El suministro eléctrico de Lituania, en manos de Rusia

  • Lituania ha cerrado su última planta nuclear, la que proporcionaba cerca del 80 por ciento del suministro eléctrico del país. Lo ha hecho para cumplir una de las condiciones para su acceso a la Unión Europea hace ya siete años. Sin embargo, mientras el país espera a desarrollar una nueva política energética, dependerá del suministro ruso.
David L. Stern | GlobalPost

(Ignalina, Lituania).El 31 de diciembre, se desconectó la segunda y última unidad de la planta nuclear de Ignalina (una pesada estructura en la los bosques nororientales de Lituania, cerca de la frontera con Letonia) poniendo fin a 26 años de servicio de la central y dando paso a una nueva era de incierto abastecimiento energético en el pequeño estado báltico.

El cierre de Ignalina forma parte de las condiciones impuestas a Lituania para acceder en 2004 a la Unión Europea. La planta se construyó originalmente para suministrar energía a la zona noroccidental de la Unión Soviética, y era la última central todavía funcionando fuera de Rusia con un reactor del tipo RBMK (Reaktor Bolshoy Moshchnosti Kanalniy, o reactor de gran potencia de tipo canal), similar al que explotó en las instalaciones de Chernóbil, en Ucrania, en 1986.

No obstante, hay algunas diferencias entre ambos casos. Técnicamente los reactores de Ignalina no son iguales al que estalló en Chernóbil. Además, el accidente en Ucrania se debió a un error humano, cuando los técnicos apagaron (sorprendentemente) todos los sistemas de seguridad y simularon una situación de emergencia. Los sistemas de seguridad lituanos, por otra parte, han sido sometidos a extensas (y costosas) mejoras en los últimos años, y su registro de pequeños accidentes es uno de los más bajos del mundo, según afirman las autoridades del país.

Pero Bruselas no vio Ignalina del mismo modo. Según las autoridades de la UE, Ignalina carecía de estructuras clave que pudieran disminuir los riesgos. La UE había heredado un reactor del tipo del de Chernóbil, y había que clausurarlo; punto. “No es seguro”, dijo rotundamente Kestutis Sadauskas, jefe de la comisión de la UE en Vilna, añadiendo que las instalaciones necesitaban un segundo “sarcófago de contención”, que servirían de cortafuegos adicional en caso de accidente.

Sin embargo, el desmantelamiento de la planta ha generado enormes complicaciones (y angustia) entre los lituanos, que se preguntan de dónde obtendrá ahora su país el suministro eléctrico. Ignalina producía entre el 70 y el 80 por ciento de las necesidades energéticas nacionales. Gracias a ello, Lituania (un país de 3,5 millones de habitantes, sin recursos naturales propios, encerrado en medio de Polonia, Bielorrusia, Letonia y el territorio ruso de Kalingrado) ha podido ser hasta ahora independiente en términos de energía.

Ahora debe de mirar hacia sus vecinos en busca de suministro. Lo que preocupa a algunos lituanos es que Rusia, su antigua potencia, pase a controlar la mayor parte de las opciones energéticas del país a corto y quizás largo plazo. Lituania producirá a partir de ahora al menos el 65 por ciento de su electricidad en la planta de Lietuvos Elektrine. Eso es el mínimo, aunque la cifra podría aumentar. Inicialmente Rusia aportará todo el gas que necesiten dichas instalaciones. También se importará electricidad de países vecinos, aunque probablemente será también ruso en origen.

Los riesgos son obvios para cualquiera que viva en la antigua esfera soviética: Moscú utiliza a menudo sus reservas de gas y petróleo para castigar o premiar a sus antiguos estados satélite. Las autoridades lituanas dicen que no creen que vaya a haber problemas con el Kremlin, pero el peligro de colocar casi todos los huevos en la misma cesta energética todavía está siendo valorado. Las lecciones de Ucrania, al que Rusia cortó los suministros por desavenencias en los precios, todavía colean.

Hasta el momento, no obstante, no hay nada por lo que preocuparse. No habrá escasez de la producción energética en el país. Las autoridades dicen, además, que esperan que el mercado ayude a mitigar cualquier problema: si Rusia aumenta el precio del gas, podrán importar más electricidad, o importar gasóleo, aunque esa solución sería más costosa y menos respetuosa con el medio ambiente.

En cualquier caso, añaden, no tuvieron mucho que decir respecto a si se debía de cerrar o no Ignalina. “La posición oficial y la mía propia es que políticamente estamos comprometidos a cerrar la planta, así que eso es lo que se va a hacer”, ha dicho Zygimantas Vaiciunas, jefe del la división de planificación estratégica del Ministerio de Energía lituano.

Vaiciunas dice que, al igual que cualquier otra central nuclear, Ignalina tenía que cerrarse tarde o temprano. Si intentasen prolongar la vida de las instalaciones otro par de años, tal y como demandaban muchos políticos, Lituania se arriesgaba a perder una gran parte del dinero que le ofrece la UE para ayudar a su desmantelamiento, (unos 1.200 millones de euros hasta ahora). No obstante, los costes, tanto económicos como sociales, podrían ir más allá de esta cifra.

El cierre definitivo de la central no se producirá hasta 2029, y costará 3.000 millones de dólares, incluyendo la retirada de todos los residuos nucleares. El gobierno de Vilna (capital lituana) tendrá que aportar parte de este presupuesto.

Lituania es uno de los países más golpeados por la crisis económica mundial. Su economía se ha contraído un 18 por ciento en 2009, según algunos indicadores. Se prevé que la desaparición de Ignalina se traduzca no sólo en la pérdida de negocios y de empleos en la economía local, sino también en un aumento del 30 por ciento en los precios de la electricidad doméstica.

La central producía además electricidad destinada a la exportación, representando según algunos cálculos el uno por ciento del producto interior bruto del país. Pero los beneficios potenciales pesan más que las desventajas, según fuentes gubernamentales. Además de deshacerse de un riesgo medioambiental, el cierre de Ignalina forzará a Lituania a modernizar su red eléctrica, con planes de conexiones eléctricas a Polonia y Suecia. Pero en el futuro más cercano, el consumo de gas del país y -consecuentemente- su dependencia de Rusia probablemente crecerá.

Aún así Sadauskas, jefe de la comisión de la UE en Vilna, ve una sociedad que podrá competir con la política ecológica y el uso de energías limpias de Suecia: "Es una oportunidad de oro para dar el salto a una sociedad post moderna. Los suecos usan tanto renovables como energía nuclear.Y les da completamente igual en gas ruso".

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