Larga vida al rey: Uchimura revalida su título individual y extiende su leyenda dorada

Las leyendas de los grandes emperadores se construyen en épicas batallas y Kohei Uchimira ya tiene la suya. El mejor gimnasta del mundo revalidó su oro olímpico del 'all around' en un duelo apasionante que se resolvió en el último segundo, impulsando su estrella hasta el infinito.

A la altura del héroe también estuvo su rival, el ucraniano Oleg Verniaiev, al que apenas una décima le impidió destronar al rey dándole la plata como consuelo, mientras el bronce quedaba en manos del británico Max Whitlock.

Seis veces campeón del mundo en el 'all-around', Uchimura, de 27 años, sumó en Rio su séptima medalla olímpica -la tercera de oro- dos días después de haber vencido a la obsesión cumpliendo el sueño de toda una vida: conducir a la cima al equipo japonés tras ocho años de doloroso segundo plano.

En la tarde memorable del lunes, 'King Kohei' retomó el control de sus nervios de acero y borró las imprecisiones de una jornada clasificatoria donde se le vio más inquieto que de costumbre. El sábado solo compitió como un gimnasta excelente, un desliz prohibido para el monarca de la perfección.

Con el oro que más deseaba ya al cuello, las puertas del doblete en el concurso general se abrían de par en par para este niño que creció soñando con la excelencia mientras jugaba entre los aparatos del gimnasio de sus padres.

Pero el determinado Verniaiev no había venido a Rio para adorarle.

Primero en la clasificación del sábado, el campeón europeo le mantuvo el pulso al todopoderoso Uchimura hasta el final, permitiéndose incluso el lujo de liderar las últimas rotaciones. Los sólidos cimientos del reino de 'King Kohei' parecían tambalearse, aunque todavía no ha llegado quien los derrumbe.

Y un épico duelo cuerpo a cuerpo como éste solo podía acabar de forma dramática, con los dos protagonistas solos en la pista.

La suerte quiso que ambos fueran los encargados de cerrar la competición en la barra fija, uno detrás del otro. Antes de colgarse por la gloria, el joven Verniaiev, de 22 años, lideraba la clasificación con 9 décimas de ventaja, después de un impecable ejercicio en las barras paralelas, su aparato predilecto y del que fue campeón mundial en 2014 y subcampeón el año pasado.

Pero con el practicable casi vacío y los ojos de la gimnasia mundial pegados a ese delicado cuerpo de 1,60 que camufla la rocosidad de sus músculos como si la potencia no fuera cosa suya, Uchimura volvió a ser un genio agarrado a una barra.

Se lo jugaba todo a una carta y ganó, haciéndose con la mejor nota de los 24 finalistas en este aparato -también fue insuperable en suelo y potro-, y poniendo ya un pie en el primer escalón del podio.

Verniaiev precisaba de una nota de 14,899 para destronarlo, pero apostó por la seguridad frente a los nervios y los jueces le despertaron del sueño cuando, ya con la bandera ucraniana, vio aparecer su nota en la pantalla: 14,8.

Su plata, sin embargo, irá ganando brillo en cuanto se apaguen los focos de la competición. Con un futuro prometedor, este ucraniano que resistió la presión con sangre polar no sólo llevó al rey al límite sino que consiguió el mejor resultado olímpico para la gimnasia masculina de su país.

Mientras, a Uchimura le daban la bienvenida en el selecto club de bicampeones olímpicos en el concurso general, cerrado para los mortales desde hacía 44 años, y que este miércoles registró a su cuarto miembro.

Un grupo al que nunca pudo ingresar el genial Vitaly Scherbo, el único gimnasta que tiene más oros mundiales que Uchimura (12), pero que tras su increíble gesta de Barcelona-1992, donde logró seis oros, no consiguió revalidar ninguno en Atlanta.

La peor noticia de la tarde llegó, sin embargo, desde el potro. Era la segunda rotación y la gran revelación de los pasados mundiales, el cubano Manrique Larduet, se lanzó a los 25 metros de carrera que preceden al salto siendo el cuarto mejor gimnasta hasta el momento. Cuando aterrizó milésimas después, el sueño estaba roto.

Un mal apoyo hizo que perdiera el equilibrio y acabara vencido sobre la colchoneta, y con él la posibilidad de demostrar que su plata en el Mundial del año pasado, donde solo le superó el mismísimo Uchimura en el 'all-around', no había sido una casualidad.

Con problemas en el pie desde su llegada a Rio, Larduet prefirió retirarse, quizás con las finales de barra fija y paralelas de la próxima semana como última esperanza.

Aupado de nuevo por una afición entregada, el mejor latinoamericano de la final fue el brasileño Sergio Sasaki, noveno, un puesto por delante de la gran esperanza colombiana Jossimar Calvo.

Pero en el reino de Uchimura no hay sitio para nadie.

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