Levante U.D.: de la liquidación a la salvación

  • El Levante no es un equipo cualquiera. El IESE acaba de hacer público el caso de estudio que ha desarrollado a partir de un club que en el verano de 2008 estaba a punto de desaparecer y hoy día mantiene controlada su deuda tras un duro plan de saneamiento y austeridad. De paso, sigue en Primera.
Álex Medina R.

Esta historia tiene un final feliz y tres comienzos. La moraleja, en cambio, está clara y es de las que gustan a los guionistas de telefilms: si haces las cosas bien, tienes muchas más posibilidades de obtener el éxito.

El Levante U.D. hizo lo que hacen tantos equipos de fútbol durante casi toda su historia y casi desaparece agobiado por las deudas. Al borde del abismo, cambió el modelo, ajustó gastos, cerró el paso a inversores exóticos y ajenos y se conformó con ser lo que es: un equipo que sólo había estado cinco de sus cien años en Primera.

Aplicó la racionalidad más básica de los manuales de gestión y hoy día mantiene a raya los números rojos, tras reducir su deuda de casi 90 millones a 60. Disfrutará de su séptimo curso entre los mejores.

La transformación ocurrió a lo largo de la temporada 2008/2009. Podría ser el segundo comienzo, la refundación de un club cuyo inicio cronológico y real se remonta a 1909. A un solo año de su centenario, y en el verano posterior a un nuevo descenso deportivo, la socidad entró en concurso de acreedores.

Muy poco antes, los jugadores se habían declarado en huelga por impago de sueldos, la deuda ascendía a más de 80 millones, el entrenador había dimitido y un ERE vaciaba la plantilla. Sólo les quedó un futbolista en nómina.   

Al límite

En apenas quince días y con un entrenador de circunstancias que vino del Benidorm (Luis García, que continúa tres años después en el equipo), se rearmó una plantilla que, finalmente, ocuparía un cómodo octavo puesto en la tabla de la categoría de plata.

Mientras tanto, y en sólo once meses, el club había conocido cinco presidentes distintos y desencantado a una afición que no sabía a quién pertenecía realmente la sociedad anónima.

La administración concursal recurre a Francisco Catalán (quien había dejado el club desencantado con la situación) y le convence con una mezcla de sentimentalismo y promesa de que tendrá carta blanca para tomar cualquier medida con tal de que se saneen las cuentas.

Durante varios meses se siguen sucediendo las ventas de la sociedad entre empresarios puntuales y se rechazan inversiones que venían con bastante dinero fresco pero no se comprometían a cumplir los requisitos económicos y sociales necesarios para salir adelante.

A finales de 2009, se constituye al fin la Fundación Levante U.D., que compra el 73% de las acciones por seis millones de euros tras una dura negociación con la maraña de propietarios, ex accionistas y empresarios del pasado tenedores de garantías futuras.

La Fundación está integrada por patronos institucionales (se convenció a todas las administraciones valencianas para que entraran en la organización), miembros elegidos por el Levante e independientes. Desde entonces, no se han registrado nuevos vaivenes en la propiedad.

Poco después, Francisco Catalán es nombrado presidente en una semana agridulce, ya que el equipo coquetea con la Segunda B a mitad de temporada. La lógica y la costumbre futbolísticas hubieran tomado medidas drásticas. Sin embargo, el consejo mantiene al entrenador y renueva su confianza en el equipo elegido sólo tres meses antes.

A final de temporada, el equipo ascendió.

Y el tercer comienzo de esta historia podría situarse mediado el último campeonato de Liga. La situación es similar a la del año anterior. El Levante U.D. está hundido en la penúltima plaza de la tabla clasificatoria. En ese momento, el IESE Business School se pone en contacto con sus dirigentes: quieren estudiar la gestión de un club de fútbol de elite y el impacto de sus decisiones en sus resultados.

Sandalio Gómez, presidente del CSBM (el centro adscrito al propio IESE que analiza las relaciones deporte-negocio), destaca el éxito de un equipo que empezó siendo un caso paradigmático del fútbol español (por su escasa cultura económica) y ha terminado como objeto de análisis universitario.

Francisco Catalán, presidente del Levante, rechaza que se use al club como ejemplo: "Hay muchas maneras de hacer las cosas bien y no decimos que la nuestra sea la mejor". Puede ser.

La forma de hacer las cosas del Levante fue mantener la calma en diciembre y no echar al entrenador (como sí hicieron la mayoría de los ocho equipos que cerraban la clasificación) tanto por confianza en su trabajo como por rigor económico. Al mismo tiempo, el resto de la entidad trabajaba en la misma concepción de racionalidad.

El pasado 21 de mayo, cuando ya había dos equipos descendidos y otros seis se peleaban por no ocupar la tercera plaza que mandaba a Segunda, el Levante se permitía el lujo de disfrutar el último partido de liga sin urgencias. Si sólo contaran los puntos de la segunda vuelta, se hubiera rozado la clasificación para la Champions.

El presidente del Levante tiene razón: su equipo no es ejemplo de nada. Excepto de guión televisivo.

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