Contra el discurso del Rey: desagradecimiento y soberbia

  • Cañamero debería saber que el lema “Yo no voté a ningún Rey” no lo hubiera podido llevar si la transición no hubiera sido impulsada desde la corona.

    En realidad, en la historia han sido los radicales, de uno y otro signo, los que más daño han hecho a sus países.

Por J.R Pin Arboledas
Por J.R Pin Arboledas

El viernes estuve en tres tertulias mediáticas. Dos generalistas y una económica, aunque en las tres iba como economista pude ver que lo que verdaderamente interesó a los tertulianos, era el discurso del Rey en la inauguración de la décimo segunda legislatura. Pero la discusión no era sobre el contenido de la alocución de Felipe VI, sino sobre la actitud de una parte de los diputados y senadores. En particular sobre el comportamiento de los representantes de Podemos.

Casi ninguno estaba contento con lo que ocurrió. En todo caso se consideraba que había descortesía. Pero lo que yo creo que ocurrió es un problema de memoria y, en consecuencia de desagradecimiento. La dinastía de D. Juan Carlos, cuyo segundo monarca es D. Felipe, ha sido la que ha permitido la presencia de todos estos representantes en las Cortes Generales. Por tanto, aunque sólo fuera por reconocer el esfuerzo de esta monarquía en favor de la democracia el Rey merece un respeto.

El propio Diego Cañamero, diputado con una colección de camisetas reivindicativas, debería saber que el lema de la última “Yo no voté a ningún Rey” no la hubiera podido llevar si la transición no hubiera sido impulsada desde la corona. Es posible que hubiera podido haber otro camino a la democracia, pero la realidad es que fue el pueblo español el que eligió aquella a través de sus representantes elegidos en 1977 (por cierto yo fui uno de ellos). Nosotros consensuamos una Constitución (la de 1978) y luego los ciudadanos la aprobaron por amplísima mayoría. Era una Constitución Monárquica que definía España como una democracia, un Estado social y de derecho. El mismo Rey lo recordó en su discurso y alabó las consecuencias de aquellas decisiones que han dado casi cuarenta años de estabilidad política y desarrollo económico.

Podría haber habido otros caminos, pero creo que la memoria histórica de otros intentos en nuestra patria aconsejó el del consenso y la monarquía parlamentaria. Nadie puede afirmar que otros itinerarios hubieran sido mejores. Lo que sí se puede decir es que La transición fue alabada internacionalmente, allá donde ibas en todo el siglo XX se reconocía su éxito.

Por eso me parece bien que alguien quiera una república. La III después de las fracasadas I y II. Pero es reivindicación debe hacerse en base a preferencias personales y no, como algunos quieren vender, porque ese sistema sea socialmente y moralmente mejor que la monarquía parlamentaria. La evidencia empírica de la historia dice que ha habido de todo. Monarquías que han llevado sus países al desarrollo social, democrático y económico avanzado y otras que lo han sumido en el desastre. También ha ocurrido lo mismo con repúblicas. No hay hechos para demostrar que un sistema sea mejor que el otro para gobernar. Depende de las características particulares de cada república o monarquía.

La superioridad moral que algunos aducen para elegir la república no se produce en muchos casos en la práctica. Por eso resulta al menos una demostración de soberbia su desconsideración para lo que piensan otros. En realidad, en la historia han sido los radicales, de uno y otro signo, los que más daño han hecho a sus países. Cuando uno cree poseer el monopolio de la verdad acaba despreciando partes importantes de la realidad y eso al final se paga. Lo malo es que lo suelen pagar los demás.

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