El "ateneo del mus" que bautizó Francisco Umbral cumple cien años

  • Casa Benito, una de las pocas tabernas con "sabor rancio" que quedan en León y que el escritor Francisco Umbral bautizó como el "ateneo del mus", cumple cien años, un periodo en el que la tasca ha dado de comer a Adolfo Suárez y donde la política se instaló en sus salones y el fútbol son palabras mayores.

Luis Vidal Huerga

León, 7 ene.- Casa Benito, una de las pocas tabernas con "sabor rancio" que quedan en León y que el escritor Francisco Umbral bautizó como el "ateneo del mus", cumple cien años, un periodo en el que la tasca ha dado de comer a Adolfo Suárez y donde la política se instaló en sus salones y el fútbol son palabras mayores.

Benito Méndez abrió el establecimiento en 1915 y primero fue tienda, después pensión, restaurante y bar, tal y como se le conoce hoy, según recuerda en una entrevista con Efe el hijo del fundador, Alfredo Méndez, que está a punto de cumplir los 88 años, pero con una memoria envidiable.

Recuerda casi todo lo que ha sucedido desde que entró en el bar por primera vez, excepto la fecha exacta de la apertura, que su padre grabó en un reloj que presidía la barra y que fue robado.

"Hubo un tiempo en el que el de la plaza Mayor no funcionaba y la gente venía al Benito a ver la hora, porque era el único reloj que había", comenta Alfredo.

Con un cartel en la entrada en el que figura el lema "fundado en 1915", en este bar Francisco Umbral aprendió el juego del mus por las constantes y largas partidas que se jugaban sobre las viejas mesas de madera que hoy resisten y bautizó al lugar como el "ateneo del mus" en su libro "Crónica de las tabernas leonesas" (1962).

"¿Paco? Era un chico joven, muy chungón, pero se picó con algunos de aquí de León, entre ellos Victoriano Crémer, y salió huido. Aquí no contaba con simpatías. Después se hizo un fenómeno en Madrid", recuerda Alfredo Méndez.

Casa Benito fue guarida para el León más taciturno de las épocas más oscuras del último siglo, entre ellas, Genarín, el borracho putero y pellejero ahora convertido en santo, o el enano Vicentín, que sacaba para vino lo que le daban por la rifa de tabaco.

Pero también la flor y nata de las artes y de la cultura, como el propio Victoriano Crémer, el premio Cervantes Antonio Gamoneda, Antonio Pereira, Luis Mateo Díez, Juan Pedro Aparicio o Julio Llamazares, así como Joaquín Sabina, María Dolores Pradera o la actriz Florinda Chico, que era "muy maja".

Además, también han sido clientes el actor Carmelo Gómez, el legendario futbolista Santillana, el expresidente del FB Barcelona Joan Laporta, el expresidente de Cantabria Miguel Ángel Revilla, y destacan el mismísimo Stanley Kubrick o los míticos Scorpions cuando actuaron hace años en Ponferrada.

El ambiente cultural trajo consigo la política en el franquismo y la transición, ya que en Casa Benito, el mismo día y a la misma hora, solían coincidir comunistas y falangistas, sin que "nunca pasara nada".

El ministro de Presidencia en el Gobierno de Adolfo Suárez, el leonés Rodolfo Martín Villa, acudió a este lugar con el propio presidente.

"Ahí estuvieron comiendo pulpo y callos", comenta el tabernero sin darse mayor importancia, a la vez que relata cómo la Policía inspeccionó antes el lugar, por temor a que, debido a la cantidad de comensales que acompañaban a los políticos, el endeble suelo de madera se rompiera y los artífices de la transición fueran a parar a la bodega subterránea.

Casa Benito es, sobre todo, fútbol y, además, fue pionero en las apuestas deportivas, ya que cada semana, 33 amigos apostaban para adivinar el número de goles de siete partidos de Primera División, además de una octava casilla, la de la Cultural y Deportiva Leonesa, antes de que existiera La Quiniela.

Por eso, ahora Casa Benito, además de servir mistela o buen vino, es también administración de lotería.

Alfredo logró el carné de árbitro, aunque nunca ejerció, y en la barra del bar se creó el Club de Fútbol San Martín y, además, cada fin de semana acudía al campo a ver los partidos de la Cultural y Deportiva Leonesa y, bajo su óptica ecuánime de colegiado, relataba los encuentros a un grupo de ciegos que "no veían nada".

El paso del tiempo al abrigo de las paredes de Casa Benito ha ido acompasado al paso del tiempo en la calle y, compara, "son épocas distintas.

"Antes había mucha miseria y ahora es todo opulencia", afirma con rotundidad.

Alfredo critica la tapa que ha dejado de provocar el interés del cliente por las raciones y mira con cierto desdén las "cafeterías finas y elegantes" que se han ido instalado en la plaza Mayor, alrededor del Benito, y que han ido sustituyendo a otras tabernas, a tascas de antaño y a viejos negocios de alimentación o textil.

A sus 88 años, Alfredo Méndez ha confiado la taberna de su padre a las dos generaciones que le suceden, aunque no se resiste a dar "alguna vueltecita" por el bar a diario.

Vueltecitas que este año estarán cargadas de sorpresas porque Casa Benito tiene la intención de citar a lo largo del año a sus clientes más ilustres para recordar viejos tiempos, aquellos del pasado que sirven de base a un presente en el que esta taberna sigue siendo tal, a pesar de los tiempos. EFE

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