Meditación y yoga, los secretos del surfista de las mayores olas del mundo

  • Nada más levantarse por las mañanas, lee, escribe sus metas del día, medita y practica yoga. Garrett Mcnamara, el estadounidense que cabalgó las dos mayores olas jamás surfeadas, desvela los secretos de un deporte que para él es su "iglesia".

Susana Irles

Lisboa, 7 jun.- Nada más levantarse por las mañanas, lee, escribe sus metas del día, medita y practica yoga. Garrett Mcnamara, el estadounidense que cabalgó las dos mayores olas jamás surfeadas, desvela los secretos de un deporte que para él es su "iglesia".

"¡Me siento vivo!. El surf es mi iglesia, mi patio de recreo y mi oficina, todo al mismo tiempo", afirma en una entrevista a EFE el deportista, de 46 años.

En 2011, Mcnamara subió una ola de 24 metros un día de tormenta de noviembre en la playa de Nazaré, un rincón del norte de Portugal adorado por los surfistas debido a sus impresionantes olas.

"No había planeado surfear aquel día, pero mis amigos querían que surfeara, así que me puse el neopreno y la ola simplemente vino", relata.

La imagen de la hazaña -una imponente columna de agua sobre la que un diminuto McNamara emerge casi inapreciable- recorrió telediarios y periódicos de todo el mundo, y la marca le valió un premio Guiness.

Dos años después, en las mismas aguas de Nazaré, el estadounidense batió su propio récord, al controlar bajo su plancha otros 30 metros de agua en vertical.

Entre ola y ola, Portugal se convirtió en su segundo hogar y, de hecho, la villa de pescadores a la que él llama "el lugar más bello del mundo", fue la escogida para su boda en 2013.

Aunque su residencia está en Hawai, pasa largas temporadas en Nazaré, donde los vecinos -que pronuncian con dificultad su nombre- ya lo reconocen y lo saludan cuando pasea por sus calles.

Este año ha vuelto al país, donde es considerado un embajador oficioso de sus playas y al que admira este surfista curtido en aguas de todo el mundo.

"Portugal tiene millas y millas de costa virgen con lugares secretos por todas partes. Tiene cualquier tamaño de ola para todos los tipos de surfistas", explica.

Con casi 1.000 kilómetro de costa, el país atlántico es uno de los referentes mundiales del surf y en sus playas de Guincho y Peniche se celebran varias fases de los campeonatos mundiales de surf.

Pero los orígenes de McNamara se sitúan en California, adonde se trasladó de pequeño con su familia desde Massachusetts.

Muy pronto, el mar empezó a guiar su vida cuando a los once años su hermano pequeño le convenció para coger la tabla.

A los diecisiete, entró en las competiciones profesionales de Hawai y poco después fue "fichado" por marcas japonesas para competir en campeonatos del mundo.

Sus más de tres décadas de carrera le han servido para convertirse en uno de los nombres de referencia del denominado "tow surfing", una práctica popularizada en los años noventa en Estados Unidos.

Los surfistas son remolcados por medios artificiales, un helicóptero o un barco normalmente, para entrar con más facilidad en las zonas más profundas, ganar velocidad y poder sentarse sobre las olas gigantes.

Mcnamara niega que sienta riesgo o miedo en este deporte extremo y tanto él como su familia se sienten "muy cómodos" con y dentro del océano, explica.

La preparación es "mental, física y espiritual". Cada día, Mcanamara despierta junto al mar, lee, escribe en un papel sus metas, medita, hace yoga, entrena y se mete al agua con su plancha de surf.

Además de las olas de Nazaré, tal vez uno de los momentos más arriesgados de su carrera haya sido en el otro extremo de la tierra, en Alaska.

Allí, junto al surfista hawaiano Kealii Mamala, Mcnamara pasó el año pasado una semana entera y casi 20 horas por día en aguas casi congeladas para convertirse en uno de los primeros en montarse sobre olas formadas por glaciares de 90 metros en derrumbe.

Este invierno, también se aventuró en unas peculiares olas de río llamadas "gasolina" en la desembocadura del Tajo que son creadas por el desplazamiento del agua de los catamaranes que conectan las dos orillas.

Pero, en último término, su relación con el mar va más allá de un deporte o aventura peligrosa. De las olas ha aprendido, sobre todo, "paciencia, determinación, amor y respeto", señala.

Mostrar comentarios