La maratón de Bamiyán, un asunto de mujeres en el valle de los budas gigantes

  • La única prueba deportiva mixta de Afganistán, a donde éstas han acudido menos por el ejercicio que por poder respirar un soplo de libertad.

    Con la cabeza cubierta con un pañuelo, las atletas corren con largas camisetas blancas para esconder sus nalgas.

La maratón de Bamiyán, un asunto de mujeres en el valle de los budas gigantes
La maratón de Bamiyán, un asunto de mujeres en el valle de los budas gigantes

Correr sigue siendo un desafío para el puñado de afganas que el viernes iniciaron una maratón en el valle de Bamiyán, la única prueba deportiva mixta de Afganistán, a donde éstas han acudido menos por el ejercicio que por poder respirar un soplo de libertad.

Alineadas bajo la bandera de salida tendida a los pies de los acantilados rosados en los que se encontraban, excavados, los budas gigantes que los talibanes pulverizaron en abril de 2001, seis afganas y una iraní retaron los prejuicios de sus países y se pusieron el dorsal.

Con la cabeza cubierta con un pañuelo, las atletas corren con largas camisetas blancas para esconder sus nalgas. "En mi casa, para entrenarme, corro con un vestido hasta la rodilla por encima de las mallas pero aquí es más libre", confía Nilufar, estudiante de Medicina de 21 años, llegada desde Mazar e Sharif (Norte).Provincia segura

La provincia de Bamiyán (centro) es una de las más seguras de Afganistán. Tras los acosos a los que sometieron a la minoría chiita hazara que vive en este valle flanqueado por altas montañas, el más libre y abierto del país, los talibanes desertaron.

La idea surgió de la mente de dos locos ingleses de Afganistán, James Bingham y James Willcox, que quisieron organizar por segundo año consecutivo una carrera de 42 kilómetros que tiene como punto de salida y de llegada los icónicos budas, convertidos en símbolo de la ignorancia y la barbarie. Más de un centenar de corredores, afganos y extranjeros, participan en la maratón, incluyendo quince mujeres en total.

"En Mazar, me entrenaba en los parques con el permiso del gobernador, que nos apoya, no puedo correr por las calles", agrega Nilufar, que se inició en esta actividad a través del senderismo, que practicaba con un club que ella fundó.

La mayor parte de las mujeres corren, como ella, en parques, gimnasios o muy temprano, como Samana, de 18 años, que corre cada día por su barrio de la capital, Kabul, antes de que salga el sol.

Pero Nilufar, que participó en una carrera de hombres de Kabul en verano de 2015, recuerda haber sido acosada. "Éramos cuatro chicas. Nos zarandearon, nos insultaron, nos amenazaron. Los vehículos se cruzaban en nuestro camino. Afortunadamente, dos corredores, afganos, vinieron a correr a mi lado para apoyarme".

Nada parecido le ha ocurrido en Bamiyán, donde Nilufar aprecia poder correr libremente por la calzada, bajo las miradas curiosas, a menudo bondadosas, de los campesinos, entre la hojarasca del otoño y los borregos en trashumancia."A veces se nos golpea pero continuamos"

Habitante de Kabul, Kubra tuvo la misma experiencia. "Tomamos riesgos. A veces se nos golpea pero yo continúo, esto abre el camino para otras [mujeres]. En dos o tres años, la gente estará acostumbrada a ver a las mujeres correr", considera.

A causa del reciente fracaso vivido en una maratón que no pudo acabar en Sri Lanka, Kubra no estaba segura de lanzarse a la carretera el viernes. Pero "Connie", Cornelia Schneidre, del club "Free to Run" (Libre para correr), que entrena y apoya a jóvenes afganas, la convenció.

En el recorrido, Kubra corre al lado de una estrella, Martin Parnell, sexagenario anglocanadiense que ha encadenado 250 maratones en un año y que la anima en las pronunciadas cuestas.

Bamiyán está a 2.500 metros de altitud y la maratón asciende hasta los 3.000, la mayoría de los participantes no han tenido tiempo de acostumbrarse.

A Masha Torabi, de Teherán, le falta el aire. Con 42 años, el pasado abril se convirtió en la primera iraní en participar en una maratón desde 1979 cuando corrió en la de Shiraz.

"No avisé a nadie. Quería probarme y mostrar que las mujeres musulmanas también pueden correr una maratón, decirles 'podéis hacerlo'", explica.

Ahora, espera organizar una maratón mixta en Teherán la próxima primavera.

Con 15 años, Najila se alinea para recorrer 10 kilómetros junto a un centenar de escolares y de pequeñas "scouts" de Bamiyán. Ya reproduce el mensaje de las mayores: "Quiero seguir en forma y mejorar mis conocimientos", afirma. Su madre, vestida con las coloridas ropas de las mujeres hazaras, lo aprueba. "Todas las chicas deberían participar", defiende.

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