La cocina, una forma de resistencia para los palestinos

  • "Algunos hacen la guerra pero hay mejores maneras de defender el país". En el centro histórico de Naplusa, donde vivió los días más duros de la intifada, Fatima Kadumy cocina calabacines rellenos y hummus para apoyar la causa palestina.

Hace siete años esta mujer tuvo la "loca idea" de fundar una escuela de cocina en esta ciudad de Cisjordania para que las recetas tradicionales sirvieran también para respaldar la creación de un estado palestino.

Sus esfuerzos han sido recompensados porque desde 2008 ha recibido más de 1.200 visitantes de países como China, Australia, Alemania o Estados Unidos.

"Detrás de la cocina hay política y resistencia", asegura en su pequeño local de Naplusa, que ha llamado Bait al Karama (Casa de la Dignidad, en árabe). "Enseñamos nuestra cocina y nuestra vida tal como la vemos. Así los extranjeros pueden juzgar a los palestinos desde dentro", afirma.

No hace mucho una pareja de estadounidenses de Washington aprendió a cocinar hojas de parra y calabacines rellenos gracias a Nidal, el chef de la escuela. Uno de los visitantes, Rex, dijo estar encantado de "compartir la vida diaria" de los palestinos en esta ciudad que vivió entre 2000 y 2005 los peores días de violencia de la segunda intifada.

Antes de cocinar, Fatima Kadumy acompañó a la pareja por las calles de la ciudad para ir al mercado y comprar productos únicamente palestinos, porque su escuela boicotea los productos israelíes.

Además una buena comida incita a hablar de política. "En la mesa siempre se habla con más calma, con más facilidad" asegura esta mujer que viste un velo azul y dorado y lleva las gafas de sol encima de la cabeza.

Su escuela forma parte del movimiento global Slow Food, fundado en Italia para promover la cocina local. "Durante demasiado tiempo hemos permitido que sólo hablen los israelíes", dice.

Palestinos e israelíes no sólo se disputan el territorio sino también el origen de algunos platos, como el hummus, una crema de puré de garbanzos que también se come en forma de croquetas (falafel).

Sin embargo, todos están de acuerdo en que el mejor es el de Abu Shukri, un pequeño restaurante en la ciudad vieja de Jerusalén inaugurado en 1948, cuando se creó Israel, y que hoy lleva Yasser Taha, un palestino que lo heredó de su padre.

"Los israelíes aprendieron a preparar el hummus con nosotros", explica, orgulloso de este plato de orígenes oscuros a base de garbanzos, aceite de oliva, zumo de limón, ajo y tahina (una pasta a base de sésamo).

"Miraron y aprendieron a cocinarlo y ahora dicen que se lo inventaron ellos", dice sonriendo Tahar en su restaurante, donde tiene muchos clientes israelíes.

"¡Mire nuestros platos vacíos!", dice Elad, de 52 años, que vino con su hija, mientras se come con un trozo de pan lo que queda de un hummus decorado con perejil y zumaque, una especie de pimentón. "Nos encanta venir aquí, es delicioso", asegura.

Neta, una mujer israelí, cree incluso que este modesto plato podría tener un papel en el conflicto entre palestinos e israelíes. "A todo el mundo le gusta el hummus, es algo que tenemos en común, nos puede llevar a entendernos", asegura.

Cerca del restaurante, las postales en venta en las paradas muestran la diversidad de pareceres: en algunas aparece un plato de hummus junto a una bandera israelí y en otras junto a los colores negro, rojo y blanco de la bandera palestina.

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