Clinton viaja a China en medio de una tensión inédita en dos décadas

  • La secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, viaja hoy a China en una visita cuyo previsto fin económico ha quedado empañado por un caso que se perfila como el mayor escollo en derechos humanos en dos décadas entre ambos países.

Lucía Leal

Washington, 30 abr.- La secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, viaja hoy a China en una visita cuyo previsto fin económico ha quedado empañado por un caso que se perfila como el mayor escollo en derechos humanos en dos décadas entre ambos países.

La fuga del disidente ciego Chen Guangcheng, retenido hasta la semana pasada en un arresto domiciliario extrajudicial en su casa de la provincia de Shandong (este), y su presunto refugio en la Embajada de Estados Unidos en Pekín han marcado antes de empezar un viaje que pretende impulsar la relación económica bilateral.

El caso, que tanto Washington como Pekín se niegan a comentar, ha generado una tensión inédita desde la resaca de la matanza de Tiananmen en 1989, cuando el disidente Fang Lizhi se refugió en la Embajada estadounidense en Pekín y permaneció allí durante un año mientras los dos Gobiernos negociaban sobre su futuro.

Clinton, que viajará acompañada del secretario del Tesoro, Timothy Geithner, para participar el jueves y viernes en una nueva ronda del Foro Estratégico y Económico, subrayó hoy que el carácter económico de su visita no evitará que plantee sus preocupaciones políticas, aunque evitó referirse al caso de Chen.

"Garantizo que, durante esta visita, conversaré sobre todos los asuntos que están pendientes entre nosotros, incluidos los de derechos humanos", dijo a periodistas.

Por su parte, el presidente Barack Obama se limitó a afirmar, en declaraciones a la prensa, que Clinton hablará sobre derechos humanos porque "es lo correcto", y a subrayar que "la relación con China será más fuerte a medida que veamos mejoras" en ese área.

Sin embargo, Clinton ha buscado allanar el terreno en el espinoso asunto de Chen al enviar a Pekín a su asesor para asuntos de Asia Oriental, Kurt Campbell, tres días antes de su llegada.

La misión de Campbell es, presuntamente, ultimar los detalles de un acuerdo con las autoridades chinas sobre el futuro de Chen, por el que Washington podría incluso dar asilo al disidente, según el activista Bob Fu, que dirige la organización estadounidense China Aid y ha seguido de cerca el caso.

Hace 23 años, las negociaciones del entonces secretario de Estado Henry Kissinger culminaron en la concesión de asilo político para Fang Lizhi.

Que el escenario se repita en esta ocasión dependerá de la decisión de Pekín, inmerso de por sí en una crisis política previa a la renovación del Partido Comunista en octubre, y de la de Chen, que ha manifestado en el pasado su voluntad de permanecer en China.

Chen, un abogado autodidacta, terminó en septiembre de 2010 su pena de más de cuatro años en prisión por "destrucción de propiedad" y "asamblea con posterior disturbio del tráfico", pero ha permanecido desde entonces y hasta la semana pasada en un arresto domiciliario impuesto sin ningún decreto judicial.

Aunque la embajada estadounidense no ha confirmado que haya acogido a Chen, la tensión se ha acentuado por el silencio diplomático tanto en Pekín como en Washington, que se ve inmerso, sin buscarlo y por segunda vez en apenas tres meses en la política interna china.

La primera tuvo lugar el pasado febrero, cuando el jefe de Policía de la ciudad de Chongqing, Wang Lijun, acudió al Consulado de EE.UU. en la cercana Chengdú, donde permaneció durante 24 horas antes de entregarse a las autoridades centrales chinas.

Aquel incidente fue el detonador de la caída del influyente líder del Partido Comunista en Chongqing, Bo Xilai -a cuya esposa Wang vinculaba con la muerte de un empresario británico-, un suceso que ha desatado la mayor crisis en la política china de los últimos veinte años.

Durante su primer viaje como secretaria de Estado, que le llevó a China en febrero de 2009, Clinton aseguró que aunque Estados Unidos debía seguir presionando a China en derechos humanos, esa presión no debía "interferir" en la cooperación en otros asuntos clave, como la crisis económica global o la seguridad regional.

Más de tres años después, y con el telón electoral desplegándose en ambas potencias, Clinton debe decidir ahora si deja que el caso de Chen interfiera en unas relaciones económicas y políticas de suma importancia para ambos países.

Mostrar comentarios