El jefe del PKK kurdo, preso en Turquía, es marginado a medida que la paz se complica

  • Confinado al silencio de su celda en Turquía, el jefe histórico de los rebeldes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), Abdulá Ocalan, podría ser el único capaz de poner fin a los enfrentamientos y relanzar el proceso de paz, pero varios activistas señalan con preocupación su creciente aislamiento.

Ocalan, de 66 años, fundador de la organización rebelde, está preso desde hace 16 años en la isla de Imrali (noreste), donde cumple cadena perpetua tras su arresto en Kenia en 1999.

Desde abril, el gobierno turco ha negado las visitas a la delegación de abogados que defienden los derechos de los kurdos. En estas, Ocalan les transmitía mensajes a los militantes, por lo que eliminaron su principal vía de comunicación con el exterior.

Fue Ocalan quien en marzo de 2013 llamó al PKK a cumplir un cese el fuego tras meses de conversaciones secretas con Ankara para terminar con el conflicto que ha dejado más de 40.000 muertos desde 1984.

Pero el cese el fuego voló en pedazos en julio de 2015, cuando Ankara lanzó una "guerra contra el terrorismo" que apunta tanto al grupo yihadista Estado Islámico (EI), como al PKK, en Irak y en Siria.

En los hechos, estos bombardeos se centran principalmente en las bases de los rebeldes del PKK en Irak.

"Es imposible hablar de un proceso de paz con un gobierno que lanza propaganda por un lado pero aisla a Ocalan por el otro", dijo a la AFP Idris Baluken, miembro de la delegación del Partido Democrático del Pueblo (HDP, pro kurdo) que hasta abril podía reunirse con el dirigente.

"Para que Ocalan pueda formar parte de las negociaciones, es necesario que pueda hablar cuando lo desea", argumentó, explicando que hasta ahora los encuentros se desarrollan bajo la mirada inquisidora de tres militares turcos.

Baluken, médico de profesión, dice que Ocalan tiene una alergia crónica que requiere ser visto por un especialista y que no es suficiente que sea revisado por el doctor de la prisión.

"El gobierno dice que esta bien, pero, ¿Cómo sabemos que no está mintiendo? Necesitamos verlo", agregó.

Ocalan, que ha publicado 15 libros desde que fue encarcelado, pasa los días leyendo en su celda de 12 metros cuadrados.

Tiene una televisión y una radio, y dispone de cinco horas a la semana para socializar con otros presos y hacer deporte.

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó el año pasado a Turquía por tratos "inhumanos" contra el líder kurdo.

Para el analista de la consultora International Crisis Group Nigar Goksel, la incomunicación ha debilitado la influencia de Ocalan en el PKK, que opera desde una zona remota de las montañas de Qandil en el norte de Irak.

"El gobierno no ha permitido que las delegaciones del HDP visiten a Ocalan en prisión desde abril. Esto ha debilitado su poder en la organización", señaló el experto en un informe.

La última vez que se escuchó la voz del líder kurdo en Turquía fue en 1999, durante el juicio en el que sentenciado a muerte. El veredicto fue luego conmutado por cadena perpetuo en 2002.

"Por la paz, la hermandad, estoy listo para cumplir con el Estado turco, y creo que para eso debo permanecer con vida", afirmó entonces.

Para Gareth Jenkins, académico del Instituto de Estudios de Asia Central y el Cáucaso del centro Silk Road, Ocalan podría hacer una declaración para abogar por el cese el fuego.

"No hay duda de que Ocalan pediría un cese el fuego porque él sabe que su única oportunidad de salir de prisión es una negociación y si hay un cese el fuego".

Jenkins aseguró que sería una "pesadilla" desde el punto de vista de la seguridad si Ocalan es liberado o puesto bajo arresto domiciliario, como piden algunos kurdos, afirmando que lo más probable es que siga en Imrali.

"Si él pudiera expresar sus opiniones más abiertamente, por ejemplo en el televisión, y la gente lo escuchara, eso sería suficiente para él", afirmó.

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