Enemigos sirios comparten un mismo barco para escapar de la guerra

  • El camino de un opositor sirio herido, de un joven kurdo desencantado y de un peluquero pro-Asad convergen en el mismo barco de refugiados, en pleno Mar Egeo, pero apenas hablan entre sí, pese a que realizan el mismo viaje hacia lo desconocido.

Jalal, de 38 años, oriundo de Dera, en donde la rebelión contra el régimen de Bashar al Asad estalló en 2011, fuma un cigarro en la cubierta del barco mientras cae la noche.

Cuenta que se ha cruzado con partidarios del régimen sirio durante el peligroso viaje que emprendió desde Turquía con destino a la isla griega de Kos, donde afluyen miles de refugiados deseosos de llegar a Europa.

"Intento no hablar de la situación en Siria con ellos, sé que no estaremos de acuerdo", dice este hombre con los ojos rojos de cansancio.

"Incluso si la guerra siria acabara ahora, creo que se necesitarían años antes de que las cosas regresen a la normalidad", añade.

El conflicto en Siria se desencadenó en 2011 con la cruenta represión de las manifestaciones pacíficas contra el régimen de Al Asad, lo que degeneró en un conflicto armado que ha matado a unas 250.000 personas y obligado a huir a cuatro millones de sirios.

Jalal, que habla perfectamente el turco, espera llegar a Alemania y encontrar un trabajo dentro de la comunidad turca "hasta que consiga papeles".

Sus ojos se llenan de lágrimas cuando se levanta la camisa para mostrar una cicatriz de una herida de bala en el abdomen.

"Mi hermana fue asesinada por un francotirador del ejército cuando intentaba evacuarla del barrio en el que vivía", bajo ataque, en 2012. "También me dispararon, pero sobreviví", cuenta.

"La guerra es como un barco. No puedo detenerlo y bajarme", añade, mientras la embarcación, que salió de Kos, se dirige hacia Atenas.

Tony, un peluquero de 40 años y ojos azules, que viene de una zona de la ciudad de Homs bajo control del régimen, también espera llegar a Alemania y encontrar un trabajo rápidamente.

Él y Jamal seguramente ya se han cruzado, ya que saben que provienen de dos campos opuestos de esta guerra que ambos tratan de olvidar. Sus miradas se cruzan durante un instante, pero rápidamente miran hacia otro lado.

"Mi mujer vivía aterrorizada, entre coches bomba, hombres armados (los rebeldes) que nos atacaban todo el tiempo", afirma Tony, que al igual que el presidente Asad pertenece a la minoría alauita.

Apodada al inicio de la rebelión "Capital de la revolución", Homs ha sido una de las ciudades más afectadas por el conflicto y la violencia intercomunitaria.

"Para mí, nunca hubo revolución", afirma Tony, haciéndose eco de la retórica del régimen.

Jalal parece más dispuesto a escuchar a Nechirvan, un kurdo sirio de 20 años, de la ciudad de Qamishli que huyó porque se negó a "convertirse en un peón de esta guerra". "Mi vida vale más que eso", sostiene.

"Cada bando buscar reclutar. O te recluta el ejército o las Unidades de protección del pueblo (kurdas)", afirma este joven de cabello oscuro.

Pero cuando abordan el tema kurdo, la tensión empieza a palparse.

"Desde hace cientos de años nuestro sueño ha sido crear un Estado kurdo independiente", dice Nechirvan.

"Está bien, pero ¿por qué no esperaron a que el régimen caiga antes de tratar de crear su estado", le responde Jalal.

Pero en el ferry no solo hay conflictos: Rana, una joven de 26 años, oriunda de Damasco, se casó hace apenas unos días en la isla griega de Rodas con Mohamed, un palestino de Siria, de 38 años, que vive en Copenhague.

La pareja, que se conoció en las redes sociales, apoyaba la revuelta en sus inicios, aunque ninguno de los dos hizo campaña.

"Actualmente, no apoyo a ningún bando. Solo quiero un futuro", dice esta mujer rubia de ojos marrones, quien piensa que el levantamiento fracasó "porque la gente no estaba unida."

Para ella, este viaje es una "inusual luna de miel". "Les contaré a nuestros nietos nuestra historia", dice sonriendo.

Poco después del amanecer, el barco atraca en Atenas, y los refugiados toman cada uno un camino distinto.

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