Londres 2012. Diez deportistas que cambiaron los Juegos Olímpicos (II): Fred Lorz y Thomas Hicks

  • Fueron los dos primeros atletas en cruzar la línea de meta en el maratón de los Juegos Olímpicos de San Luis en 1904. Lorz ganó, pero gracias a que recorrió más de 17 kilómetros en el coche de su entrenador. Fue descalificado y la medalla de oro pasó a manos de un Hicks que, pese a inyectarse estricnina y beber brandy, tardó 3 horas y 28 minutos en completar uno de los maratones más infernales de la historia.

32 atletas empezaron la maratón de San Louis de 1904
32 atletas empezaron la maratón de San Louis de 1904
lainformacion.com
Manu Albarrán

Si ha habido una competición a lo largo de los más de cien años de historia de los Juegos Olímpicos que ha dejado historias increíbles para el recuerdo, ese es el maratón. En esta ocasión, retrocedemos más de un siglo y viajamos hasta San Louis, en la tercera cita olímpica en los tiempos modernos. Allí, 32 valientes hombres afrontaron los 40 kilómetros (aún no eran los 42,192 de hoy día) bajo condiciones muy adversas. Ganó el tramposo Lorz, aunque luego se descubrió su artimaña y el título pasó a Hicks, que llegó desfallecido a meta.

Con más de treinta grados y una humedad del noventa por ciento, treinta dos valientes corredores se preparaban en la línea de salida para afrontar una de las pruebas más emblemáticas de los Juegos: la maratón. Eran las tres de la tarde. De los 32 corredores, 18 eran americanos -aún no existía el límite máximo de atletas por país. Del resto, la mayoría eran griegos.

El cartero cubano y los africanos

Entre los demás participantes, destacaba Féxil Carvajal. Era un cubano de apenas metro y medio que corría de un lado al otro de su isla natal para entregar cartas y cuya equipación eran unos vaqueros y una camiseta recortados por él mismo a la altura de hombros y rodillas. Reunió el suficiente dinero para viajar a los Juegos y fue aprendiendo algo de inglés en el trayecto.

A su lado también había dos sudafricanos -los dos primeros atletas africanos que competían en maratón. Procedían de la actual Botswana, en aquella época Sudáfrica. Lo más curioso es que, en principio no deberían haber participado en la carrera, pues formaban parte de la exposición de Guerra de los Boers. Al final corrieron y acabaron noveno y decimosegundo.

El atajo automovilístico

Desde el pistoletazo de salida se vio que la carrera llevaría al límite a todos los participantes. De hecho, Frederick Lorz apenas aguantó unos 15 kilómetros antes de retirarse. Su entrenador acudió a recogerle en coche. Cuando ya llevaban un rato de camino, el vehículo se estropeó y quedó aparcado en la cuneta. En ese momento Lorz se decidió a abandonar el coche y reemprender la carrera. Con sólo ocho kilómetros para el final y las pilas llenas de energía, llegó el primero a la meta tras poco más de tres horas de 'sufrimiento'.

Fue recibido entre aplausos y vitoreos mientras completaba sin problema alguno la vuelta al estadio. Alice Roosevelt, hija del presidente americano, bajó a colocarle el laurel de campeón y a fotografiarse con él.

Hicks, a base de estricnina y brandy

Por su parte, la carrera de Thomas Hicks fue un auténtico calvario y eso que tuvo ayuda extra de su equipo. Tal y como confesó Charles P. Lucas (manager de Hicks) en un libro escrito por él mismo, a partir del kilómetro 16 él y Hugh C. McGrath acompañaron a Hicks durante todo el recorrido, animándole a no abandonar y suministrándole agua y alimentos. Y menos mal que lo hicieron porque los atletas sólo podían recibir líquidos en los kilómetros 9 y 18 del recorrido. Todos aquellos que no ingirieron líquidos antes de la carrera se deshidrataron (cosa que le pudo pasar a Lorz).

El primer gran desfallecimiento de Hicks llegó pasados los 30 kilómetros. Hasta entonces ya había habido momentos en los que había dejado de correr para trotar e, incluso, caminar. Tanto Lucas como McGrath le convencieron para que no abandonara, dándole clara de huevo, una dosis de estricnina -droga prohibida hoy día- y un vaso de brandy (bebida que se ha utilizado durante gran parte del siglo XX como estimulante a atletas y ciclistas).

Tras un par de paradas más, en las que consumió más huevos, más brandy, una dosis más de estricnina y llegó a ser duchado por su equipo, Hicks llegó al estadio. Completó de manera angustiosa la vuelta final (algo que la gente comparó con lo que había hecho Lorz antes y se quedó extrañada) y nada más cruzar la línea de meta se dejó caer, extenuado, sobre el suelo. Su marca fue de 3 horas, 28 minutos y 53 segundos, la peor marca de la historia para un campeón olímpico de maratón.

Mientras tanto, Lorz había confesado su trampa, por lo que se le retiró su corona de laurel y tuvo que salir corriendo del estadio pues hubo una lluvia de objetos contra su persona. Como Hicks no se podía ni mover, y mucho menos subir al podio, Alice Roosevelt no pudo hacerle entrega de la corona de laurel que le acreditaba como ganador. Al día siguiente, anunció que se retiraba del atletismo, pues había estado muy cerca de morir.

Pese a su mala fama, el que no se retiró fue Frederick Lorz. Fue suspendido por un año por tramposo. Sin embargo, en 1905 pudo correr el maratón de Boston y lo ganó con una gran marca: 2:38:25.

La guinda: el francés indocumentado

Para acabar de rematar la loca historia de este maratón está Albert Coray, francés de nacimiento pero que había estudiado y vivía en Chicago. Corrió la maratón y acabó segundo, a seis minutos de Hicks. Pese a que todo el mundo sabía que era francés, el Comité Olímpico Internacional le dio su medalla a los Estados Unidos por problemas con su documentación. Además, y por la misma razón, la medalla de plata que ganó Francia en la competición de 4 millas por equipos, fue concedida a partes iguales a Francia y a Estados Unidos porque el propio Coray era uno de los cinco relevistas. Así, los Estados Unidos hicieron triplete en maratón y se llevaron el oro y la mitad de la plata en la prueba de 4 millas por equipo.

Mostrar comentarios