Si el Cholo Simeone y José Mourinho se caracterizan por algo es por dotar a sus equipos de un fuerte caracter físico. Eso no significa que no busquen la excelencia del juego, pero sí quiere decir que sus equipos no dan un balón por perdido, no dejan un espacio a su rival, no permiten un segundo de respiración al futbolista que quiere jugar el balón. Eso es lo que se vio en el primer tiempo del derbi madrileño: dos equipos pendientes más de destruir que de crear.
El resultado del Camp Nou (Barcelona 5-1 Atlético) obligaba a los dos equipos a salir a por los tres puntos si no querían despedirse definitivamente del título unos y de la posibilidad de pasar de revelación a aspirante los otros. Dos ocasiones de gol en 45 minutos, una por bando, y un resultado que favorecía a los blancos porque Cristiano se reencontró con el gol a balón parado 233 días después de la última vez... y ante el mismo rival: el Atlético.
El resto, una batalla en el centro del campo, una guerra de guerrillas que el árbitro no ayudó a cortar de raíz porque no sacó una tarjeta a tiempo. Se la buscó Diego Costa desde el primer minuto, pero no se la enseñaron. Se la buscó Sergio Ramos más de una vez, y tampoco la vio. A parte de entradas feas, el brasileño dio un manotazo a Ramos en la cara y el de Camas otro a Falcao. Los dos siguieron jugando el partido plácidamente. El partido era más de pensar quién se iría a la ducha antes de tiempo que de pensar en una jugada que decidiera el choque.
El teniente Özil sentencia
El Atlético no dio el paso adelante que se esperaba de los rojiblancos. Otra vez, y ya van 24 derbis consecutivos, los rojiblancos dejaron pasar la oportunidad de hincar el diente a su eterno rival. Con 1-0 tenía el partido a tiro, pero Simeone no dio el golpe de efecto que su equipo necesitaba. El Madrid se había fajado en la batalla cuando tuvo que hacerlo y cuando encontró la hora de jugar al fútbol no lo dudó. Una de esas contras a la velocidad del rayo que caracteriza a los de Mourinho terminó con un pase de CR7 a Özil que, libre de marca, finiquitó el partido. Era el 2-0 y la sentencia del derbi.
El Atlético bajó los brazos. Simeone movió ficha metiendo a Adrián y Tiago en el partido, pero ya era demasiado tarde. El Madrid, por su parte, comenzó a tocar con más facilidad en el centro del campo y se aprovechó de un equipo 'groggy' que necesitaba el pitido final. Cristiano pudo hacer el tercero, pero estrelló una falta al borde del área contra el larguero, y los rojiblancos lo intentaron, pero sin suerte.
Entró Raúl García en el partido, pero sus compañeros ya se habían ido a la ducha, al menos de mente. Ronaldo volvió a encontrarse con el poste tras un pase impresionante de Özil en otro contragolpe de libro y el tercero de los blancos se antojaba mucho más cercano que el primero de los visitantes. El partido murió sin más fútbol del decepcionante Atlético, del que se esperaba mucho más en su asalto a la Liga, y con el control absoluto de un Madrid que puede que no haya dicho su última palabra de cara al título. Y con Undiano Mallenco perdonando la tercera expulsión de la noche: primero a Diego Costa, después a Sergio Ramos y por último a Gabi, que pegó un pisotón por detrás a Özil que pudo haberle hecho mucho daño. Un derbi que tuvo de todo, sobre todo juego subterráneo, y del que sale más beneficiado que nadie... el Barcelona.
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