Una fiesta llamada maratón

  • El momento más angustioso para el keniano Peter Nkaya, ganador hoy del maratón de la Ciudad de México, no fue al pasar la meta y sufrir un ataque de vómitos, sino en el kilómetro 35 cuando vio a su amigo Hillary Kimaiyo padecer un dolor de estómago y despedirse de la lucha por el título.

Gustavo Borges

México, 2 sep.- El momento más angustioso para el keniano Peter Nkaya, ganador hoy del maratón de la Ciudad de México, no fue al pasar la meta y sufrir un ataque de vómitos, sino en el kilómetro 35 cuando vio a su amigo Hillary Kimaiyo padecer un dolor de estómago y despedirse de la lucha por el título.

"No te detengas, por el amor de Dios", le suplicó Peter, quien por la caída de Hillary, tres veces ganador de la prueba, tuvo un camino más llano para llegar primero y llevarse un premio de 27.000 dólares.

Pero en el kilómetro 35 pareció no importarle eso.

Si bien la anécdota del africano fue un canto contra el egoísmo, no fue la única historia bonita de la prueba de 42 kilómetros y 195 metros que este domingo estuvo matizada por los momentos de catarsis de decenas de corredores.

También está la vivencia de Alan Rodríguez, de 25 años, quien corrió el primer maratón de su vida y en el kilómetro 30 empezó a llorar porque se sintió indefenso, aunque luego comprendió que sólo se trataba de "la pared", esa etapa de cansancio extremo que los médicos no saben explicar y de la cual se sale minutos más tarde.

"Cuando creía que ya no podía seguir, aceleré y el cuerpo respondió, así que cerca de la meta volví a llorar por la felicidad de graduarme como maratonista", dijo Rodríguez a Efe.

La meta de los maratones en cualquier lado del mundo es un buen sitio para pescar historias humanas. En el caso de los mexicanos, con fama de sentimentales y exagerados, esa tendencia se confirmó hoy con decenas de atletas que se tomaron fotos mientras mordían sus medallas, sin darse cuenta que a los demás les dieron una igual.

"Lo hacemos porque para nosotros el maratón es como un miembro de la familia y tenemos un romance con él sin importar mucho nuestros tiempos. Hoy mismo quería correr en tres horas y treinta minutos, hice 31 minutos más, pero soy muy feliz", explicó Juan Valdés.

Que llegan con las defensas bajas y son más proclives a las emociones es algo escrito por estudiosos del tema, que sin embargo no han podido explicar los maratonistas a veces experimenten alucinaciones parecidas a las de un estado de locura.

"Hice el tiempo peor de mi vida: cinco horas y quince minutos. No tenía fuerzas ni para llorar, pero en el kilómetro 35 sentí a mi hija Regina que va a nacer en seis semanas y ella me ayudó a acabar porque casi no había entrenado", confesó Francisco Solís, trabajador de una empresa de televisión por cable.

Mientras sus amigos repiten que en su "estado raro" por lo menos no le hacen mal a nadie, una forma de aceptarlos, ellos no pierden oportunidad para magnificar todo como hizo Ileana Sandoval al terminar un entrenamiento de 32 kilómetros dentro del maratón.

"Hoy me sentí tan linda como cuando mi esposo era mi novio y me propuso matrimonio. Ahora me muero ansiedad por la fiesta que me espera", dijo, al referirse a su debut en maratón, el próximo 7 de octubre en Chicago.

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