Artur Mas, en lucha por la independencia de Cataluña

  • "No hay marcha atrás", advierte desde 2013 el presidente de Cataluña, Artur Mas, quien lucha por conducir hacia la independencia a esta región del noreste de España. Ahora, tras una justa victoria electoral, se dispone a emprender el camino.

Surgido del nacionalismo moderado de la burguesía catalana, con fama de pragmático y reflexivo, este barcelonés de 59 años sorprendió al mundo en 2012 tomando el "compromiso" de emprender, "en ausencia total de violencia", un proceso para constituir "un nuevo Estado en Europa".

Este proceso lo quiere empezar ahora, con una mayoría absoluta independentista en el parlamento regional, pero él podría perder su liderazgo: necesitará del apoyo de un pequeño partido de izquierda radical, la CUP, que no quiere investirlo a él como presidente.

Con su mandíbula imponente, e impecable peinado, a este padre de tres hijos, casado desde hace más de 30 años, le apodan "guapo", y en un programa satírico lo caricaturizan como un playboy sobreexcitado.

En la distancia corta, es un dirigente afable, austero, que comparece constantemente ante la prensa para exponer --en catalán, español, francés o inglés-- un "proceso" independentista largamente programado.

Nacido en 1956 en Barcelona en una familia de industriales, tenía 19 años cuando murió el dictador Francisco Franco. "Yo nunca fui una persona vinculada a los movimientos antifranquistas" dice de su juventud, también desprovista de una "ideología catalanista".

Educado en el selecto Liceo francés, estudió economía y derecho, se dedicó a la exportación de ascensores en la empresa familiar para después fracasar como directivo de otra sociedad que quebró.

Se unió al partido catalanista y liberal del entonces todopoderoso Jordi Pujol, presidente y símbolo de la región entre 1980 y 2003, caído en desgracia a partir de 2014 tras reconocer haber cometido fraude fiscal.

En la administración regional, demostró ser un "funcionario eficaz", conceden sus detractores. Pujol le confió el departamento de obras públicas y de economía antes de convertirlo en su delfín político, juzgándolo "un hombre preparado y serio".

"La pregunta es: ¿cómo alguien percibido como un tecnócrata se convierte en un líder patriótico que para unos es un ejemplo de fidelidad a la patria y para otros es alguien que lleva al desastre?", se pregunta el ensayista Jordi Amat, especialista del nacionalismo catalán.

Mas recuerda a menudo un momento clave, según él, de 2006. Como líder opositor en la región, intentó cerrar un pacto secreto con el presidente del gobierno español, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero: rebajaron la autonomía prevista en un nuevo estatuto regional y, a cambio, el próximo gobierno de Cataluña sería presidido por el partido que ganara las elecciones.

Ganó Mas pero las izquierdas pactaron investir a un presidente socialista. Se sintió "engañado", y después "traicionado" cuando la autonomía conseguida en ese estatuto fue parcialmente anulada en 2010 por el Tribunal Constitucional, tras un recurso del partido conservador de Mariano Rajoy.

A finales de 2010, un año antes de llegar Rajoy al gobierno español, Mas se convierte en presidente catalán en plena crisis y ejecutó recortes de servicios públicos que degradaron su popularidad. Pide una mejor financiación para la región, pero Madrid no quiere negociar.

Entonces "Mas propuso 'el derecho a decidir' de Cataluña como eslógan movilizador", recuerda Amat, un concepto que "llevado hasta las últimas consecuencias introduce en la vida política catalana un problema que no ha habido forma de resolver" dado que Madrid descarta un referéndum de autodeterminación.

Ferviente, Mas se presentó ya en 2010 como uno de los "soldados derrotados al servicio de una causa invencible: la libertad de Cataluña", siempre "pacíficamente". Tras una masiva manifestación independentista en 2013, llamó a "trasladar la voz de la calle a la voz de las urnas".

"Delirio mesiánico", "huida hacia delante" para esconder sus recortes o la mancha de corrupción en su partido, protestan sus numerosos detractores. Incluso lo apodan el "Moisés catalán".

Según ellos, dividió la sociedad catalana, ignorando a quienes no quieren la secesión, y de plantear un debate maniqueo: una Cataluña ansiosa de libertad frente a una España eternalmente opresiva. A pesar de ello, algunos independentistas clásicos todavían dudan de su compromiso con la secesión.

"Una vez termine este proceso político, no tengo especiales ganas de continuar mi carrera política", dijo la semana anterior a la AFP. "No tengo la ambición de ser el primer presidente del Estado catalán, quiero ser el último presidente de la autonomía catalana".

Pero ahora su destino está en manos de la izquierda radical.

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