Cuando técnica e investigación dejan obsoletas algunas fechas de caducidad

  • El desarrollo técnico y los avances en investigación de muchos procesos industriales en las empresas agroalimentarias han provocado que algunas normativas sobre fechas de caducidad se queden obsoletas: los nuevos sistemas productivos permiten alargar los plazos de consumo seguro de muchas de ellas.

Concha Rubio Bastida

Madrid, 27 ene.- El desarrollo técnico y los avances en investigación de muchos procesos industriales en las empresas agroalimentarias han provocado que algunas normativas sobre fechas de caducidad se queden obsoletas: los nuevos sistemas productivos permiten alargar los plazos de consumo seguro de muchas de ellas.

La caja de Pandora de los desperdicios alimentarios ha abierto un debate ético y moral sobre cómo es posible que 900 millones de personas pasen hambre en el mundo mientras se tiran 1.300 millones de toneladas de alimentos cada año, según datos de la FAO.

Bruselas quiere poner freno a este desatino y reducir a la mitad el desperdicio alimentario en el horizonte 2020 y para ello se plantea que se amplíen fechas de caducidad y de consumo preferente.

¿Pero es realmente posible hacerlo cuando la mayoría de la población no distingue el significado de una y de otra?

La normativa sobre etiquetado dice que la fecha de caducidad será obligatoria en el caso de alimentos microbiológicamente muy perecederos, muy sensibles a la contaminación microbiana, lo que significa que ingerirlos pasada esa fecha no es seguro, apunta el director de Relaciones Institucionales de Grupo Leche Pascual, Óscar Hernández.

Para el resto de productos, se establecerá una fecha de consumo preferente, periodo en el que el fabricante considera que el alimento mantiene sus cualidades y su ingesta posterior a esa fecha sólo afectará a textura, sabor o color, pero no a su seguridad.

Como explica a Efeagro el responsable del departamento de Legislación de Ainia Centro Tecnológico, José María Ferrer, en ambos casos el legislador no define la vida útil del producto alimenticio, sino que el fabricante o industrial es el responsable, a través de sus estudios de vida útil del producto, de establecer la fecha.

Ferrer recuerda que solo se fijan los plazos en el caso del yogur, con una norma de 2003 que fija que a partir de su elaboración deberá ser vendido como máximo dentro de los 28 días siguientes.

En este sector, voces como la del subdirector de Capsa, Franciso Javier Echevarría, aseguran que esta norma ha quedado obsoleta ahora que "las cadenas de reparto de frío son más seguras, los productos son mas trazables y la calidad de la leche ha mejorado".

Según el director general de Industrias Alimentarias del ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Fernando Burgaz, han puesto el foco en una revisión de la norma, que será más extensa que la ampliación de las fechas de caducidad y consumo preferente, sobre las que aún no está decidido dónde se actuará.

Burgaz, quien insiste en que en casi todos los productos corresponde al productor fijar las fechas, avanza que el Ministerio quiere revisar la norma para que se puedan ampliar y así "contribuir a la reducción de los desperdicios" de alimentos.

Según resalta, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (Aesan) tendrá un papel fundamental, "porque uno de los aspectos que queremos garantizar son los sanitarios".

Para el director general de la Asociación de Cadenas Españolas de Supermercados (Aces), Aurelio Pino, "hay que tener mucho cuidado con trasladar al publico cualquier información que haga pensar que la seguridad alimentaria no es importante, porque en ella trabajamos todos y es uno de los derechos fundamentales del consumidor".

En relación a una hipotética ampliación de las fechas, considera que "no se puede exigir al industrial que asuma responsabilidad más allá de donde él ha visto que puede asumirlas".

Para calcular la vida útil de los alimentos, productores e industriales cuentan con dos herramientas: un estudio de vida útil convencional o uno acelerado, explican a Efeagro el jefe y el técnico del departamento de nuevo producto de Ainia, respectivamente, Joaquín Carnicero y José Enrique Carreres.

Para ello, el industrial o productor somete el producto a pruebas en las peores condiciones y se le hace un seguimiento para ver en qué medida pierden sus atributos; sobre el periodo de vida útil que arroja el estudio, el industrial por seguridad descuenta un margen de entre el 20 y 30 %, precisan los investigadores.

El estudio acelerado permite acortar los tiempos de investigación para productos con amplia vida útil, que puede ser de tres años, y se someten a temperaturas más elevadas para forzar el deterioro.

Las empresas también cuentan con los envases para alargar su vida útil, como los plásticos multicapas que hacen las funciones de sellado y barrera para gases o humedad, remarca el técnico del departamento de nuevos productos de Ainia, José Enrique Carreres.

La elección del envase no es casual: los hay metalizados y opacos -como el de algunas patatas fritas para que no se pongan rancias- y no se envasa igual un café que platos preparados o leche en polvo.

Incluso están los envases inteligentes que nos pueden decir si la cerveza en la nevera ha llegado a su temperatura óptima -su etiqueta cambia de color- o las termocrómicas, que reflejan la historia de temperaturas del producto o si se mantiene apto para el consumo.

Alfonso Carracosa, del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), cree que no se pueden hacer cambios en las fechas de forma arbitraria, sino en base a estudios y que el despilfarro no es consecuencia directa de las fechas, ya que "el que es despistado lo seguirá siendo".

Carrascosa opina, además, que no se consigue cambiar el hambre en el mundo solo cambiando las fechas de los alimentos.

Según la FAO si se recuperara una cuarta parte de los alimentos desperdiciados se podría alimentar 900 millones de personas.

Mostrar comentarios