Ni tsunamis, ni terremotos, ni Fukushima han conseguido desviar la atención de los pescadores japoneses sobre los delfines. Con más ahínco un año más, comienza la matanza anual de delfines que tiene lugar en Taiji, Japón. Esta matanza llevará a cabo durante los meses de septiembre hasta abril y en ella morirán casi más de 2.000 delfines.
Los métodos empleados son de lo más crueles, mediante embarcaciones que producen barreras de sonido que afectan al sistema de orientación de estos mamíferos; interrumpen sus rutas migratorias y los conducen hacia la costa. Ya solo el mero hecho del sentimiento de persecución y encierro, produce en estos seres, auto conscientes aunque no lo creamos, un alto nivel de estrés y pánico. Para culminar esta horrible pesadilla los pescadores les esperan en la costa armados con arpones manuales, redes, cuchillos o garfios.
Delfinarios o pescaderías
El objetivo de esta práctica es abastecer los delfinarios de países como China, Dubái o Corea del Sur, o la comercialización de la carne de delfín para consumo humano. El problema de este tipo de alimento es que la carne del delfín, al encontrarse el animal en la cima de la cadena trófica, contiene altas cantidades de mercurio lo cual la hacen no apta para el consumo humano.
Estudios realizados entre el 2007 y el 2008 por Tetsuya Endo, profesor de la Universidad de Ciencias de la Salud de Japón revelaron, que un 6% de las personas que se sometieron a pruebas presentaron niveles de melti-mercurio superiores a 50 partes por millón. Suficiente como para generar daños irreversibles en el sistema nervioso.
Las prácticas continúan pese a las insistentes denuncias de distintas organizaciones internacionales: desde distintas plataformas como change.org pasando por el notable documental "The Cove", que causó gran polémica a nivel internacional y donde se muestra claramente cómo se llevan a cabo estas crueles y sangrientas costumbres. Cada año mueren en Taiji más de 2.000 delfines y en las costas de Japón la friolera de 23.000 delfines al año. Todo ello por falta de un marco legislativo internacional.
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