Scolari y Tabárez esquivan la larga sombra del Maracanazo

  • Las selecciones de Brasil y Uruguay trataron de desvincularse hoy del Maracanazo, que aún se comenta en las calles brasileñas en la víspera de la semifinal de la Copa Confederaciones que citará a ambos en Belo Horizonte.

Manuel Pérez Bella

Belo Horizonte (Brasil), 25 jun.- Las selecciones de Brasil y Uruguay trataron de desvincularse hoy del Maracanazo, que aún se comenta en las calles brasileñas en la víspera de la semifinal de la Copa Confederaciones que citará a ambos en Belo Horizonte.

Los técnicos de ambas selecciones, el brasileño Luiz Felipe Scolari y el uruguayo Óscar Washington Tabárez, con muy diferentes matices, trataron de distanciarse de aquella final del Mundial de 1950, en la que la Celeste derrotó a los anfitriones por 1-2 en un abarrotado estadio Maracaná de Río de Janeiro.

Scolari, con una buena dosis de ironía, dijo que él ni había nacido en 1950, para asegurar que "psicológicamente", no influirá en nada a sus jugadores en el partido de mañana.

En ese sentido, Tabárez le dio la razón al brasileño, al indicar que cuando los dos equipos entren en la cancha, los goles desterrarán cualquier debate ajeno a lo que ocurra en el pasto en los noventa minutos de partido.

Para Uruguay, el recuerdo del Maracanazo, que le valió su segundo título mundial, era "una mochila pesadísima" que se quitó de encima con el cuarto puesto y la buena imagen ofrecida en Sudáfrica 2010, según Tabárez.

"A los campeones del 50 no los toquemos, podíamos cometer injusticias", afirmó Tabárez, quien, sin embargo, puntualizó que tanto el fútbol uruguayo como el brasileño son deudores de aquel episodio.

"Todo tiene continuidad histórica. Alguna relación debemos tener, por lo menos nacimos en el mismo país. Hablamos de Uruguay porque ganamos ese partido, pero a partir de esa derrota, Brasil comenzó a edificar lo que es ahora, el pentacampeón", analizó.

El infausto recuerdo del Maracanazo surge a menudo en las conversaciones sobre fútbol en Brasil y muchos aficionados ven el Mundial de 2014 como una oportunidad para desquitarse de la historia de hace 63 años.

El escenario de la semifinal de mañana, el estadio Mineirão, no es el Maracaná, pero se parece bastante al estadio carioca donde triunfó la formación uruguaya.

El Mineirão fue construido en 1965 siguiendo el modelo del Maracaná, con dos graderíos ovalados, y tras su completa remodelación, el estadio de Belo Horizonte ha respetado su diseño original, al contrario que el coliseo de Río, que eliminó la tribuna superior.

A buen seguro, Uruguay se encontrará mañana un ambiente similar al de sus antecesores en 1950, aunque con un tercio del público, ya que el Mineirão tiene un aforo de 65.000 espectadores y se calcula que el Maracanazo tuvo un público cercano a 200.000 personas.

La olla a presión del Mineirão no asusta al capitán de la selección celeste, Diego Lugano, quien aseguró que "la historia de Uruguay indica que se han ganado muchos partidos en condiciones límites".

"No sabemos lo que puede pasar mañana, pero haber recuperado el respeto es un gran orgullo. Esperamos estar a la altura de las circunstancias", afirmó.

Ocurra lo que ocurra mañana, para Brasil el fantasma del Maracanazo se prolongará un año más, hasta la final de 2014, y con un miedo aún mayor, que en lugar de Uruguay, el rival del Maracaná sea la Argentina de Lionel Messi.

"Si Argentina gana el Mundial en el Maracaná, me suicido", dijo recientemente el alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes.

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