, además de las artes de la lucha.

Como práctica tradicional, las comunidades de pastores compiten entre ellos en concursos y festivales populares.

En la capital del país, Yuba, se ha creado un campeonato anual en el que luchadores de distintas partes acuden ante un público masivo.

Uno de sus organizadores, Majok Agany, explica a Efe que la celebración de este evento pretende "recordar la riqueza y la diversidad cultural en Sudán del Sur y cómo la lucha libre puede ayudar a acercar a los grupos nacionales y contribuir al establecimiento de la paz y la estabilidad".

Estos concursos, donde los participantes quieren dar motivos de orgullo a sus respectivas tribus, van acompañados de rituales populares en los que las mujeres de cada grupo elogian a su luchador y a su tribu.

Mientras, los dos combatientes se baten vestidos con chalecos hechos con cuero de tigre.

Pese al conflicto armado que desde diciembre pasado enfrenta a las tropas gubernamentales y los rebeldes, los grupos étnicos han seguido preservando esta costumbre, incluso después de que un gran número de personas se hayan visto obligadas a abandonar sus hogares.

Allí donde se vuelven a instalar continúan practicando la lucha libre y otras tradiciones.

El dirigente tribal del Estado de Lagos (centro) Aguak Nuer Ngueny cree que se trata de una cultura de la que no se pueden desprender.

"La lucha en la cultura de los dinka es un deporte que anima a la gente y contribuye a aumentar la fama del luchador en la sociedad local", apunta Ngueny, que agrega que "la han aprendido de sus abuelos y la ejercen para olvidar las presiones de la vida".

Además de preservar sus raíces, sus aficionados defienden que haya una modernización de sus reglas y su difusión a nivel mundial.

Según el periodista deportivo Sheij Chol Ajing, la lucha libre en Sudán del Sur "necesita apoyo", establecimiento nuevas reglas que sustituyan a las tradicionales e invirtiendo más en su publicidad.

Algunos cambios ya se han introducido: se está empezando a contratar entrenadores para mejorar el rendimiento de cada jugador, como en la lucha libre internacional, y se han prohibido los golpes a la cabeza o con las piernas.

Entre las nuevas demandas, figura la de un nuevo uniforme especial para todos en vez de las típicas ropas tradicionales.

En cualquier caso, el objetivo sigue siendo el mismo: derribar al adversario, un deporte más popular que el fútbol en Sudán del Sur y, sobre todo, una forma de acercar a sus grupos étnicos.

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