Cocción lenta en Sabucedo en la 'Rapa das Bestas'

  • Llegadas las ocho de la tarde, el cocinado de los asistentes al primer curro de la 'Rapa das Bestas' de Sabucedo estaba ya avanzado. Treinta 36 grados a la sombra no hicieron desfallecer a los centenares de visitantes, muchos de ellos sin camiseta y convenientemente lubricados desde horas antes, que esperaban el inicio del curro.

Víctor Honorato

Sabucedo (Pontevedra), 6 jul.- Llegadas las ocho de la tarde, el cocinado de los asistentes al primer curro de la 'Rapa das Bestas' de Sabucedo estaba ya avanzado. Treinta 36 grados a la sombra no hicieron desfallecer a los centenares de visitantes, muchos de ellos sin camiseta y convenientemente lubricados desde horas antes, que esperaban el inicio del curro.

La bravura de los hombres se mide con la de manadas de equinos en una lucha a cuerpo, que el público jalea y aplaude, en la llamada 'Rapa das Bestas', declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional.

Sabucedo está en el municipio de A Estrada, en el interior de la provincia de Pontevedra, donde el encuentro anual entre los 'aloitadores' (los jóvenes y no tanto encargados de lidiar con las bestias) y los caballos cuyas crines se preparan a desparasitar es un acontecimiento que reúne a los aficionados bastantes horas antes de que empiece realmente.

Barracas de feria, tenderetes de bebida y comida del país -y de fuera también; abundan los kebab- se concentran en los márgenes del camino por el que pasarán los caballos camino del curro.

Cuando se acerca la hora, la megafonía del recinto, un anfiteatro de piedra y cemento, recordaba sin demasiado éxito que cuando hace calor es preciso beber mucha agua y no exponerse al sol, antes de dar paso al espectáculo de música y baile tradicional gallego, tradicionalmente subido de decibelios para que nadie pierda nota.

La celebración ha alcanzado tal proporción y reúne a tanto público que el personal de organización tiene que estar vigilante para que no se le cuelen intrusos en el recinto.

"El año que viene, las acreditaciones de prensa, con foto", convienen dos encargados a la entrada, no muy lejos de un 'Bob Esponja' gigantesco.

El curro empieza con la llegada de los caballos, que entran levantando una enorme polvareda.

Cuando están suficientemente hacinados, el 'speaker' pide un aplauso y explica las reglas del curro y los orígenes centenarios de la rapa.

De lo que se trata es de cortar las crines a los caballos que durante el año viven libres en el monte. Es un proceso de higiene que comienza separando a los potros de los ejemplares adultos.

En esta primera fase participan los niños, mientras el público -los adultos pagan 10 euros por presenciar la sesión- aplaude y ríe.

"La rapa es básicamente amor, cariño y respeto por los animales", dice el locutor, antes de que comience la verdadera faena.

Un grupo de cuatro personas, veinteañeros un par ellos y algo más talludos los otros dos, se abalanzan sobre el primer caballo. Lo separan del grupo, dos agarrándolo de la cabeza y uno del rabo. El animal puede caer o no al suelo, pero queda inmovilizado; es entonces cuando el cuarto hombre saca las tijeras y corta la melena. Aplausos y vítores.

El proceso se repite durante en una hora y es arriesgado. Un mal cálculo en el salto puede provocar una caída dolorosa, por no hablar de las coces inoportunas.

La rapa engancha y atrae cada vez a más gente. El curro de esta tarde termina conforme se va poniendo el sol. En el camino de vuelta, los paseantes han de sortear las bostas. El domingo, más. EFE

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