Atención, inversores: Myanmar os abre sus puertas

  • La antigua Birmania no solo está dando poco a poco pasos de apertura hacia una democracia, sino que también quiere ampliar su mercado. Una inversión apta solo para los más avezados y amantes del riesgo.
Patrick Winn, Bangkok (Tailandia) | GlobalPost

Myanmar (la antigua Birmania), prácticamente cerrada a los inversores occidentales por una fuerte coraza de sanciones, podía acabar abriéndose a los negocios este año.

Pero aunque el Congreso de EEUU y la Casa Blanca sigan por la senda rumoreada y finalmente premien las recientes reformas del Estado autoritario rompiendo esa coraza, ¿qué encontrarán los inversores debajo de ella?

La respuesta, sugieren los expertos, es: muchas promesas y muchos problemas.

"Estamos muy esperanzados. Todo el mundo lo está", dice Song Seng Wun, de CIMB Group, con sede en Malasia, uno de los mayores bancos de inversión del sureste asiático.

"Pero también somos conscientes de que hay muchas puertas que abrir en esta larga serie de pasillos", añade. "Este es un país que tiene que empezar casi desde cero en sus leyes sobre inversión".

La antigua colonia británica convertida en un Estado paria controlado por la Junta Militar todavía está intentando convencer a los jefes de estado occidentales de que su renovado parlamento es legítimo. Mientras el resto del sureste asiático ha ido avanzando en las dos últimas décadas, Myamar ha permanecido congelada en el tiempo por las guerras civiles, la opresión estatal y las sanciones.

Pero ahora el país parece estar listo para dar el salto hacia adelante.

La empresa de análisis de riesgos británica Maplecroft sostiene que 2012 será el año en que muchas naciones occidentales (incluyendo EEUU) comenzarán a desmontar sus diversas capas de sanciones. Gran parte de los compromisos de inversión en Myamar son de China.

Las figuras oficiales muestran el aumento de ese poder, dado que representan el 70 por ciento de los 20.000 millones de dólares en acuerdos de inversiones extranjeras en Myamar entre 2010 y 2011.

Anticipándose a esta "apertura", el Gobierno militar de Myamar está cortejando abiertamente las inversiones foráneas. Propone una exención fiscal de ocho años a los inversores extranjeros, una revisión con ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI) de su decrépito sistema monetario y también se ha hablado de que dejará de destinar la mitad del PIB a su estamento militar.

Este optimismo se deja notar en la proyección del FMI para este año fiscal de que el PIB real de Myanmar crecerá un 5,5 por ciento y crecerá un 6 por ciento entre 2012-2012. Y si todo va bien en los próximos años podría haber aún más crecimiento.

Pero los inversores que quieran subirse a esa ola se arriesgan a ensuciarse bastante las manos.

"Hay unas oportunidades enormes por delante para las empresas que quieran volver a Myanmar, especialmente en los sectores del petróleo, el gas y la minería, así como la madera y los productos agrícolas", afirma Alyson Warhurst, presidenta de Maplecroft.

Muchos de esos recursos, sin embargo, están localizados en regiones reclamadas por las minorías étnicas respaldadas por milicias bien armadas. Varias luchas independentistas han declarado el alto al fuego, menos en dos zonas: el estado de Kachin, en la frontera con China, y el estado Karen, con la frontera en Tailandia.

Las compañías que dependan del Ejército de Myanmar para tener protección (algo considerado inevitable en muchas regiones) corren "un riesgo serio de ser acusados de complicidad en violaciones de derechos humanos cometidos por las fuerzas de seguridad estatales", advierte Maplecroft.

Los bien documentados abusos de los militares birmanos incluyen el bombardeo de aldeas y el uso forzoso de civiles como porteadores militares.

El consejo de la agencia británica es: empezar con programas caritativos, desde la empresa, que cubran el vacío provocado por la negligencia del Gobierno y desafiar así al arraigado prejuicio del estado central contra las minorías étnicas.

Las firmas occidentales también pueden evitar los errores que caracterizan a los megaproyectos de China en Myanmar, en los que se emplea a poca población local y se extraen materias primas sin dejar demasiados beneficios a los birmanos.

La disidente birmana más conocida, la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, ya ha ayudado a borrar los prejuicios a las inversiones en su país animando a que Occidente lo haga de manera "ética, nueva y innovadora".

El senador demócrata estadounidense John Kerry, presidente del Comité del Senado de Relaciones Exteriores, ha admitido abiertamente a la agencia Reuters que el proceso para eliminar las sanciones ya está en marcha.

El levantamiento de las sanciones parece ahora depender de que en abril se produzcan unas elecciones limpias. Será la primera campaña electoral de Aung San Suu Kyi desde las de 1990 (anuladas por los militares), que la habrían llevado a la presidencia del país.

En estas elecciones parciales, el partido de Suu Kyi -la Liga Nacional para la Democracia- cree que logrará los 48 escaños a los que aspira. La propia Suu Kyi probablemente logrará un escaño por Rangún Sur.

Pero aunque las sanciones se levanten pronto, a las empresas occidentales que se aventuren en Myanmar les espera un matorral de corrupción y anarquía que aún se tiene que podar. En su informe más reciente la ONG Transparencia Internacional ha equiparado la corrupción en Myanmar a la de Afganistán. Tan sólo Corea del Norte y Somalia son consideradas aún más corruptas.

Entre los riesgos más peligrosos para los inversores en Myanmar está su desconcertante sistema monetario. En un informe de 2010 el Departamento de Estado de EEUU declaraba que sus múltiples tasas de cambio hacen que la conversión y el cambio extranjero sean muy complejos, así como propicios para la corrupción.

"Casi no se puede hacer nada, desde las transacciones más pequeñas hasta las más grandes, sin pagar sobornos", según el Departamento de Estado. La situación es tal que incluso grandes sumas de dinero son transferidas a través de los canales del mercado negro.

Mientras tanto, el FMI continúa enviando expertos para intentar reparar el sistema financiero birmano.

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