Del Caribe a la COP21, el maratón de un ministro contra el cambio climático

  • Su día a día en París se resume a "sándwiches", reuniones en cadena y noches largas, pero nada empaña el optimismo de James Fletcher, ministro del Estado caribeño de Santa Lucía, en su labor como mediador en las díficiles negociaciones sobre clima.

"Tengo tiempo para comer, sí, pero no para degustar la maravillosa comida francesa. Son sobre todo sándwiches...", confiesa el ministro de Energía y Desarrollo Sustentable de Santa Lucía, pequeño estado de las Antillas, que encadena este martes reuniones a puerta cerrada después de asistir a trece el lunes.

Fletcher forma parte de los 15 "facilitadores" designados por la presidencia de la COP21 para desbloquear cuestiones sensibles en las negociaciones, en las que participan desde hace diez días 195 países más la Unión Europea.

La conferencia busca alcanzar antes del viernes un ambicioso acuerdo universal para limitar el calentamiento del planeta.

"Mi papel es de ver cómo pueden reducirse las diferencias entre los países", explica el ministro santalucense, quien se encarga específicamente de los compromisos de los países para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero y sobre los objetivos a largo plazo.

Al inicio de sus consultas, llevadas a cabo en una gran sala situada en un rincón del centro de conferencias, planteó a cada uno de los grandes grupos de países las "mismas cinco preguntas". Su objetivo: Intentar "sintetizar estas declaraciones y subrayar las coincidencias".

Un trabajo de hormiguita que espera continuar hasta "tarde esta noche" con el objetivo de permitir la elaboración de una nueva versión del proyecto de acuerdo esperado el miércoles en la mesa de negociaciones.

"No vamos a dormir mucho" las próximas noches, a medida que "avanzamos hacia un acuerdo ambicioso que todo el mundo espera el viernes", añadió.

"Procuro dormir cinco o seis horas cada noche porque, si no, uno se cansa, su cuerpo se vuelve vulnerable a todo lo que pasa...", señala a modo de oráculo el ministro, que no olvida tomar su gorra mientras sale para cambiar de sala.

¿La regla de oro del "facilitador"? Su neutralidad. "Tengo que olvidar que represento a mi país y a la región caribeña. Tengo que entrar en estas reuniones sin dejar entrever mis propios sentimientos", señala.

Su país, una isla de 620 km2 donde viven unos 170.000 habitantes, "ya constata" los impactos del calentamiento y milita para que el objetivo de las negociaciones sea más ambicioso y limite el calentamiento a 1,5º C respecto a la era preindustrial, y no a los 2º C iniciales, recuerda.

La desaparición de los corales, provocada por la acidificación y el alza de la temperatura de los océanos, es el principal problema climático para Santa Lucía, "para los pescadores, pero también para el turismo", crucial para la economía del país.

"La gente viene a Santa Lucía no sólo por la belleza de la isla sino también por la del mar. No vienen para ver corales blancos y muertos cuando bucean", explica el ministro de cara redonda y gafas.

Y reitera: "El Caribe emite un 0,25% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Mi propio país genera 0,0015% de emisiones globales".

"Estas negociaciones climáticas son muy particulares. La COP de Lima, el año pasado, terminó pronto el domingo, la de Varsovia en 2013 el sábado por la noche, pero soy más optimista aquí. Hay un muy buen ambiente, sin acritud ni cólera".

"Pienso que la Conferencia terminará el viernes con un acuerdo ambicioso", concluye el ministro, que cuenta con tener algo de tiempo para hacer un poco de turismo el fin de semana en París antes de despegar de nuevo el lunes hacia su isla caribeña.

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