Se cumplen 10 años de la victoria de Albert Costa en Roland Garros

  • Hace diez años, un día como hoy, el español Albert Costa ganó su primer y único Grand Slam en la final de París ante su compatriota Juan Carlos Ferrero, que tomó el relevo un año después.

Javier Albisu

París, 9 jun.- Hace diez años, un día como hoy, el español Albert Costa ganó su primer y único Grand Slam en la final de París ante su compatriota Juan Carlos Ferrero, que tomó el relevo un año después.

En la tercera final masculina totalmente española de la historia del torneo, tras la de Sergi Bruguera y Alberto Berasategui (1994) y la de Carlos Moyá y Álex Corretja (1998), Costa se convirtió a los 27 años en el quinto español en tocar la gloria en la arcilla de París.

Antes lo habían logrado Manuel Santana (1961 y 1965), Andrés Gimeno (1972), Sergi Bruguera (1993 y 1994) y Carlos Moyá (1998) y después lo han conseguido Ferrero y Rafael Nadal, que ha levantado ya seis veces la Copa de los Mosqueteros y espera sumar su séptimo título mañana.

Aquella final de 2002, en la que Costa doblegó a Ferrero por 6-1, 6-0, 4-6, 6-3, fue uno de los mayores éxitos del catalán, que logró además el bronce en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000 en dobles, con su amigo Alex Corretja y que también en ese mismo 2000 se proclamó campeón de la Copa Davis, contra Australia, dándole a España su primera Ensaladera.

Era la culminación de un tenista que ya en 1993 había llegado a la final júnior de Roland Garros y que firmó una brillante carrera de trece años como profesional.

Se apuntó victorias contra algunos de los mejores jugadores que campaban entonces por el circuito, como Boris Becker, Guillermo Coria, Fernando González, Marat Safin, Mariano Zabaleta, Nikolay Davydenko, Gastón Gaudio, Marcelo Ríos, Gustavo Kuerten, Sergi Bruguera, Michael Chang o Corretja.

Incluso derrotó también a un joven Roger Federer, en pista rápida y en arcilla, aunque el suizo no dominaba todavía un circuito en el que mandaban leyendas como Pete Sampras, Andre Agassi, Lleyton Hewitt, Carlos Moyá, Jim Courrier y Thomas Muster.

El 2002, el año en el que levantó la Copa de los Mosqueteros, fue su mejor campaña. Llegó a ser sexto del mundo y el mejor tenista español durante dos temporadas.

El germen de aquellos éxitos se empezó a forjar cuando tenía 14 años y se fue interno a la residencia Blume, en Barcelona, y después en el equipo Bimbo, en el que coincidió con Alberto Berasategui y Corretja.

Aunque en 2001 experimentó cambios que resultarían cruciales para tocar la gloria.

Le empezó a entrenar Josep Perlas, le llevaba la psicóloga Ana Puentes y se puso en manos del preparador físico Toni Estalella. Además, tuvo dos hijas con la que después se convertiría en su esposa, Cristina Ventura. Aquel cóctel de emociones desembocó en la gloria de París y con la fama que se había labrado de "perder a lo grande".

"Creo que hoy hice el mejor partido de mi vida. Estuve jugando tan fuerte, luchando por cada punto. Sorprendido porque se supone que en una final tenía que estar nervioso y no lo estuve tanto", dijo Costa tras proclamarse campeón de Roland Garros.

"Lo más difícil es creer en uno mismo. Creer que uno puede ganar. Y ahora creo en mí a ciegas", añadió el tenista, aún en esa nube que embriaga tras el triunfo.

Después, aquella noche, celebró el título cenando en el restaurante del Centro Pompidou y después en una discoteca de los Campos Elíseos.

Tras dejar la raqueta, en 2006, siguió cosechando éxitos relacionados con su deporte y en 2011, como capitán del equipo español, llevó a "La Armada" a sumar otra Copa Davis, en Sevilla y frente a Argentina.

En ese equipo contó con Rafa Nadal, que ahora aspira a volver regalar otro éxito al tenis español, como hizo Costa a quien el imparable mallorquín derrotó en la única ocasión en la que se midieron como profesionales, en 2003 en la arcilla de Montecarlo.

Nadal, que el domingo intentará sumar su séptimo título de Roland Garros, tenía solo 17 años en aquel duelo en el Principado. El mallorquín aún tendría que esperar otras dos temporadas para levantar su primera Copa de los Mosqueteros y empezar a escribir una leyenda que aún no ha terminado.

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