El año en que surgieron dudas en la India ante la crisis económica global

  • La India continuó en 2011 su larga marcha hacia el ansiado desarrollo económico, aunque el efecto que pueda tener la crisis internacional sobre su crecimiento ha proyectado dudas sobre su estatus como potencia en el mundo.

Diego Agúndez

Nueva Delhi, 8 dic.- La India continuó en 2011 su larga marcha hacia el ansiado desarrollo económico, aunque el efecto que pueda tener la crisis internacional sobre su crecimiento ha proyectado dudas sobre su estatus como potencia en el mundo.

La primera década del siglo arrojó para la India el mejor índice de crecimiento de su historia moderna y la mayoría de los analistas le auguran un futuro brillante, pero la onda expansiva de la crisis global está teniendo efectos sobre su salud económica.

Las autoridades gubernamentales predicen para este año fiscal (abril 2011-marzo 2012) un crecimiento del 8,2 %, tres décimas menos que el período anterior, debido a los malos datos de inflación y a una reducción de la inversión extranjera en el país.

Pero en los últimos meses la predicción ha ido debilitándose: en octubre, el Banco central del país (RBI) la rebajó hasta el 7,6%, y el "número dos" de la institución, Subir Gokarn, ha reconocido que podría haber momentos de crecimiento por debajo del 7%.

Según el Gobierno, solo los servicios tirarán de la economía de forma apreciable de la economía india, con un crecimiento previsto del 10% , frente al 7,1% de la industria y el 3% del fundamental sector agrícola, con diferencia el más intensivo en trabajo.

La agricultura india representa el 18% del PIB pero ocupa a dos tercios de los trabajadores, de ahí que su salud -o la falta de ella- resulte preocupante para las autoridades, que aspiran oficialmente a crecer por encima del 4% anual en el sector.

Lo que cuentan en Delhi los principales asesores del Gobierno, sin embargo, es que su máxima obsesión sigue siendo controlar la inflación, disparada, según datos de octubre, en el 9,73% frente al objetivo general del año fiscal, fijado en el 7%.

Y la situación es aún más acuciante en el apartado de los alimentos, que con una tasa interanual del 11% y un aumento de casi el 65% desde el inicio del año fiscal es una de las principales municiones en manos de la oposición parlamentaria.

Con la necesidad de domar el auge en los precios, el Banco Central de la India (RBI) ha subido en trece ocasiones los tipos de interés interbancarios desde enero de 2010, con efectos en los créditos de la banca privada y los propios consumidores.

"La inflación y las expectativas inflacionarias siguen siendo elevadas. Es necesario continuar con esta política", afirmó en rueda de prensa el gobernador del RBI, Duvvuri Subbarao, al anunciar la decimotercera subida de tipos (hasta el 8,5%).

Varios analistas han criticado en los últimos meses esas medidas contra la inflación, por estimar que dañan la pujanza económica, y de hecho la producción industrial ha ido desacelerándose, hasta el punto de que en septiembre el crecimiento fue de un pálido 1,9%.

A la difícil gestión de la inflación y su efecto sobre la industria la India ha añadido la inesperada caída de la rupia, que se ha depreciado un 16% respecto al dólar en apenas cuatro meses y amenaza ahora la demanda interna.

La moneda tocó su suelo histórico el pasado 22 de noviembre, como reflejo, afirmó el ministro indio de Finanzas, Pranab Mukherjee, de las turbulencias financieras globales, a la espera de una "autocorrección de los mercados".

Aunque beneficiosa para los exportadores, la caída de la rupia dificulta las importaciones en un país con un creciente déficit comercial y siempre temeroso del aumento del precio del petróleo en los mercados internacionales.

Para reactivar la pujanza, el Gobierno terminó el año dando señales a los inversores de un compromiso renovado con las reformas económicas, ejemplificado en la apertura del sector de la distribución minorista a las grandes compañías extranjeras.

Pero con ello ha abierto una gran batalla, entre los partidarios de abrir y modernizar la economía y aquellos que prefieren mantener la seguridad de las pequeñas "kiranas" o tiendas de barrio, temerosos de que la medida pueda destruir puestos de trabajo.

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