El insólito pacto Lapid-Benet doblega a Netanyahu

  • Acorralado por un inquebrantable pacto entre los partidos derechista Habait Hayehudí y de centro Yesh Atid, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, deberá optar por un Gobierno reducido del que, posiblemente, dejará fuera a sus aliados tradicionales ultraortodoxos.

Elías L. Benarroch

Jerusalén, 1 mar.- Acorralado por un inquebrantable pacto entre los partidos derechista Habait Hayehudí y de centro Yesh Atid, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, deberá optar por un Gobierno reducido del que, posiblemente, dejará fuera a sus aliados tradicionales ultraortodoxos.

En la cuenta atrás del plazo para consolidar una coalición que supere la barrera de 61 de los 120 diputados del parlamento, Netanyahu afronta serias dificultades para convencer a futuros aliados y, en cuatro semanas de negociaciones, sólo ha conseguido la firma del partido Hatnuá, de la ex ministra de Asuntos Exteriores Tzipi Livni.

"Vamos al tiempo de descuento", aseguró el periódico Israel Hayom, voz oficiosa del primer ministro, al informar de que los ultraortodoxos podrían quedar temporalmente fuera para no tener que acudir nuevamente a elecciones.

Este sábado, Netanyahu pedirá al jefe del Estado, Simón Peres, el plazo extra de dos semanas que contempla la ley para tratar de superar el obstáculo que le han colocado los dos políticos revelación de las últimas elecciones.

Yair Lapid, al frente del centrista laico Yesh Atid (19 escaños), y Nafatlí Benet, que encabeza el partido religioso nacionalista Habayit Hayehudí (12 escaños), han conseguido bloquear la formación de Gobierno con una alianza atípica -tienen políticas muy divergentes, en particular sobre el proceso de paz con los palestinos- pero inquebrantable.

Ambos defienden a capa y espada que los ultraortodoxos sean alistados en el Ejército y que el reparto de las obligaciones ciudadanas sea más equitativo, eje central de sus campañas electorales y que los ha convertido en aliados a pesar de las críticas internas.

"Benet no fue a las elecciones con la campaña de Lapid", se quejó en ese sentido el ministro de Ciencias, Daniel Hershkovitz, al recordar la promesa de su formación de apoyar la candidatura de Netanyahu a primer ministro.

Desplazado por Benet de la Presidencia del partido, Hershkovitz le exigió cumplir esa promesa y "dejar de retrasar la entrada en el Gobierno", porque en el pasado cometieron el error de provocar la caída de Netanyahu y "ése no es el camino deseado".

Se refería a las elecciones de 1999, provocadas por la retirada del partido Mafdal (antecesor de Habayit Hayehudí) de la coalición que gobernaba Israel y que ganó el entonces laborista Ehud Barak.

Un año después, éste acudió a la cumbre de Camp David con un plan de paz para devolver a los palestinos la mayor parte del territorio ocupado desde 1967, que fue rechazado por Yaser Arafat.

El compromiso mutuo entre Benet y Lapid de "o los dos entramos o ninguno" busca en un principio debilitar el tradicional poderío de los partidos ultraortodoxos Shas (sefardí) y Judaísmo Unido de la Biblia (askenasí), que se oponen a la demanda de alistamiento y a una reducción de las millonarias ayudas que reciben los "haredim" del Gobierno a pesar de contribuir poco o nada a las arcas públicas.

"El problema está en que la táctica se ha convertido en estrategia", consideró Hershkovitz, que no ve ninguna razón para una alianza que, de todas formas, se romperá inmediatamente después de formarse el Gobierno, según acordaron los dos políticos.

Sin ambos, y con los ultraortodoxos, Netanyahu sólo alcanza una coalición de entre 55 y 57 escaños, insuficientes para gobernar, por lo que se verá obligado a claudicar para no arrastrar al país a un nuevo proceso electoral. Con Benet y Lapid supera cómodamente los 61.

Una de las opciones que baraja el primer ministro es que el Shas y el Judaísmo Unido de la Biblia se sumen a su coalición en la segunda mitad del año, después de tener aprobados los presupuestos del Estado, posibilidad que los dos partidos ultraortodoxos no contemplan.

"No habrá examen de recuperación (para Netanyahu), ni seremos premio de consolación", dijo Ari Deri, uno de los líderes de Shas, a la edición electrónica del diario Yediot Aharonot.

Fuerza dominante de la política israelí desde 1988 y aliado tradicional de la derecha nacionalista, el Shas asegura no tener problema con "sentarse en la oposición" y defender las políticas sociales junto con el Partido Laborista, según Deri.

Para Netanyahu se trata de una nueva y quizás más complicada trampa, porque tarde o temprano emergerán las divergencias ideológicas sobre el proceso de paz entre Lapid y Benet y su Gobierno quedará desarmado o paralizado.

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