Dilma empieza a poner sus normas en Brasil

  • Aunque podía parece la jefa de estado más inocente del continente americano, Dilma Rousseff ya ha comenzado a dirigir el país y mantiene sus estrictos planes de ajuste. Muchos creen que el tono usado por Rousseff es el que necesita Brasil ahora mismo, el 65% de los ciudadanos sigue confiando en ella.
Dilma empieza a poner sus normas en Brasil.
Dilma empieza a poner sus normas en Brasil.
Getty
Taylor Barnes, Río de Janeiro (Brasil) | GlobalPost

Es una de las mujeres más poderosas del mundo. Pero no actúa como si lo fuera.

Dilma Rousseff, que en su día fue una joven guerrillera y hoy es la primera mujer presidenta de Brasil, está introduciendo una nueva forma de ejercer el liderazgo en América Latina.

Buena parte de los jefes de estado del cono sur americano se han caracterizado por ser personajes de fuerte personalidad, aupados hasta el poder gracias a sus credenciales populistas o revolucionarias. El propio predecesor de Rousseff, Lula da Silva, llegó a ser calificado como "el político más popular del planeta".

El presidente de Bolivia, Evo Morales, es el primer líder indígena de su país. Antiguo pastor de llamas convertido en socialista reformista, critica a Occidente pero es capaz al mismo tiempo de gastar bromas en el programa de la televisión de EEUU "Jon Stewart's Daily Show".

¿Y quién puede olvidar al presidente venezolano Hugo Chávez? Tiene un programa propio de televisión en el que ha bailado y una vez incluso le cantó en directo una canción a la secretaria de estado de EEUU Hillary Clinton.

Rousseff en cambio es tan correcta como carismáticos son sus colegas mandatarios, y ha cambiado la agenda populista en favor del pragmatismo.

Viste con trajes chaqueta perfectamente planchados y lleva joyas muy discretas. Rousseff es además muy cortés en sus intervenciones públicas, dejando al margen el sarcasmo que solía utilizar su predecesor da Silva.

Los analistas creen que ese es quizás el tono que Brasil, la nación más poderosa de la región, necesita en este momento.

Voz potente entre las naciones BRIC, Brasil se ha convertido en un importante actor en los asuntos internacionales. Ha negociado un intercambio de combustible nuclear entre Turquía e Irán, en un intento de evitar sanciones de la ONU contra Teherán, y se abstuvo en la votación sobre la intervención internacional en Libia. Brasil quiere tener además un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.

La victoria de sus candidaturas para celebrar los Juegos Olímpicos de 2016 y el Mundial de Fútbol de 2014 también le ha dado prominencia global.

Los brasileños parecen está contentos con su presidenta. Una reciente encuesta de CNI/Ibope demuestra que el 65 por ciento de los brasileños confía en Rousseff.

"La gente en Brasil se fija en Dilma, incluso en su estilo, y les gusta lo que ven", afirma Paulo Sotero, director del Instituto Brasileño del Woodrow Wilson International Center for Scholars de Washington D.C. "Es una persona muy seria, muy serena".

Rousseff, de 63 años, creció en un hogar confortable de clase media, hija de un inmigrante búlgaro que le enseñó piano y francés. En el instituto se comenzó a interesar por la política, y a los 20 años pasó a formar parte de una organización guerrillera marxista.

La dictadura militar de entonces la bautizó como la Juana de Arco de la Subversión, pero Rousseff dice que sólo era parte de la organización. A los 22 años fue encarcelada y torturada durante 22 días consecutivos. Se pasó los tres años siguientes en prisión.

Pero Rousseff invierte muy poco tiempo en hablar públicamente de su pasado revolucionario.

Alcanzó la victoria el año pasado porque los votantes la vieron como una extensión de Lula da Silva, de quien fue jefa de gabinete, pero en sus ocho meses al frente del gobierno Rousseff ha encontrado su propia impronta. En lo que ha supuesto una sorpresa para algunos analistas, ha abandonado sus raíces radicales de izquierdas, ubicándose más bien en una senda centrista.

"Dilma no es Chávez", afirma la columnista política brasileña Rosângela Bittar.

Su primera victoria legislativa, por ejemplo, ha sido impedir un aumento del salario mínimo para controlar la inflación y el gasto público. La decisión ha molestado a los sindicalistas, que se manifestaron mostrando muñecas con la cara de la presidenta y el rótulo "Dil-má", un juego de palabras que se traduciría como "Dilma mala".

Pero Rousseff, que es economista, continúa firme con sus medidas de austeridad para controlar la inflación, aprobando recortes presupuestarios impopulares y aumentos de la tasa de interés.

También ha prometido combatir la pobreza, expandiendo un plan de Lula que otorga dinero a las madres si envían a sus hijos a la escuela y les dan cuidados médicos. El programa ha sido aclamado por los economistas como una estrategia eficiente para combatir la pobreza, y está siendo estudiado por países en desarrollo africanos.

Rousseff también ha empezado a atacar con fuerza la corrupción. Ya ha perdido a tres ministros, incluido su jefe de gabinete, a causa de acusaciones de corrupción vertidas contra ellos. La última oleada de acusaciones de corrupción en el Ministerio de Ciudades se traduce en que pronto podría perder más altos cargos de su gabinete.

Sus detractores lo ven como una prueba de que su partido todavía está lleno de políticos profesionales que están dispuestos a vender su influencia.

Pero en un país acostumbrado al clientelismo se trata de un cambio bien recibido por muchos. Los medios lo han bautizado como una "faixina", una limpieza a fondo.

La oposición acusa a Rousseff de dar marcha atrás en su promesa de dar prioridad a los derechos humanos y a los asuntos internacionales.

Brasil se abstuvo en una votación del Consejo de Seguridad de la ONU sobre la autorización del uso de fuerza militar contra el líder libio Muamar Gadafi. También se ha mostrado reacia a redactar una resolución de condena contra las represalias del gobierno sirio contra manifestantes civiles.

Rousseff ha tomado la vía de en medio en lo que respecta a los crímenes no resueltos de la dictadura militar de Brasil entre 1964 y 1985.

Mostrar comentarios