El primer gran cajero, en desgracia por las 'tarjetas black' y los pulsos políticos

  • En 2013 pasó a ser el primer gran banquero contra el que se dicta cárcel por fraude financiero desde Mario Conde por el caso de las 'tarjetas black'.
Miguel Blesa, Aguirre
Miguel Blesa, Aguirre

Miguel Blesa de la Parra (Linares, 1947) acarició el cielo en la esfera bancaria y cayó al infierno después por su cuestionable gestión, siempre bajo el mismo influjo de la política. Tras una esplendorosa etapa al frente de Caja Madrid, en 2013 pasó a ser el primer gran banquero contra el que se dicta cárcel por fraude financiero desde la condena de 20 años que recayó sobre Mario Conde en diciembre de 1993.

Su pecado, el que buscaban purgar los tribunales, es la apropiación indebida en la entidad con dos operaciones: las famosas 'tarjetas black', con las que premió a 86 directivos y consejeros en la antigua caja durante una década; y unas comisiones irregulares detectadas en la imbricada compra del Banco de Miami. En tercer lugar, la justicia le investigaba por un supuesto delito de estafa y societario por un crédito concedido al grupo Marsans que dirigía Díaz Ferranz, concedido al margen de los exigibles controles operativos y de riesgo de la entidad.

La relación de entendimiento con los consejeros de la caja arranca desde su mismo desembarco. El abogado andaluz, amigo personal de Aznar, arribó a la presidencia de Caja Madrid para sustituir en 1996 a Jaime Terceiro, gracias al voto en blanco de los consejeros del PSOE y el apoyo de los vocales en el consejo de IU y uno de CCOO, sindicato al que arrancó el pacto casi a contrarreloj. Su antecesor, avalado en su día por los socialistas, había sido desalojado ante el cambio del color político en el poder.

Licenciado en Derecho, había conocido al que sería presidente del Gobierno en los estudios para opositar al Cuerpo de Inspectores de Hacienda. Entre 1979 y 1986, encadenó de hecho numerosas responsabilidades en la Administración y tras un paréntesis ejerciendo como exitoso abogado, dio el salto a la caja madrileña, bajo el patrocinio del PP y usando para su postulación uno de los puestos reservados a los impositores -clientes de la caja-.

Un cargo que renovaría casi de manera automática hasta que en 2009 las fricciones y fuertes desencuentros con Esperanza Aguirre durante su gestión, socavan sus opciones, aún contando como valedor al eterno rival de la política, Alberto Ruiz-Gallardón. La apuesta de la entonces presidenta del Gobierno regional era sustituirlo por su ‘número dos’ Ignacio González, aunque su candidatura encalla en favor de Rodrigo Rato, visto como una figura menos conflictiva en el Gobierno y después de que doblegase el pulso de candidatos el mismo Mariano Rajoy. 

La desafección de Aguirre con Blesa se deriva de numerosas decisiones del banquero, pero hay tres grandes enfrentamientos vinculados a la política estratégica y de negocio que condenan sus relaciones.

La negativa del banquero a facilitar, con millonarias financiaciones, el macroproyecto de hospitales regionales anunciado por la dirigente abre una sima entre ambos. Pero para entonces Blesa ya sospechaba que no volvería a repetir mandato si ello dependía de la presidenta regional a raíz del enfrentamiento en la Opa lanzada por E.On sobre Endesa en 2007 y donde el banquero mostró disposición a vender.

La capacidad de influir de Aguirre es elevada, dado el poder de los gobiernos regionales sobre las entonces cajas de ahorros. Conocedor del corsé y ya acostumbrado a buscar ideas imaginativas para sortearlo se embarca en la tercera gran operación que les enfrenta: la ruinosa compra en varias participaciones del banco de Florida City National Bank of Florida (CNBF) en 2008.

Su troceo busca ejecutarla a las espaldas de Aguirre para evitar su escrutinio y veto. Esta operación es la primera que le estalla en los tribunales, no por la ingeniería, sino por las sospechas de que se embolsó 100 millones en comisiones indebidas con la estructura utilizada para resolverla.

La puntilla llega al destaparse el uso de tarjetas opacas por parte de 86 directivos y consejeros de la entidad, cuya creación atribuyó Blesa a su antecesor Jaime Terceiro y argumentó mantener por ser un esquema retributivo, conocido, según su defensa, dentro de la entidad y por Hacienda. Ironías del destino, la persona que aportó la clave para tirar del hilo en las tarjetas era la antigua secretaria de Terceiro.

Las comisiones en el banco de EEUU y el crédito de 26 millones al grupo Marsans le llevaron a pasar varias horas en la cárcel en dos ocasiones por decisión del juez Elpidio José Silva, cuya resolución se vuelve en su contra al resultar separado de la carrera judicial por un delito de prevaricación. La investigación por el uso de las tarjetas se inicia en 2014 -con cuyo uso el propio Blesa habría gastado 436.700 euros-.

Serán los tribunales los que arrojan a la luz la feroz guerra con las injerencias políticas, las ingenierías en operaciones cuestionables y maniobras torticeras de algunos consejeros cuando el tribunal se incauta de más de 8.000 correos personales e internos del banquero y otros altos exdirectivos. La imagen de gestor, próximo al PP pero atrevido a contravenir las instrucciones del Ejecutivo madrileño en favor del negocio y la caja, está deteriorada.

Nada se recuerda del respectado banquero que multiplicó el tamaño de la entidad, regado de cientos de miles los proyectos de la Obra Social, ampliado los tentáculos del grupo e impulsado negocios de especialista como la banca personal o con la firma de la todavía hoy mayor alianza estratégica: la suscrita con Mapfre. Caja Madrid había surfeado años de esplendor con las enormes plusvalías de su inversión en Telefónica y la desinversión en Endesa que destapó con crudeza las gélidas relaciones con el Gobierno de la Puerta del Sol.

Tras una década de éxitos, estalla la alta exposición al negocio de la construcción y promoción, los impagos en las incontables hipotecas concedidas a inmigrantes en un gesto a su ADN social y confiado en la capacidad de repago de los nuevos residentes. Sus beneficios últimos colapsaron un 68% por la hucha de 500 millones que tuvo que provisionar para atender las exposiciones que empezaban a estallar en el balance.

No era lo que deseaba pero la etapa siguiente de Caja Madrid, que tratará de embridar Rato, es decadente, por el deterioro progresivo de los activos arriesgados. Y cuya puntilla llega con la fusión de siete cajas débiles -sobre todo por el lastre de Bancaja-.

En medio de la tormenta jurídica Blesa se casará en 2013 con Gema Gámez, su novia de los últimos años y a la edad de 66. Vive su retiro con amigos, aislado del mundo donde nadie recuerda sus años de éxito y es objeto de persecución pública por su nafragada gestión final, el daño a ahorradores por la venta de preferentes que instigó y la ambición destapada por las 'black'. Una insoportable presión que acaba cercenando su ánimo.   

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