Raúl García y Giménez deprimen al Real Madrid

    • Dos goles a balón parado le valen a un Atlético (2-0) con más alma que un Madrid sin aire ni ideas.
    • Torres jugó una hora donde se le vio falto de ritmo. El Calderón, le ovacionó.
Raúl García anotó de penalti.
Raúl García anotó de penalti.
EFE
Pedro Antolinos
Pedro Antolinos

Volvió a pisar la hierba Fernando Torres y el Calderón soñó pero Ramos rememoró la pesadilla. Emulando lo realizado en la final de la Champions, el central remató con la testa un centro servido milimétricamente por James pero Oblak paró. Aquello fue en el último suspiro y esto en el primer minuto de juego. Parecía que no habían pasado siete meses. No es fácil para un portero condenado al ostracismo ser eficiente en la primera jugada de un partido que olía a melancolía por el reencuentro de Torres. Quiso la pelota el Madrid y el Atlético lo confió todo al contragolpe. La rutina de siempre. Los rojiblancos se sienten en su parcela como en casa, tal y como le sucedía al Madrid de Mou ante la tremenda superioridad del Barcelona de Guardiola.

Era un derbi nuevo pero sonaba igual que siempre. La única diferencia es que había menos millones sobre el césped. Simeone reservó a siete jugadores y Ancelotti dejó a su mejor pieza en el banquillo. Así, el Madrid intentaba que su ataque en estático fuera eficiente pero para franquear a este Atlético se necesita munición muy pesada y aire. Al Madrid le faltaban las dos. Cristiano, la mejor arma blanca, descansaba en el banquillo y las energías del Madrid parace que aún no han vuelto de vacaciones. Griezmann pudo adelantar al Atlético después de que se anulara un tanto a Gareth Bale por fuera de juego pero el fútbol era lo menos cuando Torres volvía a casa siete años después. En los días venideros fluyó el halago hacia la figura de un Fernando Torres que necesita tiempo. En la primera mitad se vio que aún carece de la forma necesaria. Más que de aire carecía de conectividad con el resto. Él busco el espacio pero el equipo siempre lo intentó al pie. El Niño intentó asociarse y buscar la espalda de Ramos y Varane pero se le vio descolocado y cayó en fuera de juego con asidudidad.

La puesta en escena de Torres no trajo beneficios deportivos pero si aupó la ilusión de una afición que presenció un choque descafeinado, sin chispa, como si en juego no estuviera un derbi capital con todas las consecuencias que ello tiene. Raúl García pudo batir a Keylor Navas pero no acertó. Pocas ocasiones, menos acierto pero mucha emotividad.

El Madrid comenzó la seguna parte como el mismo ímpetu. Balón y a crear superioridades para tirar el muro del Atlético. Bale la tuvo tras ser asistido por Marcelo pero el mismo conjunto merengue se inmoló cuando Sergio Ramos hizo un penalti infantil sobre Raúl García. El navarro lo metió y Ancelotti acudió a Cristiano para apagar el fuego. Pero no hubo milagro. Simeone sacó a Torres a la hora de partido y metió a Koke. El objetivo era claro: sentenciar a balón parado. Así, Giménez, que será uno de los mejores centrales del mundo más pronto que tarde, sentenció a la salida de un córner a un Madrid con pocas ideas y menos aire. A la despesperada y sin ninguna lógica lo intentaron los de Ancelotti pero el tino de las 22 victorias no aparece. Fue feliz, pero ahora, después de dos desmanes, el Madrid empieza a estar deprimido. El fútbol es un estado de ánimo y el Madrid ya no sonríe.

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