Crece el malestar en Irán ante el drástico encarecimiento de la gasolina

  • Teherán.- Una semana después de la dramática subida del precio de la gasolina y otros bienes esenciales como el pan, el malestar por la decisión del Gobierno que dirige Mahmud Ahmadineyad crece entre la población, que comienza a atisbar un negro futuro.

Teherán.- Una semana después de la dramática subida del precio de la gasolina y otros bienes esenciales como el pan, el malestar por la decisión del Gobierno que dirige Mahmud Ahmadineyad crece entre la población, que comienza a atisbar un negro futuro.

Ardashir, un transportista que prefiere no revelar su apellido por razones de seguridad, es uno de los que más sienten los primeros efectos del polémico plan para suprimir los subsidios a la energía y otros productos básicos.

En una gasolinera del sur de la ciudad, se queja en voz baja de que en apenas siete días, llenar el depósito de su desvencijado taxi le cuesta un sesenta por ciento más.

"Es injusto y anti-islámico. El Gobierno incrementa el precio de los carburantes y a mí me obliga a mantener casi igual el precio de la carrera. Si antes era duro llegar a fin de mes, ahora será imposible", protesta no sin cierto miedo.

Poco después de resultar reelegido en un controvertido proceso electoral, Ahmadineyad presentó al Parlamento un ambicioso plan para suprimir gran parte del sistema de subsidios establecido tras el triunfo de la Revolución Islámica.

Según el mandatario, se trata de un proyecto a largo plazo cuyo objetivo es modernizar la economía, promover el crecimiento y hacer competitivo al país.

Sin embargo, su ambición colisionó frontalmente con la Asamblea, que durante meses intentó sin éxito frenar la reforma, temerosa de que únicamente sirva para espolear aún más la rampante inflación y debilitar la ya precaria economía.

La Cámara recrimina al presidente, además, la "falta de transparencia" y de "control parlamentario" de un plan que permitirá a las arcas del estado ahorrar miles de millones de euros.

El debate, que afecta a uno de los pilares del sistema islámico, amainó después de que el líder supremo de la Revolución, ayatolá Alí Jameneí, bendijera la aspiración del Ejecutivo.

Con la luz verde encendida, el régimen advirtió que aquellos que se opusieran a la retirada de los subsidios o pretendieran beneficiarse económicamente de la misma, serían acusados de "sedición" y tratados de igual manera que quienes protestaron por la reelección de Ahmadineyad, que la oposición considera fraudulenta.

En este ambiente de crispación, el Gobierno comenzó en septiembre a reducir de forma paulatina la cuota mensual de combustible subvencionado.

La semana pasada la acortó de forma sustancial y ordenó el despliegue de las fuerzas de Seguridad en las gasolineras del país para evitar disturbios como los que en 2007 incendiaron Teherán y otras ciudades.

Además, un ejército de voluntarios islámicos "Basij" -fuerza clave en la violenta represión de las protestas postelectorales- patrulla desde hace días para disuadir a aquellos que pretendan alzar los precios.

En un paso más para contener una posible rebelión, el Gobierno entregó por adelantado, asimismo, unos 80 dólares correspondientes a dos meses de la ayuda mensual en efectivo que ha prometido a cada ciudadano en compensación.

"Esto es insostenible. Si la gasolina sube, todo tiene que subir en proporción. La compensación no nos resarcirá de las pérdidas", argumenta a Efe un mayorista de frutas en uno de los mercados del centro de la ciudad.

Frente al malestar, el Gobierno insiste en que la congelación de los precios es necesaria para controlar la inflación.

Una sensación similar de desazón y furia contenida recorre el intercambiador de Akbarabad, en el sur de Teherán, centro de llegada y salida de la mayoría de los camiones que transportan mercancías en Irán.

Allí, desde hace una semana, la actividad se ha reducido, en una suerte de huelga no declarada que amenaza con paralizar el comercio nacional.

"Simplemente, no podemos trabajar en estas condiciones, no nos es rentable. El problema no es en sí la subida del carburante, si no el hecho de que el Gobierno no permita subir los precios. ¿Hasta cuándo? Hasta que el sistema de precios se equilibre", explica el gestor de una empresa de transportes.

Expertos en la región apuntan, no obstante, a que en el fondo también subyace una frustración que apunta a una de las promesas más importantes del sistema islámico implantado hace treinta años.

En la vorágine de aquella histórica algarada, su fundador, el ayatolá Rujolá Jomeini, le dijo a sus compatriotas que eran suficientemente ricos en petróleo como para no tener que pagar nunca más por ello.

Tres décadas después, parece que ya no es la turbulencia política postelectoral la principal amenaza para Ahmadineyad, si no el precio de la cesta de la compra.

"Mucha gente no es consciente aún porque tiene fresco el dinero de la compensación. En un mes deberán hacer frente a la nueva realidad", vaticina con pesimismo un analista económico que prefiere no ser identificado.

Javier Martín

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