El Baradei, el favorito de los revolucionarios da un paso al frente

  • Cuando el premio Nobel de la Paz Mohamed el Baradei regresó a su país el 19 de febrero de 2010 muchos vieron en él a la gran esperanza democrática para acabar con el régimen autoritario de Hosni Mubarak.

Enrique Rubio

El Cairo, 6 jul.- Cuando el premio Nobel de la Paz Mohamed el Baradei regresó a su país el 19 de febrero de 2010 muchos vieron en él a la gran esperanza democrática para acabar con el régimen autoritario de Hosni Mubarak.

Hoy, El Baradei, que renunció a participar en la carrera presidencial el año pasado, cuyo vencedor fue el islamista Mohamed Mursi (derrocado el pasado día 3 por un golpe de Estado), ha dado finalmente un paso al frente al asumir la jefatura del Gobierno interino, aunque su prestigio y popularidad en el país han sufrido una gran merma desde entonces.

Especial inquina le guardan los islamistas, lo que siembra dudas sobre su capacidad de congregar un Ejecutivo de unidad nacional en torno a su persona.

Jaled Hashem, seguidor del depuesto presidente Mohamed Mursi, resumió hace unos días a Efe el sentir en las filas islamistas: "Si El Baradei recibe algún cargo, primer ministro o lo que sea, no sé qué pasará. Nuestras manifestaciones son pacíficas, pero en ese caso no sé qué pasaría. ¿Dónde estaba este hombre durante la revolución?".

Su sorprendente retirada de la carrera presidencial el año pasado dejó a los revolucionarios laicos y liberales de la plaza Tahrir sin su favorito, un hombre sin carisma en la calle pero respetado por sus convicciones y su currículum.

Pese a todo, es más que probable que El Baradei no estuviese entonces llamado a convertirse en el primer presidente de Egipto elegido en las urnas.

Su figura poco atractiva y un tanto huidiza nunca ha llegado a calar en la calle, que lo percibe en ocasiones como un advenedizo, más pendiente de atender asuntos fuera del país -para muchos es el hombre de EEUU- que en escuchar las cuitas del egipcio de a pie.

También ha sido refractario a la exposición pública y al escrutinio de los medios de comunicación, donde es conocida su escasa disposición a las entrevistas.

Sin embargo, su contestación al régimen del presidente Hosni Mubarak (1981-2011) cuando la revolución no era más que embrionaria, y su hostilidad a la Junta Militar que asumió el poder durante la transición le granjearon el apoyo de la minoría liberal y laica en Egipto.

En una pirueta del destino, son los mismos militares que antes denostaba quienes le han servido en bandeja de plata el regalo envenenado de llevar el timón del gobierno de un país dividido, quebrado económicamente y en riesgo de estallido de la violencia.

Pero antes que a su labor opositora en Egipto, El Baradei debe su popularidad a su labor como director general del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), desde 1997 hasta 2009, que le otorgó el reconocimiento del nobel de la Paz.

Nacido en El Cairo el 17 de junio de 1942 en una familia acomodada -su padre era un abogado con credenciales democráticas-, se licenció en Derecho por la universidad de la capital egipcia en 1962 y alcanzó el doctorado en Derecho Internacional por la Escuela de Derecho de la Universidad de Nueva York en 1974.

Los primeros años de su carrera profesional transcurrieron en el cuerpo diplomático egipcio, aunque en 1980 su vocación por las instituciones multilaterales lo llevó a la ONU, donde dirigió el Programa Internacional de Derecho en el Instituto de Investigación de las Naciones Unidas.

Cuatro años más tarde, aterrizó en el OIEA, donde escaló puestos hasta llegar a sustituir al sueco Hans Blix como máximo responsable del organismo.

Su mandato estuvo marcado por su empeño en fomentar la utilización de la energía atómica con fines pacíficos y en garantizar la política de inspecciones de armas nucleares en el mundo.

Casado y con dos hijos, El Baradei alcanzó su verdadera proyección internacional al enfrentarse al Gobierno de EEUU cuando este alegó un supuesto programa iraquí de armas de destrucción masiva para invadir ese país en 2003.

El 7 de octubre de 2005, le fue otorgado el premio Nobel de la Paz junto al OIEA por su "labor independiente y sus esfuerzos para prevenir que la energía nuclear sea utilizada con fines militares".

Tras abandonar su puesto en el OIEA, El Baradei emprendió en 2010 su más arriesgada aventura política: desplazar del poder a un régimen que aparentemente no mostraba grietas.

Al poco de llegar, anunció la creación, junto a otros opositores, de la Asamblea Nacional para el Cambio, un grupo que germinó en el partido Al Dustur (La Constitución), cuyo liderazgo abandonó hoy al ser nombrado primer ministro.

El 27 de enero de 2011, solo dos días después del comienzo de la revolución egipcia, El Baradei se sumó a lo que todavía entonces era un incipiente movimiento juvenil.

Después de la caída de Mubarak, su nombre sonó repetidamente como uno de los candidatos a encabezar un Gobierno de unidad nacional o a dirigir la transición hasta las elecciones presidenciales.

Sin embargo, tras renunciar a competir por la Presidencia en 2012, permaneció en un segundo plano mientras su imagen desaparecía de las televisiones.

El decreto constitucional con el que Mursi se situó por encima de la ley en noviembre del año pasado "resucitó" a El Baradei, quien desde entonces nunca dejó de criticar al presidente islamista, más a través de Twitter que de su presencia en la calle.

Su elección por los jóvenes de "Tamarrud" (Rebelión) y de los partidos agrupados en el Frente de 30 de Junio como su representante certificó su regreso a la primera plana y a asumir, hoy, una tarea homérica que presenta innumerables desafíos.

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