Arctic Monkeys encierra a 50.000 personas en su garaje

  • El grupo británico Arctic Monkeys ha encerrado esta noche a cerca de 50.000 personas en el garaje donde esculpe su sonido, capaz transportar al Festival Internacional de Benicàssim (FIB) desde un feliz verano de los años 60 a las entrañas de una urbe sedienta de baile.

Javier Marín

Benicàssim (Castellón), 17 jul.- El grupo británico Arctic Monkeys ha encerrado esta noche a cerca de 50.000 personas en el garaje donde esculpe su sonido, capaz transportar al Festival Internacional de Benicàssim (FIB) desde un feliz verano de los años 60 a las entrañas de una urbe sedienta de baile.

Su concierto, el más notable de cuantos cabezas de cartel han actuado hasta el momento en este inagotable maratón de música de cuatro días, ha desatado una auténtica locura en el escenario Maravillas cumpliendo con los cánones de mareas, empujones y desmayos que definen a los mejores festivales del mundo.

Lo ha logrado sin mayor artificio que una batería, un bajo, dos guitarras y el talento de Alex Turner para componer y cantar melodías que combinan la distorsión de los barrios ingleses con un rock "vintage" y luminoso cercano a los "Beattles".

El quinteto de Sheffield, el único sobre el escenario principal que ha logrado hacer un bis en esta edición, ha ejecutado las piezas más conocidas de sus cuatro álbumes sin una sola concesión al descanso y provocando una explosión en la gigantesca pista de baile con temas como "I bet you look good on the dance floor" o "The view from the afternoon".

Los pegadizos "shalalalas" incluidos en el "The hellcat spangled" de su último trabajo, y la contundencia de sus ya clásicos "Brainstorm" o "Still take you at home" han agotado a los "fibers", para después arrancarles una última una última gota de sudor con "505".

Tras este alarde de modernidad con aires retro, Primal Scream ha pisado por cuarta vez un escenario del FIB para jugar la difícil papeleta de rememorar las canciones de un disco que cumple diez años y que abrió en la década de los 90 un nuevo camino de fusión entre el pop rock y la electrónica, "Screamadelica".

La banda de Bobby Guillespie ha tocado con toda la energía posible los temas de su mítico álbum, pero la oscuridad de su propuesta inicial se ha dado de bruces contra una audiencia en busca de emociones menos intensas, impasible ante la arquitectura sonora de canciones como "Shine like a star".

El veterano quintento escocés, sobrado de argumentos musicales para enfrentarse a una juventud ajena a los conceptualismos, ha conseguido remontar el show con "Country girl" o "Jailbird", haciendo claudicar al público ante del peso histórico de sus canciones.

Muchas horas antes, los Ginkas han abierto el guateque de la tarde con un concierto de rock ye-yé a pleno sol de verano, haciendo olvidar la siesta a unos cuantos "fibers" que han cedido a la irresistible tentación de baile que surge de temas como "Fiesta en la luna", de su primer y único álbum, "Retumbarama".

A la cabeza de esta avanzadilla pop español, Astrud ha expuesto su experimento con el Col·Lectiu Brossa que reduce -o amplía, según se mire- sus composiciones al sonido de cuerdas clásicas y xilófonos en bajo tempo.

La prueba ha resultado un éxito gracias a un irreductible y mínimo colectivo nacional empeñado en buscar propuestas alternativas de calidad en este festival, y encontrándolas en temas como "Noam Chomsky"

De ellos surgió, por cierto, la única mención al movimiento social del 15-M en lo que llevamos del festival, animando al público a participar en las asambleas de barrio.

Y para completar esta fiesta de reivindicación del "indie" patrio, los granadinos Lori Meyers han dado una soberana lección de música en el escenario principal ante una audiencia que tal vez jamás imaginaron, y que también bailó, a pesar de no entender una palabra, los pequeños himnos de "Luces de neón" y "Mi realidad".

Mostrar comentarios