Mariano Rajoy no tiene sucesor en el Partido Popular

  • A medida que se oscurece el camino de Mariano Rajoy hacia la permanencia en la Presidencia del Gobierno se va despejando el campo de su liderazgo en el partido.

    La caída de José Manuel Soria ha dado ocasión a sus rivales para insistir en la corrupción del Gobierno popular, aunque este último episodio no sea un caso de corrupción exactamente.

Justino Sinova

A medida que se oscurece el camino de Mariano Rajoy hacia la permanencia en la Presidencia del Gobierno se va despejando el campo de su liderazgo en el partido. La caída de José Manuel Soria ha dado ocasión a sus rivales para insistir en la corrupción del Gobierno popular –aunque este último episodio no sea un caso de corrupción exactamente - y en especial a Pedro Sánchez para recalcar su resistencia a la gran coalición, pero al mismo tiempo, Rajoy ve cómo se desploma un político con imagen de pulcro y eficaz al que los murmullos entre bastidores del partido le concedían perspectivas de sucesión.

Soria no se había postulado, conviene no sacar las cosas de quicio, pero es inevitable que la inquietud por el futuro que anida en el Partido Popular evolucionara hacia la exploración de alternativas. Soria era más bien una eventualidad ajena, ni siquiera una apuesta ni por supuesto un proclamado contrincante, pero en la hora de la caída aflora la estrella de Rajoy en la confrontación con quienes, por iniciativa propia o por entusiasmo ajeno, se aproximan de vez en cuando a su alrededor. Rajoy puede estar muy baqueteado y discutido, pero aguanta y va viendo cómo se quedan a medio camino quienes podrían hacerle sombra.

Van a cumplirse ocho años del tenso congreso popular en Valencia en el que Rajoy se impuso al aznarismo que le discutía y buscaba su relevo, y desde entonces ha logrado mantenerse a flote. Quienes le disputaron de un modo u otro la primacía ya están fuera de ruta. Alberto Ruiz-Gallardón dimitió de su Ministerio y su actividad política actual es indetectable. Esperanza Aguirre, después de idas y venidas, vive alejada del núcleo duro del partido y espera su relevo en el Partido Popular de Madrid. Ambos merecieron un día la expresión “romanoniana” de Rajoy “joder qué tropa”, y personal de tropa ya son hoy.

Un deseado candidato por muchos, Alberto Núñez Feijó, especulaba hace poco con la opción de retirarse a la vida privada, lo que para un político equivale a sopesar alternativas, y acabó regresando a la candidatura de Galicia con todos los pronunciamientos favorables del jefe. La opción de José Manuel García-Margallo, ministro de Exteriores y político locuaz y abierto, parece una fábula de amiguetes y de tertulianos desocupados, pues no se pone en duda su fidelidad a quien le manda. Será casualidad, pero hasta José María Aznar, cada día más crítico público con Rajoy, ha probado la aspereza de la Agencia Tributaria y la frialdad de Cristóbal Montoro.

De momento, la única sombra de Rajoy se llama Soraya Sáez de Santamaría, pero no ha dejado de ser su mano derecha y colaboradora leal para toda cuestión política que se presente. Rajoy tendría en ella una segura sucesora, pero es una ocasión que hoy no se presenta; mañana quién sabe. Lo que se ve ahora, en el tiempo actual –porque al ritmo que va el calendario pronosticar es de alto riesgo- es que Rajoy se hace el distraído y aguanta los envites internos y las desautorizaciones externas, las últimas colgadas del caso Soria. Desde luego, parece un político hecho de piedra. Es el único que no aparenta nerviosismo. Si en algún momento ha tanteado su retirada, no ha dejado escapar un indicio. Ha tenido un largo entrenamiento en la adversidad y parece dispuesto a seguir echándole un pulso.

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